viernes, 5 de febrero de 2021

¡SILENCIO EN BENAJARAFE!

 



 

Silencio sobrevenido. Silencio rotundo que parece haber roto las costuras de los más alegres.  Los miles de aplausos que apagaban los lloros en los balcones pasaron a mejor vida. Ya no se ven a policías danzarines haciendo el chorra, pero se huele el miedo uniformado del color de la noche que cabalga a lomos de un carruaje siniestro. Vamos por la tercera ola y ningún surfista sabe cómo dominarla a pesar de las vacunas, De momento nadie parece haber sacado la de la estupidez. Me temo lo peor.

Silencio se rueda y siguen sin rodar cabezas por la incompetencia gubernamental. La noche, de cualquier manera, huele a tomillo y la mar sigue susurrando secretos. Miro a levante para imaginar las playas de Benajarafe cuyas arenas guardan mi corazón doliente. Jean de Bruyer tenía razón: el necio es un autómata. Una máquina movida por un resorte. Fuerzas naturales le hacen moverse y dar vueltas, siempre al mismo paso y sin detenerse. Jamás entra en contradicción consigo mismo. Quien le ha visto una vez le ha visto siempre. En verdad siempre hay una mayoría de necios incapaces de distinguir que la existencia sin libertad no vale la pena vivirse porque, sencillamente, no es vida. Es contrario a las buenas costumbres hacer callar a un necio, pero es una crueldad dejarle seguir hablando. Por eso se me hace encantador el silencio con la luna bañando el mediterráneo con sus rayos de plata.

La madrugada como refugio. La oscuridad como aliada contra ese ejército de pánfilos que sigue sin conocer que este mar ofrece todas las respuestas en un mundo en el que, tal vez, lo ideal es hacerse las preguntas pertinentes. Una nueva ola llega a la orilla para contarnos que vivir de espaldas al mar siempre trae consecuencias nefastas. Y es que el que no reconoce las sabidurías de estas aguas es un necio también.

Sergio Calle Llorens

 



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