miércoles, 23 de diciembre de 2020

¡MI BANDA SONORA!

 





La tempestad es tan fuerte que me impide escuchar el vinilo que tengo puesto en mi viejo tocadiscos. Sí, hace mucho que abandoné los C.D porque para copias ya tenemos los productos hechos en China.

 El fetichismo por mis discos es incorregible. Mi código rocker.  Un pulso de rebeldía contra el Estado. La luna sobre la Malagueta. La desfachatez hedonista del Sunny afternoon de The Kinks. Un trago de Big Jim. Un proceso musical embriagado también por el rock and roll más canónico. Un código revelado cuando a estas orillas del Mediterráneo se necesitaban hombres objetos para cumplir los sueños húmedos de las chicas monas.  Un coche en una cala apartada. El Cadillac solitario de Loquillo. Pulsión sexual en la que ellas no se hicieron mujeres lobas por culpa de los Rebeldes pero que aullaban, y de qué forma, a sus lobos alfa.

 Musicalmente siempre he sido un rebelde  porque ya de joven hice de la disidencia el motor de mi existencia. Mi insumisión la conocían mis profesores, mis parientes, mis compañeros de clase, mis amantes y hasta el tipo al que le compraba el periódico cuando en la universidad me hacían perder el tiempo.  Todos ellos, como dejó escrito el húngaro Sandor Marai, deberían contestar a estas preguntas: ¿Quién eres? ¿Qué has querido de verdad? ¿Qué has sabido de verdad? ¿A qué has sido fiel o infiel? ¿Con qué y con quién te has comportado con valentía y con cobardía? Las respuestas a estas cuestiones, sean verdad o mentira, no importan. Lo que sí importa es que al final uno siempre responde con su vida entera. La mía ha sido un despropósito de principio a fin. Pero ha sido divertida porque he podido cumplir todos los sueños que tuve en mi juventud. El viento no remite, pero elevo el sonido de la canción que es parte de la banda sonora de mi vida. No soy feliz, aunque estoy satisfecho de lo vivido. Aunque bien pensado tengo que esperar a que el fin esté próximo para quitarme la máscara y enfrentarme a mi conciencia. Esta noche, al menos, voy a pensar que la culpa no fue del todo mía, y voy a terminar perdonándome. La mar ruge tan fuerte como mi estómago. Pongo otro vinilo y los recuerdos de chicas mojadas en la playa se enredan en mi pelo.

¡Qué erección más tonta!

Sergio Calle Llorens

 

 


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