viernes, 15 de diciembre de 2023

¡ODIAR A SÁNCHEZ!

 



¿Qué es esa mierda de que no se puede odiar? ¿Qué significa eso de los delitos de odio? ¿Quién es el lumbreras de turno al que se le ha ocurrido semejante mentecatez? ¿Pero cómo podemos permitir este ataque brutal a la libertad de expresión? Yo no odio a Pedrito Sánchez porque eso sería darle una importancia a un sujeto que, entre otras cosas, no está bien de la azotea. El presidente, por muy malo que sea, que lo es, no merece ser colgado de los pies. Eso sería improcedente. Lo suyo es enviarlo al psiquiátrico más cercano con una camisa de fuerza para ponerle un extenso vídeo con todos los momentos en los que nos ha mentido; con Bildu, con la amnistía al cateto de Gerona, con sus anuncios de que no pactaría con Podemos o con el Belcebú marroquí que, como ustedes saben, son la misma cosa.  Tal vez el madrileño entendería, al fin, que ha contemplado al alza su escaso talento para conducirnos a todos a una humillación en todos los frentes políticos nacionales e internacionales.

No, yo no odio a Sánchez, pero le tengo un asco tremendo que me hace imposible que me quede quieto en mis zapatos cuando escucho su voz engolada. Sin embargo, no entiendo que esperan los de la secta del capullo que sintamos cuando vemos aparecer en las noticias al insufrible hijo de Geppetto. Ellos, mejor que nadie, deberían entender esa sensación de desagrado cuando son los mismos que dicen sentir repugnancia hacia todo aquel que piensa diferente. Esa gente, odiadora profesional, que organiza campañas contra aquellos creadores cuyos contenidos desentonan con su mundo sostenible, ecológico e infinitamente woke. Mundo que, por supuestísimo, se pueden ir metiendo por el ojete.

Mis fobias son interminables: el Real Madrid, el PSOE, el flamenquito pop, la gente que escribe con faltas de ortografía, los maleducados, los retrogrados que se disfrazan de progresistas, los desertores de sus principios, los abstemios, las mujeres que no saben que la lengua sirve para algo más que para hablar, las muchachas a las que se les olvidó la sonrisa en un cajón, los que se guían por el reloj y desconocen el poder de la luna, los que odian a la Virgen de la Santa Resaca, los soldados de lo políticamente correcto. En fin, la lista es muy extensa. Sin embargo, yo pienso que el secretario general de los socialistas no merece mi odio sino un paseo hacia la cárcel por aquello de que mi nombre, gracias al partido que lleva jodiéndonos la vida desde el 2 de mayo de 1879, siempre figuraba en el libro de arrestos. Y que yo lo vea.

En cualquier caso, odiar es inherente al ser humano y el que diga lo contrario merece ser catalogado como un nuevo tipo de vegetal; el patán ibérico.

Sergio Calle Llorens


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