jueves, 10 de noviembre de 2016

SAOIRSE: POESÍA LIBERTARIA

Introducción a Saoirse

La libertad de expresión no es un concepto abstracto. Se puede ejercer o no se puede ejercer. Les hablo de un derecho adquirido por la civilización más importante que haya dado la historia de la humanidad; la occidental. La nuestra. La misma que está a años luz de distancia de las otras culturas de la tierra. No ha sido un camino fácil pero, tras siglos viendo como quemaban a los herejes de la iglesia o mandaban al exilio a los disidentes, aquí estamos blandiendo el estandarte de la libertad que, como sabe el lector inteligente, no sale gratis.

 Nuestras sociedades son tan libres y avanzadas que nadie, a no ser que estuviera a punto de ingresar en un hospital psiquiátrico, las cambiaría para vivir en un país árabe o en naciones tan cochambrosos como Venezuela o Cuba. Y todo, gracias a que una vez vencimos a los nazis y a los comunistas para transformar nuestro rincón del mundo en un lugar mucho más justo y habitable para todos.  También fuimos capaces de separar Iglesia y Estado y  las opciones sexuales no pueden ser motivo de discriminación de acuerdo con las constituciones con las que nos hemos dotado. Sin embargo, en los últimos años hemos retrocedido mucho a causa de los dos nuevos fascismos que avanzan desbocados en el siglo XXI; el islamismo radical y la corrección política.

Vivimos en la época en la que un seguidor de la secta del profeta Mahoma puede alegar sentirse ofendido por cualquier viñeta en la que aparezca su profeta o, por el simple tañido de la campana de una iglesia cristiana. Hoy, por ponerle un ejemplo ilustrativo, quemar una Biblia no es delito en Gran Bretaña pero si prendemos un Corán caerá sobre nosotros todo el peso de la legislación. Una excepción cultural ciertamente inaceptable que rompe aquello de que todos los ciudadanos somos iguales ante la ley.

 Curiosamente, los islamistas ponen el grito en el cielo por una caricatura y callan cuando en Irán cuelgan a los homosexuales de una grúa o, los días que violan a mujeres en Omán por aquello de que están muy ligeritas de ropa. Según los islamistas, los occidentales debemos acatar una ley global sobre la blasfemia aplicando unos preceptos religiosos que, además de ser ilógicos, no pertenecen a nuestro mundo y bagaje cultural. Y todo porque consideran sagrados sus dogmas cuando, en verdad, lo único sagrado que existe es nuestra libertad de expresión que, por supuesto, está muy por encima de esos aires religiosos que vienen del Medievo. A veces los islamistas, y todos aquellos que les apoyan en occidente, parecen de otro planeta y sería estupendo que en verdad lo fueran. En definitiva, millones de occidentales están siendo catalogados de racistas por contar la verdad sobre el Islam y sus seguidores, a saber; su religión es incompatible con los valores de occidente.

 Para más Inri, hoy cualquier idiota que se precie puede sentirse ofendido por un chiste que vaya supuestamente contra el grupo al que dice pertenecer; irlandeses, polacos, habitantes de Raticulin, mujeres, pichas-cortas, honrados come-almohadas ,rubias de pechos generosos, machistas, comunistas, conservadores, socialistas, católicos, islamistas, testículos de Jehová, Mormones, judíos o protestantes. Lo peor del caso es que ya son miles las sentencias en las que se condena a personas por haber hecho un comentario en las redes sociales o, por algún poema que se escape de la corrección política imperante.  Para cerrar el círculo vicioso, nos encontramos con esos occidentales que se llaman liberales y están a favor de la libertad de expresión siempre que no contravenga sus ideas o manera de ver el mundo. Un contrasentido que nada tiene que ver con la libertad con mayúsculas. Incluso hay magistrados que condenan más por su ideología que por los preceptos legales.

La libertad de expresión es lo que somos y la sátira es el instrumento que tenemos los poetas, artistas y ciudadanos cabreados para expresar lo que sentimos por nuestros políticos. Además, como personas libres deberíamos ser capaces de reírnos de todo lo que consideramos ridículo y eso incluye, faltaría más, a todo aquel que parece que viene a salvarnos cuando no necesitamos que nadie nos salve de nada Y si ahora están pensando cómo puede un poema ser considerado un delito, les voy a relatar la historia del cómico alemán Böhmermann que leyó un poema sobre el dictador turco Erdogan en un programa de máxima audiencia de la televisión alemana ZDF. En el soneto lo describía como un hombre cuyos pasatiempos favoritos son el follar cabras, el patear kurdos, el machacar cristianos y el ver pornografía infantil. Aquellos comentarios provocaron la hilaridad del público tudesco y el enfado monumental del Premier turco. Éste, aprovechando que en Alemania existe una ley del siglo XIX que establece condenas de cárcel para aquellos que insulten a los mandatarios extranjeros, inició una causa penal que a punto estuvo de llevar a la ruina al cómico.

