Si
entendemos la moderación como la templanza en el comportamiento, la verdad es
que en España la mayoría camina por el peligroso desfiladero de la
radicalidad. Si aceptamos que la mesura es el ajuste de lo que se considera
excesivo, entonces una gran parte de nuestros compatriotas sólo aspira a
ajustar la soga del adversario político.
Comenzaron pidiendo empalar y terminaron llegando a las instituciones.
Se iniciaron con una escalada de improperios para descender a los infiernos de
la guasa sobre el holocausto. Por otra parte, la oposición a los radicales
bolivarianos intenta sacar rédito político pidiendo cabeza no vaya a ser,
dicen, que sean sus testas las que cuelguen en el futuro de los puentes del
Manzanares. Sea como fuere, la realidad
es que en la vieja piel de toro se está cociendo un odio a fuego lento que
amenaza con quemarnos a todos.
A los
Llorens, que somos una raza andarina, siempre nos ha gustado caminar para
contemplar esos cielos límpidos en el nocturno. Lejos del extremismo por la
querencia de un poner un paso detrás de otro, nos consideramos gente que
respeta y es respetada. Incluso dejamos vivir tranquilos a los musulmanes en
paz para que puedan subyugar a sus mujeres, siempre y cuando, no sean las
nuestras. Mi vecina inglesa, poco amante de los hombres, afirma ser una señora muy radical en la defensa de
los derechos de los animales. Empero, luego se muestra muy amable con los
lugareños a la hora de entablar conversación en la noche. Incluso una vez la oí
afirmar con su acento cockney que era gran creyente de la magia. Y do fe porque
si nos atenemos a su pelo recogido en una coleta de pelo blanco, a sus gafas y
a sus dientes, la súbdita de su graciosa majestad es calcada a Juan Tamarit. Es más, alguna vez he estado tentado de
pedirle que me enseñara un truco de cartas.
El ejercicio
de la templanza es algo muy recomendable. La práctica del respeto hacia
nuestros semejantes es una virtud que, muy probablemente, nos hace a todos
mejores individuos. Cosa diferente, por supuesto, es aguantar la compañía de
aquellos que practican la abstinencia alcohólica de forma contumaz. También es harina de
otro costal soportar a esos que ejercen la frugalidad como si fueran
jilgueros. En el seno de mi familia se suele comentar que los ajenos
al mejor yantar, no saben hablar de nada y en consecuencia jamás practicarán con gracia el arte de la coyunda.
Dicho de otra manera; son personas que nos despiertan el mismo interés
que la vida sexual del somormujo. Con esta gente, los Llorens somos ciertamente
talibanes.
El ascetismo
no va con nosotros, gentes que amamos una cocina arcaica y mediterránea que
aplaque todos nuestros deseos de manducar. Y todo regado con buen vino. Tampoco aceptamos la contención
cuando toca demostrar los sentimientos aunque, bien pensado, el odio hacia los
demás no está contemplado. Ni siquiera hacia aquellos que roban a manos llenas.
En cualquier caso, cuando se tiene la barriga media llena y la cabeza amueblada
de viejos libros, es más fácil mirar y ver claramente. Por eso, sabíamos, y
sabemos, que la izquierda radical va camino del más espantoso de los ridículos Sencillamente
su odio, su falta de talento y sus múltiples desvaríos les llevarán a darse con
el mismo muro de Berlín que tanto trabajo nos costó derribar. El odio nunca
conduce a nada bueno, especialmente a aquellos que viven instalados en la
cultura de la queja permanente. Pobres criaturas que desconocen que 1931 queda
tan lejos como el bautizo de Carmena cuyas huestes si no son primos hermanos de Adolf Hitler, lo disimulan muy bien.
Piensen que la moderación implica serenidad, sosiego, sensatez, virtud, ponderación, honestidad, amortiguamiento y, la evidencia es que los que han ayudado más a apura al poder a los radicales- ¿verdad García Ferreras?- trabajan en la Sexta y en Cuatro. Se llaman moderadores siendo, en realidad, extremados que abusan de nuestra bendita moderación.
Piensen que la moderación implica serenidad, sosiego, sensatez, virtud, ponderación, honestidad, amortiguamiento y, la evidencia es que los que han ayudado más a apura al poder a los radicales- ¿verdad García Ferreras?- trabajan en la Sexta y en Cuatro. Se llaman moderadores siendo, en realidad, extremados que abusan de nuestra bendita moderación.
Sergio Calle
Llorens
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