Majestad, me he tomado la libertad de escribirle unas líneas
de despedida. Sí, sé que no me conoce personalmente, pero permítame que le diga
que es usted como de la familia. A fin de cuentas, me ha acompañado usted en
las buenas y en las malas. Le recuerdo allí el día en el que no tuvimos colegio
porque coincidía con el de su coronación ¡Y qué guapa estaba la Reina ¡ Tampoco faltó la
primera vez que me enamoré o en el fallecimiento de mis padres. Por eso, estoy
seguro de que sabrá perdonarme por lo que aquí le dejo escrito.
Estas modestas líneas nacen junto al mediterráneo en las
horas que el sol bulle de pequeñas llamas rojas como minúsculas lenguas de
fuego. El agua es de un color turquesa y parece querer huir de la tierra. Sé
que usted es muy marino y ama de corazón mi patria salada. Los míos, por
cierto, pelearon por su corona en tierras de Cataluña y comenzaron su defensa
en alta mar. Usted sabe de lo que le hablo. Aún así, parte de aquellos soldados
se hicieron republicanos con la caída de
las hojas del calendario. Yo, en cambio, no soy ni monárquico ni republicano,
sino todo lo contrario. Empero, ha tenido y tendrá siempre mi apoyo.
Como verá yo no tengo ideología porque leo mucho y,
especialmente, prefiero la
República de Austria a la Monarquía Alauíta ,
o su Corona a la República
del 36. Es cuestión de haberse criado entre liberales. Ya sabe, esos que
quedamos muy bien fusilados junto a Torrijos en una playa malagueña . Al menos,
hasta que usted llegó y pudimos construir en paz una España de todos y para
todos. Pensando en ello me viene a la cabeza aquel recuerdo guardado en algún
lugar del ático de mi memoria; su Majestad vestido de militar parando el golpe
de estado. En ese momento, mi padre soltó una frase profética; “Venga a dormir
que El Rey se ha ganado un sitio en la historia, la democracia nace hoy”. Y
hasta ahora oiga.
Sé que por razonamiento yo debería ser republicano y pedir
un proceso constituyente pero, en realidad, prefiero seguir a mi corazón que me
dice que no puedo abandonarle a su suerte. Ni siquiera hoy que usted ha tomado
la cobarde decisión de abandonarnos. Los Borbones, pensaba yo, han de entregar la Corona en la cama, y con el
último aliento. Ni un minuto antes, ni un minuto después.
Le recuerdo que hemos luchado y sangrado juntos desde los
albores de la historia. Y si sus familiares antes que su Majestad lo dejaron,
fue por caprichos de la providencia. Mi aliento ha sido suyo, mi vida entera la
he dedicado a tirar del carro que otros desaprensivos quieren volcar para
llevarnos al Gulag un cuarto de hora después.
Quiero que sepa que nos ha dejado solos, solísimos ante lo
que se nos viene encima. Imagino que su decisión viene avalada por la
información que le facilitan los servicios de inteligencia. Empero, un profundo
desasosiego me atrapa el alma. Puede que usted haya abdicado ahora porque
siente que el nuevo parlamento que saldrá de las elecciones generales no
permitiría que su hijo llegue al trono. En fin, no cuestiono sus razones pero
repito, nos ha dejado huérfanos.
Hoy he cerrado los ojos varias veces e, instintivamente, mi
mano ha buscado la empuñadura de mi espada. A mi mente me vienen esos combates
en los que nos cubríamos el vientre y el flanco izquierdo con la toledana. Ya
sabe de lo que le hablo, Toques de aceros, quieto y en línea. Tintineos de
espadas. La vida o la muerte. Y lo hicimos por su Corona, por una España mejor
a la que nosotros también llevamos en el corazón.
No soy más que un soldado viejo que ha visto mucho y ha
peleado más. Reconozco a un valiente en cuanto lo veo, y usted lo ha sido. Sus
aciertos han sido muchos más numerosos que sus fracasos. Y que sepa que ha sido
el único español en los últimos 30 años que ha pedido perdón por sus errores. Y
eso debe de significar algo.
Ha llegado la hora de decirle adiós. Ha llegado la jornada
en la que nuestros caminos se separan para siempre. Y sin embargo, no quiero
dejar de escribir porque sé que las lágrimas van a acudir a mis ojos. Y voy a
llorar porque usted no es un Rey más y yo no soy un español cualquiera.
Prometo, en cualquier caso, serle tan fiel a Felipe VI como lo he sido con su
Majestad, y le juro que jamás me temblará el pulso en su defensa. Al fin y al
cabo, soy de los que creen que un español sólo se debe arrodillar ante Dios y ante su Rey. Es
hora de seguir batallando.
¡Qué Dios le guarde muchos años!
Se despide su más humilde soldado.
Sergio Calle Llorens
Enhorabuena, por la carta, la voy a volver a leer para disfrutarla con tranquilidad. Un saludo desde Huelva.
ResponderEliminarGracias amigo; sólo quiero añadir que una radio la ha leído hoy en Antena. Querían que fuera yo el que la leyera pero, por razones de agenda, me ha sido imposible. Mañana pondré el link.
EliminarUn abrazo
Gracias desde el corazón, Sergio. Estas palabras suyas, que hago mías, me han ayudado a ablandar un poco el peso que llevo en el pecho.
EliminarCreo que nuestro Rey Don Juan Carlos, con esta abdicación, ha vuelto a tener un gesto magnífico de amor para con España.
Viva el Rey!
Muchas gracias; lo que en otros países es obvio, aquí no tanto. Ánimo. Un abrazo
ResponderEliminarhttp://www.ivoox.com/aqui-ahora-03-06-2014-audios-mp3_rf_3185881_1.html Como les prometí; aquí tienen la carta de despedida a SM El Rey en la voz de Asunción Embuena.
ResponderEliminarReferendum ya!
ResponderEliminarVivimos en democracia,no?pues que el pueblo se manifieste y si el pueblo quiere, tendremos monarquía.
Los españoles votamos cada 4 años. Es ahí donde se podría plantear todo pero no hay manera de que lo entendáis.
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