lunes, 7 de junio de 2021

¡SOY MARXISTA!

 


Para ser novelista es necesario haber leído mucho y, si mi apuran, haber vivido más. Ahí están los ejemplos de Mark Twain, Miguel de Cervantes y Joseph Conrad para probar mi tesis. De hecho, el polaco fue capaz de escribir mejor en inglés que la mayoría de los nativos de esa lengua.  Su obra heart of darkeness sigue asombrando al mundo. Por eso tengo el convencimiento de que una persona que pase de vivir de la casa de sus padres a la de su novio, que para más escarnio estaba en un pueblo de Granada, aunque lo intente sin descanso, no tendrá nunca nada que contarnos. 

 Me duele el aliento de afirmar que sólo los sueños con talento se convierten en realidad. Y sin talento, sin lecturas y sin aventuras dignas de llevar ese nombre, el aspirante a escritor tiene el mismo futuro feliz que aquel que troca la luz del sur por las brumas del norte. Lo diré de otra manera; un poema debe ser un poema, no parecerlo.  Y una novela debe estar compuesta del material que se tejen las pesadillas.

En verdad no entiendo la machacona insistencia de aspirar a algo para lo que no se tiene talento alguno. Además, algunos escribidores son muy pesados. Es más, no hay nada peor que meter a varios juntaletras en una habitación porque todo terminará como el rosario de la aurora. Después de todo, la mayoría está convencido de que sus creaciones literarias deben ocupar un lugar de honor en el parnaso de las letras hispanas. Ellas, que son las reinas de los ripios para no dormir. Ellos, que hacen divertidas a las ostras. 

 Por todo lo anterior soy marxista, de Groucho, se entiende, porque nunca podría  pertenecer a un club que me aceptara como miembro. Y menos de una asociación cuyos socios creen que el nacer en el sur da ventajas literarias.

 En fin, que no sé de quién fue la idea de invitarme, pero, como comprenderán, no he podido aceptar el ofrecimiento. En verdad, los componentes de este colectivo me recuerdan a esos hombres que  creen que llevando la barba muy poblada nadie se percatará de que son calvos. Un despropósito.

Definitivamente mi invencible repugnancia por las colectividades vence a mi deseo de quedar bien con los colegas. En cualquier caso, terminemos con una pincelada esperanzadora; los colectivos que empiezan mal, acaban peor.

Sergio Calle Llorens


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