lunes, 7 de octubre de 2019

LAS AUTONOSUYAS


El Estado autonómico español es, además de insostenible, un guirigay cómico que parece sacado de la obra del gran Fernando Vizcaíno Casas: las Autonosuyas. El despropósito en esta ocasión es el alarmante informe presentado por la Federación de Gremios de Editores de España. Una denuncia en contra los 450 textos normativos diferentes, entre leyes, órdenes, decretos y resoluciones en relación a los contenidos curriculares que resulta en la elaboración de 17 versiones distintas para el libro de la misma asignatura. 

 He aquí el despropósito: Los valencianos exigieron eliminar cualquier mención a Fernando Lázaro Carreter porque éste sostenía que el valenciano era un dialecto del catalán y no a la inversa. Los catalanes, también muy puntillosos ellos, presionaron para eliminar cualquier mención a los Reyes Católicos mientras introducían la aberrante denominación de la Corona catalano-aragonesa que, por más que se empeñen los de la matraca identitaria,  no aparece en ningún texto de la Edad Media porque sencillamente no existe. De momento, que se sepa, no han incluido a Colón, Santa Teresa de Jesús, Hernán Cortés, Juan Sebastián Elcano y el oso Yogui en la lista de catalanes ilustres de la historia.  Todo se andará.

En España, tristemente, no existe pacto educativo porque los padres y las madres de la patria- lenguaje inclusivo, Sergio-  sólo se han puesto de acuerdo en subirse el sueldo en las últimas legislaturas.  Así que a nadie debe extrañar que nuestros políticos, también conocidos como los que viven del sudor del de enfrente, no resuelvan el asunto del currículo homogéneo. Y mucho menos que apliquen el saber científico en la elaboración de los libros de textos. Lo suyo es presionar para que estos manuales de estudio señalen, pongamos por caso, al bable como la lengua con más futuro al sur de la Florida o, mantengan a Miguel Ángel Revilla y Blas Infante como los pensadores más relevantes que ha dado occidente a lo largo de su frondosa historia. 

De todo lo anterior se deduce que las autonomías no nacieron con un pan debajo del brazo, sino con una caja registradora para pagar las locuras más variadas. También entendemos que las taifas hispanas deberían haber visto la luz con un libro de instrucciones para quemarlas. Y es que ahora, por mucho que nos cuente reconocerlo, va a ser muy difícil echar abajo las autonosuyas cuyo único objetivo no es el Estado del bienestar sino el bienestar del Estado.

 Al menos las regiones del presente sirven, y esto es muy jodido, para dar mal ejemplo. Y si no me creen, miren a Canarias cuyos dirigentes se han negado repetidamente a que en los libros de textos se incluyan los ríos porque Dios,  que es un cachondo de cojones, decidió que en esas islas no los hubiera. Lo que, bien pensado, es un crimen geográfico sobre el que el Parlamento insular debería debatir cuanto antes. Confío en que los dirigentes de Canal Guadalquivir sepan perdonarles la afrenta de no mencionar su  patria acuática. En defensa de los políticos canarios, si es que tienen defensa alguna, hay que decir que viven con una hora de retraso.  Y hablando de retrasos graves; ¿Saben ustedes la causa por la que os dirigentes andaluces pusieron el grito en el cielo al leer algunos libros de textos destinados a su región?  No, no fue porque señalase a Andalucía socialista como la región más corrupta de Europa, ni siquiera por mencionar a Carmen Calvo- que no tiene ni un pelo de lista- cuando confundió la voz latina dixit como Pixie y Dixie, sino porque las editoriales olvidaron incluir la foto de un tambor rociero. Un hecho que nos lleva a una conclusión definitiva: los libros andaluces de anatomía no deberían incluir, al igual que Canarias con sus ríos, la palabra cerebro. 

Sergio Calle Llorens


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