sábado, 27 de diciembre de 2014

FARE UNA PASSEGGIATA


Me encanta la expresión en italiano de fare una passeggiata. Suena rotunda, dichosa y contundente a mis oídos acostumbrados a diferentes parlas. Pasear por el bosque de pinos me sirve como soporte piscológico cuando navego en un azaroso mar de dudas que acompaña a todo proceso creativo. Andar por esa avenida de pinos que me conducen a una extraña construcción en esta parte del país malagueño. Puede que algún día me los muros desvelen sus arcanos. En cualquier caso, creo, andar se me hace necesario como una medida de higiene mental. A veces capto un singular canto de perdices mediterráneas, ya tan escasas por culpa de los criminales fertilizantes, y una sonrisa se dibuja en mi boca. Los buhos también cantan sus sentencias a la hora del crepúsculo cuando yo trato de ejercer de caçador de bolets como dicen en Cataluña. Sin mucho éxito, por cierto.

Andar, lo que se dice andar, el ser humano ha andado mucho. Pensemos que durante ciento noventa mil años tuvimos una existencia nómada, como las tribues de cazadores-recolectores, y solo poco más de diez mil años hemos sido agricultores sedentários. Vaya que hemos caminado un trecho, aunque ahora muchos no ejerzan esa práctica andarina que nosotros, los Llorens, llevamos muy a gala. Hoy, en cambio, somos pocos los que nos aventuramos por esos andurriales de Dios. El pueblo prefiere extasiarse con otros menesteres. Yo he conocido a muchos que ansían comunicarse con el altísimo en una catedral gótica pero, como saben, yo hago mis pinitos en plena naturaleza. Esa corrriente del río, esa patria salada mediterránea, ese atardecer anaranjado compitiendo con las nubes que parecen algodón de feria. Es en la naturaleza donde me hallo a gusto, lejos del cretinismo peninsular tan extendido hoy en día. Si Dios quiere comunicarme algo, ya sabe donde encontrarme.

Si la teoría de la relatividad trata de explicar el infinito cosmos y, por su parte, la mecánica cuántica para el funcionamiento de nuestro pequeño mundo, la naturaleza nos sirve de recordatorio de lo efímero de la vida. Tres ciencias accesibles a un pequeñísimo grupo de especialistas. Puedo asegurar que yo no domino ninguna pero, sigo buscando respuestas en los libros y en las caminatas en los bosques, ya sean mediterráneos o del valle navarro de Baztán.

En esta época tan extraña que nos ha tocado vivir, el publo llano mira pero no ve, camina sin percatarse de las maravillas del mundo. Fare una passeggiata es algo magnífico a cualquier hora del día, siempre y cuando no haga excesivo calor o un frío de alambique. Tal vez sea mejor aplicarnos esa condición de pueblo elegido, como los judíos, que impide el proselitismo para extender el culto. Así, los miembros de esta cofradía de hombres y mujeres caminantes podremos adorar las maravillas de la natura sin la consabida molestia de tener que escuchar al pueblo atocinado por tanta miseria televisiva.

Hoy mismo he vuelto a caminar y al tornar a casa, he distinguido el cielo de la costa, las lucecitas del pueblecito donde resido enciéndose como esmeraldas. También he olido la lumbre que encienden los vecinos. Poesía que se mece en la boca de una dama; Blessent mon coeur d'un langueur monotone. Una monotonía que me atrapa cuando la noche se pobló de estrellas como brillantes salpicaduras. Sé que es hora de la recogida para degustar las páginas de un viejo libro. Convencido de que volveré a recitar aquello de non si trova pace se non nei bosqui y, cuando el fuego se apague y mi cansado cuerpo sea recibido de madrugada por las sábanas que me abrigan, pensaré; Domani, un`altra passeggiata.

Sergio Calle Llorens

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