Todos tenemos cicatrices en el alma, una guerra que no pudimos ganar, una batalla de la que salimos victoriosos sin disparar un solo tiro, una salida de emergencia, una sonrisa que era todo nuestro cielo y hasta un infierno llamado desamor.
Todos
tenemos un bosque en el que perdemos, una pérdida irreparable que yace
en un cementerio alfombrado por la fresca hierba.
Todos tenemos
la nostalgia de un recuerdo que no podemos aparcar del todo.
Todos nos hacemos
los ofendidos, pero lo que nos ofende es que no nos quieran del todo.
Todos tenemos,
o hemos tenido, un corazón caliente y una cama helada cuyas sábanas huelen a
dama de noche.
Todos
tenemos dos rostros, pero es la cara B donde guardamos la banda sonora de nuestros deseos más inconfesables.
Todos tenemos una playa ensortijada por los rayos de plata de la luna y una cala escondida para ocultarnos de nosotros mismos.
Todos tenemos
guardada una vieja instantánea en el ático de nuestra memoria a la que volvemos
una y otra vez para cerciorarnos de que, en verdad, fuimos dichosos.
Yo quisiera,
al menos hoy, tirarme a un mar que sabe a vino y estar todo el día embriagado
para olvidar todo lo que tuve y lo que no podré tener jamás.
Todos
morimos, pero no todos viven.
Sergio Calle
Llorens
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