Somos la generación que hizo el servicio militar. Los amigos de los que se hicieron objetores de
conciencia para que, entre otras cosas, tú no tuvieras que perder un año de tu
acomodada viva. Somos aquellos que traspasaron
todas las fronteras de lo políticamente correcto.
Somos los de las
litronas, los de los porros, los del “me piro vampiro”. Somos lo que cantábamos “más vale ser un punky que maricón de playa”. Somos, en definitiva,
un grupo de valientes que jamás se ofendió por nada.
Somos los que para quedar con una chica, teníamos que llamar
por teléfono y, casi siempre, lo cogía un padre que con voz inquisidora contestaba;
¿de parte de quién? Somos los que íbamos a follar junto a la orilla del mar
para que tú, créetelo, puedas retozar hoy con tu novia en su casa sin que nadie se
escandalice.
Somos los que siempre veíamos perder a la selección, pero
nunca perdimos la esperanza de verla ganar. Somos los de la España de la transición. Aquellos que
pensaron que, al fin, ese escudo y esa bandera nos representaban a todos. Los
cretinos que afirmaban que con el tiempo la corrupción terminaría.
Somos los ilusos que se creyeron el camelo del Estado autonómico. Aquellos inocentes que
se tragaron que si trabajábamos duro, tendríamos sueldos alemanes y una casa de
veraneo junto al Mediterráneo.
Somos un gigante saco de boxeo al que todos han sacudido en
las últimas décadas. Un día es una tasa. Otro es una ley de género. Y mañana una
nueva normativa que nos obligará a
hablar como a la Carmen Calvo de turno
le salga de la vagina.
Somos los trabajadores que, al pasar de los cuarenta y cinco, ya
no valemos ni para pegar sellos. Una procesión de muertos que, a diferencia de la
Santa Compaña, no la acompaña nadie. El estiércol que nutre sus campos.
Somos los hijos de los divorciados cuya custodia nadie pidió. Los nietos de los que sobrevivieron a la guerra incivil española que
ahora- ¡manda huevos!- recibimos lecciones de historia de los que estudiasteis la LOGSE. De vosotros que no habéis leído ni la Cartilla Palau. De sus señorías que lo más cerca que han
estado de una guerra ha sido el “Call of
Duty”.
Fuimos una gota que se tragó el océano. Un sueño que se convirtió
en pesadilla. Una comedia que terminó en la estantería de las películas de
terror. Somos la generación perdida. Ya solo les queda amortajar nuestro
cadáver. Tal vez nos quieran un poco cuando nos
hayamos ido.
¡Fuimos pero ya no somos!
Sergio Calle Llorens
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