Elvis nació en un cruce de caminos y a un servidor
se le cruzan los cables cuando recuerda la última película de Baz Luhrman
basada en las relaciones entre el Rey y su empresario. Pensemos que el chico de Memphis
vio la luz bajo la esperanza del gospel, la oscuridad tenebrosa del blues, el fulgor
sinuoso del RB y la tradición del country. Es decir, bebió de todos los ríos
para convertirse en un pez que nadaba a contracorriente, sólo los peces muertos
siguen el curso del agua, e hizo más que nadie contra las leyes racistas del
viejo sur americano. Brillante es la escena en la que “The new Elvis”
pide al grupo que toque “Trouble” porque, según su propia confesión, en
la vida hay que escuchar a todo el mundo, y a veces a nuestro propio corazón.
También es brillante la interpretación del Coronel Parker a manos del inmenso Tom Hanks. El tipo que hace de Cataluña en la película porque,
como la región que nunca fue nación, ni era Coronel ni tan
siquiera era americano sino un pirata holandés que exprimió al cantante hasta
su muerte. Otro punto negro en la película es el intento del director de
convertir a Elvis Presley en un seguidor de las ideas del partido
demócrata. También se le va la mano, aunque este punto lo encuentro
justificable, su intento de reconocer la apropiación cultural del chico blanco
de la música negra. Sin embargo, en la banda sonora que acompaña la historia se
cuelan hasta canciones de rap. Sencillamente lamentable.
Elvis, recordémoslo, nunca tuvo miedo a
la oscuridad, sino a su propia luz que llegó a cegar a medio planeta para
convertirse en el solista que más discos ha vendido de la historia. El australiano,
que no parece entender que el rock and roll tiene una carga innegable de
rebeldía y violencia, nos quiera hacer creer que la lana virgen proviene de las
ovejas feas. Lo que viene a ser ir a por lana y salir trasquilado.
Sergio Calle Llorens
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