En vísperas de las fiestas más señaladas doy un
paseo por las calles del pueblo blanco donde vivo. La mar parece estar
tranquila en la distancia. No se oye nada. Todo es un silencio sobrevenido. Mañana
es Nochebuena. Una festividad para disfrutar, dar gracias por lo vivido y recordar
a los seres queridos que ya no están entre nosotros. Este año hemos tenido tres
muertes inesperadas en la familia y el corazón sangra. Al alba volveremos a
pensar en todos ellos. Pero eso ocurrirá
en unas horas en las que los villancicos harán acto de presencia y la algarabía hará el resto. Me pregunto en la quietud de la madrugada
si los regalos junto al árbol de la fe serán de mi agrado. Para un servidor el
mejor presente es tenerlos a todos a mi lado.
Las hojas
del calendario van cayendo mudas como esa humedad que cubre de rocío los balcones
y las macetas con sus geranios y sus rosas. De pronto, doblo una esquina y me
encuentro a mi amigo Agustí Caplliure, un profesor de Lérida que me da en catalán
la última nueva. El ilerdense es un tipo bajito con cara de boniato al que
le gustan mucho las setas, de fet es considera el millor caçador de bolets de la
comarca. Alguna vez
me ha explicado los secretos de la cocina catalana a la hora de preparar tan
suculentos platos en épocas de frío. Me habla también del menú que prepara para
mañana; per a xuclarse els dits. Y todo regado por vinos de su bodega. Agustí,
que nunca ha sido un teórico de los fogones sino un práctico de la cuina
efectiva, me deja claro una vez más que comer o no comer es cuestión de dinero,
pero comer bien o comer mal es cuestión de cultura. La ausencia de aceite de
oliva, afirma, es the smoking gun para determinar el grado de incivilización de
los pueblos. En África, me dice, la ausencia de imaginación culinaria tiene
que ver con el primitivismo y por eso el arroz está presente, como Dios, en
todos los platos. Luego, pasa de sus conocimientos de cocina a su querencia
por un libro llamado Promenades des Romes. Agustí es francófilo de
corazón porque estudió en el Liceo francés y eso deja huella. Tanta como la
literatura que ambos amamos y eso nos lleva a Josep Pla porque en el
fondo los libros que merecen ser leídos son aquellos que nos ayudan a vivir
mejor. Y en ese sentido, el genio del Ampurdán es imbatible como lo
fueron en su momento los grandes moralistas franceses. El autor de Quadern
Gris o Cabotage Mediterrani, reconcilia al lector consigo mismo y con la
crueldad de la existencia e invita al lector a ser lo que es y no lo que se espera que sea. Sin duda el privilegio
de los grandes. Después de la tertulia
improvisada en plena calle los dos volvemos a casa. El a la suya y yo a la mía para abrigarnos
al calor de la chimenea. Mañana es Nochebuena y Caplliure me ha
prometido un platito de setas.
Sergio Calle
Llorens
No hay comentarios:
Publicar un comentario