Lo mejor que se puede hacer para parar la
violencia en el fútbol es no guardar un minuto de silencio por la muerte de
ningún ultra. Tampoco por ese descerebrado que viajó a cientos de kilómetros de
su casa, y con 43 tacos, para protagonizar una batalla campal contra gente a la
que apenas conocía. Ese Jimmy, o como fuera conocido, nos viene a demostrar que
no todas las muertes son iguales, ni todos los que las protagonizan tampoco,
porque mientras él se buscaba la parca a manos de gente tan desalmada como él,
unas niñas morían víctimas de la leucemia. Tenían la misma edad que sus niños
sobre las que no pensó antes de arriesgar su vida de forma tan estúpida.
Creo conocer a los ultras del fútbol, es más,
los he sufrido en carne propia. La primera vez fue en Nervión cuando una chica
irlandesa me cambió la bufanda de España que yo llevaba por la de Irlanda y,
sorprendentemente, unos hinchas del Betis vinieron a mandarme a cenar con
Jesucristo. Años después, los seguidores más radicales del Málaga, que gritaban
“periodistas terroristas” dos cuartos de hora antes, me amenazaron de muerte. En
la actualidad sigo sin poder visitar la Rosaleda. El club de mis amores. Y todo
por un artículo.
Creo que es un buen momento para recordar como
el bar oficioso del Málaga C.F retuiteaba insultos y amenazas de muerte hacia
mi persona, como también lo hicieron varios periodistas de la Cadena Ser de
Málaga. Y a estas horas, tan hipócritas como siempre, se rasgan las vestiduras
por la muerte de un seguidor del Deportivo.
Es momento de repartir culpas; la violencia ha
sido amparada por los clubes de fútbol, y por sus turiferarios, desde hace
años. Sólo Laporta, que no es santo de mi devoción, fue capaz de echar a los
Boixos Nois del Camp Nou que se perdieron el hecho de que el Barcelona ganase 7
títulos en una temporada. Un hito histórico que no ha sido igualado por nadie,
sin que nadie les echase de menos. Una medida que no ha sido compartida por
ningún club. Los seguidores radicales del Celta abucheando por el minuto de
silencio en Balaídos por la muerte de una mujer policía asesinada en un atraco.
Seguimos esperando unas disculpas. Unas lunas antes, los descerebrados de
Cuatro ponían verde a la policía holandesa por retener a los Biris del Sevilla
en Rotterdam. Hasta la comisaría acudió el hijo del delincuente Del Nido para
interesarse por su gente, porque es “su gente”. Y qué decir de ese Ochaíta de
los Ultra Sur, junto a sus camaradas, entregando una placa de reconocimiento a
Mourinho en su despedida en el mismísimo césped del Bernabéu, sede del club más
sancionado de Europa por la exhibición de símbolos fascistas. Vaya que luchar,
lo que se dice luchar contra los ultras, Florentino no se ha significado mucho,
por más que nos mientan hoy sus esbirros al respecto.La muerte de Jimmy es, diga lo que diga el presidente del Atlético de Madrid, responsabilidad del club que le ha amparado durante años. Recordemos como el Frente Atlético lleva años cantando canciones sobre aquel seguidor donostiarra al que asesinaron. Y ni una sola reprobación. La ejecución está en el debe de todos los aficionados al fútbol que han callado con los cánticos racistas cuando los ejecutan los de “su tribu”. El asesinato es también culpa de ese comité antiviolencia que, o se reúne tarde, o no se reúne nunca. Esa inutilidad andante que todavía no ha hecho cumplir el cierre del Camp Nou por unos hechos lamentables protagonizados por sus aficionados.
Los ultras son una cruz para el fútbol
español. Con el asesinato se hace más pesada y difícil de llevar. Esta carga
es, al mismo tiempo, una nueva medalla que se cobra esa gentuza a la que le
encanta que se hable de ella. Han olido nuestro miedo y lo están disfrutando.
Esa cruz que el mismo Florentino Pérez ha quitado de su escudo para, dice, “no
ofender a los musulmanes”, demuestra el temor por perder la pasta que mantiene
a su sórdido castillo en pié. Si tan preocupado estaba por no ofender, podría
haber empezado por retirar los símbolos nazis de su estadio. Todo, como se
pueden figurar, responde a ese eterno echar balones fuera para no asumir la
responsabilidad. Esa rueda de prensa conjunta entre los presidentes del Deportivo
y Atlético les puede ilustrar de cómo escurrir el bulto. Y tan cierta es la
afirmación de que toda la responsabilidad de la muerte es de todo el fútbol
español como la del presidente de la LFP, señor Tebas, diciendo que hay dos
tipos de aficionados; los normales y los anormales. Por supuesto, él, Jimmy,
sus asesinos y los que apoyan este circo inmundo pertenecen a la segunda categoría.
Ninguno de ellos merece una sola lágrima.
Sergio Calle Llorens
Muy típico del Frente Atlético: todavía les enorgullece la muerte de Aitor Zabaleta. Toda esta escoria fascista y de extrema izquierda en Siberia estaría muy bien.
ResponderEliminarSiberia queda demasiado cerca. A jupiter.
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