Muchos de
nuestros queridos compatriotas se vuelven literalmente locos al viajar a Tailandia.
A unos les da por asesinar y descuartizar a sus amantes. Otros terminan aplastados
por inmensos paquidermos. Yo, que nunca he tenido interés alguno por lo
exótico, no puedo entender que nuestros paisanos prefieran la compañía de
personas cuya lengua emite los mismos sonidos que el culo de un mono corroncho.
Es incomprensible, pero no inaudito ya que todavía hay gente que vacaciona en
países tan cochambrosos como Marruecos. Un país donde la ingesta de
comida fuera de los centros hoteleros puede ocasionar problemas gástricos de
por vida. Por no hablar de la higiene en las calles del sátrapa Mohamed VI
que se limpian, si es que se limpian, cada dos semanas. Aquello es un inmenso
vertedero que por alguna extraña razón el turista tonto visita.
¿Qué es
eso de viajar a Tailandia? Estos turistas piensan que los elefantes son extremadamente bondadosos
y, como los leones, llegaron a nuestro mundo en las carpetas de unos directivos
de Disney. Y todo por hacerse unas
fotillos con las que fardar en las redes sociales. Viajar a Tailandia es
una temeridad y luego, cuando la noche es joven y la luna es oro, les da por cometer delitos de renombre y se asombran, y asombran, cuando declaran que la
justicia de ese país no es como la europea para terminar dando con sus huesos
en una prisión que se ven en el viejo continente desde 1205. Luego a esperar el
indulto del caprichoso reyezuelo.
Desgraciadamente
esta pandilla de pánfilos no entiende que la felicidad absoluta es inexistente
y anhelarla les hará caer primero en un estado de frustración permanente y
finalmente bajo las patas de un proboscidio. Si bien hay gente que ha dedicado
parte de su vida a estudiar este estado de ánimo, yo he dedicado la mía a
detectar idiotas y los que viajan a Tailandia buscando no sé qué- aquí
excluso a los que van allí a esposarse con mujeres guapísimas- lo son, y de qué
manera. Con lo maravillosos que son los
atardeceres en el Mediterráneo. Con la sensación de bienestar que uno se
queda tras pernoctar en un hotel de cinco estrellas de la vieja Europa.
Viajar en nuestros maravillosos medios de transportes que alfombran nuestras
calles, para qué quiero ir tan lejos.
¡Papá,
quiero viajar a Tailandia! ¡Y llega el primer cogotazo! ¡Mamá, por qué no viajamos a Marruecos!
¡Y la zapatilla voladora, siempre tan educativa, impacta en la espalda de la
jovencita!
El mundo, queridos
niños, es un sitio peligroso y no hay nada mejor que salir de la unión europea
para comprobarlo. Tailandia es un destino a evitar a toda costa por su
propia seguridad. Dejen tranquilos a esa buena gente de una puñetera vez.
¡Quedan
ustedes advertidos!
Sergio Calle
Llorens
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