Si anhela líneas laudatorias dedicadas a su persona solo
debe hacer una cosa; muérase. Si desea, por el contrario, la soledad más
absoluta apenas tiene que mostrarse contrario a la opinión
mayoritaria. Mire el caso de Carme
Chacón. Sí una gran persona, me consta, capaz de estar pendiente de la
alimentación y bienestar de sus guardaespaldas pero una pésima ministra que
siempre buscó la foto y la declaración que la hiciera parecer la más moderna
del consejo de gobierno. La titular de la cartera de defensa del Reino de España, que fue incapaz de
pronunciar la palabra guerra, apenas nos ha legado frases sobre igualdad y
derechos que podrían haber salido fácilmente de la boca de una vendedora del
mercado de la Boquería. Para más
Inri, cualquier misión donde estuvieran nuestros soldados era un ejemplo, según
la catalana, de concordia, armonía y alianza de civilizaciones. La paz a
la manera que pronuncian la z los nacidos más allá de Despeñaperros.
Si una buena muerte no debe enmascarar una mala vida, una
pésima ministra no puede esconderse tras su óbito ni debe llamar a engaños. El
fallecimiento no cambia nada. Y si lo único que tienen los periodistas de hoy
para ensalzarla es un desfile de la entonces titular de Defensa estando
embarazada, apaga y vámonos. Pero lejos de su actividad política, Chacón, que sabía de la condición de su
maltrecho corazón, fue tan irresponsable llevando un ritmo de vida tan
ajetreado que le ha costado dejar a un hijo huérfano. Una imprudencia que me
recuerda a Robert De Niro jugando a
la ruleta rusa en la película El
Cazador.
El filósofo argentino Mario
Bunge decía que Heidegger fue un
pillo que se aprovechó de la tradición académica alemana, según la cual lo
incomprensible es profundo, y es que el germano decía cosas como;“ el tiempo es
la maduración de la temporalidad” y que no deja de ser una perogrullada que
como la gente no entiende, piensa que debe referirse a algo profundo. En España,
en cambio, nos han creado un mundo filosófico en miniatura para que pigmeos
como la socialista se sintieran gigantes. Mientras más simple mejor se vende la
idea a “la gente”.
Yo, como todo hijo bien nacido, lamento que Doña Carme se nos fuera tan pronto, y he tratado de ajustar la crítica intentando
encontrar algo positivo en sus años como representante pública. Y miren, no he hallado
nada que me haga cambiar de opinión. Especialmente cuando en los meses previos
a su muerte apoyase a la Killer de
Triana como la primera mujer presidenta de España. Como si los sureños no supiésemos lo que significa vivir bajo
el yugo de Susana Díaz y su secta
del capullo. Y es que nadie mejor que
nosotros, que estamos muertos para el resto, para saber, además de la mala vida
que nos han dado, lo bien que hablan de los difuntos cuando no estamos.
Sergio Calle Llorens
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