martes, 3 de junio de 2014

CARTA A SM EL REY

Majestad, me he tomado la libertad de escribirle unas líneas de despedida. Sí, sé que no me conoce personalmente, pero permítame que le diga que es usted como de la familia. A fin de cuentas, me ha acompañado usted en las buenas y en las malas. Le recuerdo allí el día en el que no tuvimos colegio porque coincidía con el de su coronación ¡Y qué guapa estaba la Reina¡ Tampoco faltó la primera vez que me enamoré o en el fallecimiento de mis padres. Por eso, estoy seguro de que sabrá perdonarme por lo que aquí le dejo escrito.

Estas modestas líneas nacen junto al mediterráneo en las horas que el sol bulle de pequeñas llamas rojas como minúsculas lenguas de fuego. El agua es de un color turquesa y parece querer huir de la tierra. Sé que usted es muy marino y ama de corazón mi patria salada. Los míos, por cierto, pelearon por su corona en tierras de Cataluña y comenzaron su defensa en alta mar. Usted sabe de lo que le hablo. Aún así, parte de aquellos soldados se hicieron republicanos con la caída de las hojas del calendario. Yo, en cambio, no soy ni monárquico ni republicano, sino todo lo contrario. Empero, ha tenido y tendrá siempre mi apoyo.

Como verá yo no tengo ideología porque leo mucho y, especialmente, prefiero la República de Austria a la Monarquía Alauíta, o su Corona a la República del 36. Es cuestión de haberse criado entre liberales. Ya sabe, esos que quedamos muy bien fusilados junto a Torrijos en una playa malagueña . Al menos, hasta que usted llegó y pudimos construir en paz una España de todos y para todos. Pensando en ello me viene a la cabeza aquel recuerdo guardado en algún lugar del ático de mi memoria; su Majestad vestido de militar parando el golpe de estado. En ese momento, mi padre soltó una frase profética; “Venga a dormir que El Rey se ha ganado un sitio en la historia, la democracia nace hoy”. Y hasta ahora oiga.

Sé que por razonamiento yo debería ser republicano y pedir un proceso constituyente pero, en realidad, prefiero seguir a mi corazón que me dice que no puedo abandonarle a su suerte. Ni siquiera hoy que usted ha tomado la cobarde decisión de abandonarnos. Los Borbones, pensaba yo, han de entregar la Corona en la cama, y con el último aliento. Ni un minuto antes, ni un minuto después.

Le recuerdo que hemos luchado y sangrado juntos desde los albores de la historia. Y si sus familiares antes que su Majestad lo dejaron, fue por caprichos de la providencia. Mi aliento ha sido suyo, mi vida entera la he dedicado a tirar del carro que otros desaprensivos quieren volcar para llevarnos al Gulag un cuarto de hora después.

Quiero que sepa que nos ha dejado solos, solísimos ante lo que se nos viene encima. Imagino que su decisión viene avalada por la información que le facilitan los servicios de inteligencia. Empero, un profundo desasosiego me atrapa el alma. Puede que usted haya abdicado ahora porque siente que el nuevo parlamento que saldrá de las elecciones generales no permitiría que su hijo llegue al trono. En fin, no cuestiono sus razones pero repito, nos ha dejado huérfanos.

Hoy he cerrado los ojos varias veces e, instintivamente, mi mano ha buscado la empuñadura de mi espada. A mi mente me vienen esos combates en los que nos cubríamos el vientre y el flanco izquierdo con la toledana. Ya sabe de lo que le hablo, Toques de aceros, quieto y en línea. Tintineos de espadas. La vida o la muerte. Y lo hicimos por su Corona, por una España mejor a la que nosotros también llevamos en el corazón.

No soy más que un soldado viejo que ha visto mucho y ha peleado más. Reconozco a un valiente en cuanto lo veo, y usted lo ha sido. Sus aciertos han sido muchos más numerosos que sus fracasos. Y que sepa que ha sido el único español en los últimos 30 años que ha pedido perdón por sus errores. Y eso debe de significar algo.

Ha llegado la hora de decirle adiós. Ha llegado la jornada en la que nuestros caminos se separan para siempre. Y sin embargo, no quiero dejar de escribir porque sé que las lágrimas van a acudir a mis ojos. Y voy a llorar porque usted no es un Rey más y yo no soy un español cualquiera. Prometo, en cualquier caso, serle tan fiel a Felipe VI como lo he sido con su Majestad, y le juro que jamás me temblará el pulso en su defensa. Al fin y al cabo, soy de los que creen que un español sólo se  debe arrodillar ante Dios y ante su Rey. Es hora de seguir batallando.

¡Qué Dios le guarde muchos años!

Se despide su más humilde soldado.

Sergio Calle Llorens


7 comentarios:

  1. Enhorabuena, por la carta, la voy a volver a leer para disfrutarla con tranquilidad. Un saludo desde Huelva.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias amigo; sólo quiero añadir que una radio la ha leído hoy en Antena. Querían que fuera yo el que la leyera pero, por razones de agenda, me ha sido imposible. Mañana pondré el link.

      Un abrazo

      Eliminar
    2. Gracias desde el corazón, Sergio. Estas palabras suyas, que hago mías, me han ayudado a ablandar un poco el peso que llevo en el pecho.
      Creo que nuestro Rey Don Juan Carlos, con esta abdicación, ha vuelto a tener un gesto magnífico de amor para con España.
      Viva el Rey!

      Eliminar
  2. Muchas gracias; lo que en otros países es obvio, aquí no tanto. Ánimo. Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. http://www.ivoox.com/aqui-ahora-03-06-2014-audios-mp3_rf_3185881_1.html Como les prometí; aquí tienen la carta de despedida a SM El Rey en la voz de Asunción Embuena.

    ResponderEliminar
  4. Referendum ya!
    Vivimos en democracia,no?pues que el pueblo se manifieste y si el pueblo quiere, tendremos monarquía.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Los españoles votamos cada 4 años. Es ahí donde se podría plantear todo pero no hay manera de que lo entendáis.

      Eliminar