sábado, 8 de noviembre de 2014

CONFITURAS DE FRESA

La mejor confitura del mundo es la de fresa, pero no las de fresa del jardín sino del bosque. Su aroma es agradable y seco. Estamos ante un postre invernal maravilloso que puede compartir con cualquier manjar del mundo. Los países civilizados suelen ser muy confiteros; los isleños de la Gran Bretaña han popularizado la de naranja para el desayuno. Alemania la de ciruelas y Francia la de compota. Pero la de fresa es la mejor del universo. No hay nada como una degustación de confitura de fresas en una cocina de sabor añejo y, ciertamente mediterránea.

En la declinación lenta de la tarde o a la primera luz de amanecer una confitura es un manjar de Dioses. Si al lado de la lumbre uno puede, a veces, vislumbrar el brillo en los ojos de una mujer. En una confitura, se puede observar lo que una dama puede llegar a hacer con sus damas cuando se lo propone. La tierra, obviamente, ayuda con la generosidad de una madre.

De la tierra me hablaba el otro día un amigo cuando mencionaba la carta a los exiliados de Jeremías. Un mensaje epistolar importante, según mi intelocutor, en el desarrollo de la existencia judía. Con esta declaración rabínica la ley de la tierra es la norma que obliga a los hebreos a prosperar en la nueva patria aunque eso suponga ir contra los preceptos de la Torá. Con esta gastronomía nuestra, no es dificil ir contra los principios de las leyes judías, y el cerdo con todos sus derivados se convierte en una tentación en la que siempre hay que caer. Bueno yo estoy extento porque no creo en casi nada.

Seguimos hablando de la tierra practicando aquello que en Cataluña llaman Caçador de bolets. Y es que las setas es otro manjar que nos ofrece la otoñada. Bien es cierto que en el invierno, por más frío que sea, no regala siempre esas rosas anacarados que llegan con el perfume de las violetas. Y esos cielos límpidos que se transforman en amenazantes cuando llegan las tormentas con su celestial pirotecnia.

Desgraciadamente vivimos en un tiempo en los que las buenas conversaciones, como comer con una conversación inteligente, si es que se llega a producir porque hoy, precisamente hoy, la peña está más interesada en mirar el mundo a través de sus móviles. Comer que procede la la voz latina Comedere, con el prefijo com que, como nos recordaba Covarrubias, sirve para indicarnos que no debemos comer solos. Sin embargo, las nuevas tecnologías nos han llevado a yantar en solitario aunque estemos sentados a la mesa en compañía de monos con aparatos en la mano. Otras lenguas románicas tienes palabras como manger o mangiare que viene del latín manducare, un término que siempre, vaya usted a saber por qué, me ha puesto una sonrisa en los labios.

Creo que una de las causas por las que la civilización occidental está decayendo se debe a esa manía nuestra en abandonar las buenas costumbres. Esa mesa regada por productos de la tierra. Esos espumosos que riegan veladas mágicas que se alargan en la madrugada, cuando en la mar se han encendido cientos de luces en los pesqueros como velas que se encienden por nuestros fallecidos. Esas conversaciones donde se relatan historias antiguas de naufragios. Pueden tratarme de derrotista. No les culpo, pero estoy convencido de que gran parte de nuestra crisis moral se debe al hecho de haber abandonado en nuestra dieta las confituras de fresa y melocotón. El primer paso hacia la barbarie de las hamburguesas y la comida rápida. A mí sólo me queda seguir oyendo que hace la mar cuando sopla el fuerte viento de levante. Un sonido cavernoso que pone, en cierta manera, una especial cordura a mis pensamientos. Esas olas me llevan a la cocina antigua de mi madre. Y ya que a ella no podré recuperarla jamás, voy a abrazarme a su querida confitura de fresa.

Sergio Calle Llorens

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