 El caso, como no podía ser de otra manera, puso a prueba los límites de expresión de ese país. Erdogan incluso llegó a contar con la colaboración de la Canciller alemana, Ángela Merkel, que afirmó que el poema tenía intención de ofender. Dicho de otra manera, lo que era una simple exploración de la libertad artística de un comediante se transformó en una caza de brujas. El pobre hombre tuvo que abandonar por un tiempo razonable la televisión. A su vuelta, con más de media Germania atenta a la caja tonta, se negó a declarar sobre el caso y solo dijo que jamás haría chistes sobre Adolf Hitler porque de tener un buen abogado podrían denunciarle. Afortunadamente, el alemán encontró apoyo en la vieja Inglaterra cuando Douglas Murray en The Spectator organizó un concurso internacional de poesía satírica sobre Erdogan. En las bases se establecía claramente que el poema ganador del certamen tendría que ser realmente ofensivo. Ganó, y contra todo pronóstico, el ex alcalde de Londres Boris Johnson con el siguiente poema;

 There was a long fella of Ankara
Who was a terrific wankerer
Till he sowed his wild oats
With the help of a goat
But he didn´t stop to thankera

Pueden ustedes imaginar la alegría que sintió el germano cuando supo del apoyo de otros occidentales. Poco consuelo, tal vez, si tenemos en cuanto que todos estos procesos contra artistas no encierran solo un deseo de encontrarnos culpables, sino de hacernos imposible el ejercicio de la libertad de expresión. Al margen de que el proceso puede llevar una multa millonaria que acabe, y de una vez por todas, con nuestra voz crítica.  En verdad hay cosas muchas más graves que llamar  folla-cabras a un folla-cabras pero, con la ayuda del islamismo radical que quiere imponernos una exención cultural a nuestra forma de expresión, ha comenzado una era difícil para todos. Y no solo por culpa de los musulmanes sino por esa corrección política que supone un nuevo puritanismo que desemboca en una dictadura insufrible. Si occidente sigue por esta senda tan peligrosa, llegará el día en el que los textos satíricos de Quevedo o incluso algunos pasajes de Shakespeare sean eliminados de los planes de estudios. Y con ellos, cualquier comentario que pueda suponer una ofensa para el mentecato de turno. Por ello, los ciudadanos libres tenemos que reaccionar y, de eso va este libro.

Saoirse, que significa libertad en gaélico irlandés, es una colección de poemas libertarios que se encuentran a millones de kilómetros de distancia de la corrección política dominante. Alguno ya ha sido incluido en una colección de poesía contemporánea española de Chiado editorial. Versos que suponen un ataque a mis fobias y alguna alabanza a mis filias. En estos páginas, por tanto, despliego mi Santísima Trinidad que engloba; libertad de pensamiento, de expresión y de identidad. Algunos versos son, bien está en reconocerlos, hirientes. Pocos endecasílabos simpáticos pero todos, absolutamente todos, suponen un intento de sacarles una sonrisa o una muela por el dolor que provocan.  En definitiva, Saoirse es un canto a la libertad. Una versión de rock ofensivo a través de unas composiciones que vienen a despertar al mundo occidental en general y, a  la vieja Europa en particular tan dormida cuando ha sido ella, Princesa entre las Princesas, la que transformó el mundo.

 La guerra contra los fascismos del siglo XXI, queridos amigos libertarios, no está ni mucho menos perdida. Los ciudadanos libres, insisto, tenemos derecho a mofarnos y a ridiculizar a nuestros políticos o a quien nos venga en gana y nadie, ni siquiera un político en horas bajas, va a venir a taparnos la boca porque por la libertad, como decía el héroe español Don Quijote, se puede y se debe aventurar la vida.  Recuerden que anteayer fueron las viñetas danesas, ayer un poema sobre Erdogan, hoy es un chiste malintencionado sobre un político andaluz corrupto y estúpido. Si seguimos por este desfiladero peligroso,  mañana nuestras hijas llevarán burka para no ofender a las nietas del profeta. 

 En conclusión; Saoirse es sinónimo de libertad de expresión; la suya, la nuestra, la mía por la que hemos de dar batalla ahora que todavía podemos.  Finalmente quiero hacerle la siguiente advertencia; usted no debería leer este libro si es de esos que se ofenden con facilidad. El que avisa, como ya  sabe, no es traidor y los poemas no dejan títere con cabeza. Por eso le recomendaría darse una vuelta por el índice antes de comenzar a leer la recopilación de poemas que pongo en su mano. Luego no admito reclamaciones.

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Sergio Calle Llorens

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