El secreto
de la novela de El nombre de la rosa de Umberto Ecco es el
siguiente: el que sonríe no teme. J.K. Rowling nunca perdió la sonrisa a pesar de las dificultades económicas que atravesaba. Simplemente siguió escribiendo
en The Elephant House en el número 21 de George IV Bridge. Un local con
calefacción donde acudía para matar el frío en compañía de su bebé que
dormitaba en el cochecito. Esta cafetería está detrás del cementerio de Greyfriars.
Un lugar misterioso del que la propia web del camposanto afirma que es “Edimburgh´s
most haunted place”. Ya les hablé de los fenómenos extraños que
allí suceden en mi sección “El Guardián del Cementerio” de Espacio en
Blanco en Radio Nacional de España. Hoy también les cuento que, en ese singular camposanto,
donde se puede visitar la tumba del perrito Bobby, muy popular en Escocia,
la creadora de la saga de Harry Potter caminaba entre panteones funerarios buscando
inspiración. Parece que la encontró porque muchos de los nombres de los personajes de
sus novelas fueron tomados de las viejas lápidas. No imaginó entonces la escritora ni el éxito
que tendrían sus creaciones literarias ni las polémicas que la acompañarían en su asalto al parnaso de las letras . Porque una cosa es que a los autores se nos rebelen,
aunque sea muy de tarde en tarde, nuestros personajes literarios llegando a un
final diferente al que les teníamos preparados, y otra, bien distinta, que los díscolos
sean los lectores.
O sea, recapitulemos, cuando los graves
problemas mentales de “la generación copito de nieve” se asoman a las
páginas de las novelas, el esperpento está garantizado. El último tiene que ver
con una productora de Estados Unidos que ya
prepara una versión transgénero y multirracial de las películas
de Harry Potter que, al menos por el momento, no tiene el consentimiento
de J. K. Rowling.
Para el papel
de Potter, por ejemplo, se busca a un actor “asiático, negro, descendiente
de africanos, étnicamente ambiguo- vaya usted a saber lo que quieren decir con
esto- indígena, latino, hispano, de Oriente Medio, surasiático, indio o habitante
de las islas del Pacifico. Además, Sirius Black no podrá ser
interpretado por un blanco y para el de la madre de Lily Evans basta con
que sea no acorde con los convencionalismos de género, no binario o transexual
femenino. Dicho de otra manera; para satisfacer a una inmensa mayoría de tarados,
se crea una versión infumable del original. ¿Qué será lo próximo? ¿Sherlock
Holmes interpretado por Elisa Beni? ¿Falete encarnando al enjuto
Don Quijote para contentar a miles de gordinflas de todo el mundo? No
hay que ser licenciado en óptica para ver que esta gente no va a estar
satisfecha hasta que un Harry Potter de rasgos africanos aparezca en
pantalla sodomizado con su propia escoba voladora.
Sergio Calle Llorens
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