Decían los clásicos que sin estética no hay ética y, en lo que a mí
respecta, pertenecer a una taifa que tiene en su bandera el color de los almohades es amoral y, como hemos
experimentado en carne propia, nos ha conducido al desastre. Esas tribus de las
montañas del alto atlas que se denominaban Al- Muwaidum- los unitarios- cuya
ola de fundamentalismo islámico nació sobre las cenizas de los
almorávides. También es delirante haber
creado una región basada en las enseñanzas de un notario que, entre otras papanatadas,
se inventó una historia para acomodarla a sus taras mentales.
Los símbolos son mucho más importantes de lo que la turba piensa. Bien
lo saben en Israel cuya estrella de David protege a sus ciudadanos de la
barbarie. La bandera de la nación que es un dique para salvaguardar a la
civilización de los bárbaros. Un blasón dice muchas cosas. Un emblema puede
suponer la fina línea que separa el triunfo del fracaso. Solo aquellos que
desconocen su importancia cometen el pecado mortal de quemar banderas ajenas.
La andaluza no debe abrasarse y debe presidir todos los organismos oficiales
como advertencia de la estupidez.Soy de los que piensa que Dios nos ha castigado por echarnos en brazos de los representantes del mal. Deberíamos, si queremos revertir la situación, y hacer de la región más pobre de España un lugar decente, abrazar los mejores conceptos del pensamiento judaico. Solo así podremos alcanzar la excelencia alejada de las paparruchas arabistas. Pensemos que somos el resultado de la romanización y la cristianización. Provenimos del norte como dicen "los repartimientos" y, hasta la genética. Haberlo olvidado es un crimen imperdonable. Si queremos volver por la senda de la racionalidad hemos de cambiar la bandera andaluz para organizar, un cuarto de hora después, la Fundación Blas Infante como espacio circense.
Sergio Calle Llorens
No hay comentarios:
Publicar un comentario