La tempestad es tan fuerte que me impide
escuchar el vinilo que tengo puesto en mi viejo tocadiscos. Sí, hace mucho que
abandoné los C.D porque para copias ya tenemos los productos hechos en China.
El fetichismo por mis discos es incorregible. Mi
código rocker. Un pulso de rebeldía
contra el Estado. La luna sobre la Malagueta. La desfachatez hedonista del
Sunny afternoon de The Kinks. Un trago de Big Jim. Un proceso musical embriagado
también por el rock and roll más canónico. Un código revelado cuando a estas
orillas del Mediterráneo se necesitaban hombres objetos para cumplir los sueños
húmedos de las chicas monas. Un coche en
una cala apartada. El Cadillac solitario de Loquillo. Pulsión sexual en
la que ellas no se hicieron mujeres lobas por culpa de los Rebeldes pero que
aullaban, y de qué forma, a sus lobos alfa.
Musicalmente siempre he sido un rebelde porque ya de joven hice de la disidencia el motor de mi existencia. Mi
insumisión la conocían mis profesores, mis parientes, mis compañeros de clase,
mis amantes y hasta el tipo al que le compraba el periódico cuando en la
universidad me hacían perder el tiempo.
Todos ellos, como dejó escrito el húngaro Sandor Marai, deberían
contestar a estas preguntas: ¿Quién eres? ¿Qué has querido de verdad? ¿Qué
has sabido de verdad? ¿A qué has sido fiel o infiel? ¿Con qué y con quién te
has comportado con valentía y con cobardía? Las respuestas a estas
cuestiones, sean verdad o mentira, no importan. Lo que sí importa es que al
final uno siempre responde con su vida entera. La mía ha sido un despropósito
de principio a fin. Pero ha sido divertida porque he podido cumplir todos los
sueños que tuve en mi juventud. El viento no remite, pero elevo el sonido de la
canción que es parte de la banda sonora de mi vida. No soy feliz, aunque estoy
satisfecho de lo vivido. Aunque bien pensado tengo que esperar a que el fin
esté próximo para quitarme la máscara y enfrentarme a mi conciencia. Esta
noche, al menos, voy a pensar que la culpa no fue del todo mía, y voy a terminar
perdonándome. La mar ruge tan fuerte como mi estómago. Pongo otro vinilo y los
recuerdos de chicas mojadas en la playa se enredan en mi pelo.
¡Qué erección más tonta!
Sergio Calle Llorens
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