viernes, 21 de febrero de 2014

BLAS INFANTE O MUCHO RUIDO....


Como ya se va acercando esa fecha que tengo marcada en negro en mi calendario; el 28 de Febrero, el cuerpo me pide exponer la cantidad de pamplinas que se dicen sobre el mal llamado padre de la Patria andaluza. Según la versión oficial, Blas Infante era un hombre adelantado a su tiempo por pedir autonomía y libertad para el pueblo andaluz. Incluso hay algunos turiferarios que proyectan una imagen celestial y bondadosa del personaje. Sin embargo, la realidad es tozuda; Infante era un auténtico patán, que lo mataran, como he comentado en infinidad de ocasiones, no le da la razón en sus planteamientos políticos, sino que simplemente se la quita a sus asesinos.

Si Sabino Arana defendía una republica bajo la advocación del Sagrado Corazón de Jesús, Infante abogaba por una estado libre andaluz con la advocación de Mahoma. Don Blas se había convertido al Islam en uno de esos viajes iniciáticos en Marruecos. El acto tuvo lugar con dos  testigos descendientes de los moriscos expulsados por los Reyes Católicos. La conversión al Islam del “Padre de la Patria no es, en ningún caso, un tema baladí pues es un punto fundamental para entender su ideología política. Con ella, abrazaba esa extraña teoría que defiende que la invasión musulmana de España había sido, en realidad, pacífica. Desgraciadamente, no hay textos escolares que traten ni la conversión, ni su ideario político descabellado y lleno de contradicciones.

El Islam, decía Infante en un manuscrito inédito, no es sólo espiritual, sino también movimiento cuyo esplendor se encuentra en la experiencia andaluza de Al- Andalus. Lo increíble es que en la actualidad, profesores de centros públicos y concertados defienden que los andaluces actuales son herederos de esas ideas y de ese supuesto esplendor. De ser así, en la Andalucía heredera del Al Andalus, no habría ni semana santa, ni consumo de vino, ni catedrales, ni Rocío y, mucho menos consumo de jamón. Que haya tantos centros, avenidas, plazas y hasta agencias de viaje con la denominación Al-Andalus dice muy poco de los conocimientos del pueblo andaluz sobre su propia historia. Por desconocer, desconocen, hasta el hecho de que una gran mayoría de andaluces es descendiente de los pobladores del resto de España.

Otro aspecto sorprendente en el ideario de Infante es que afirmaba que su ideología era antes humana que nacionalista. Y es sorprendente porque, que sepamos, no se ha encontrado un ejemplo de nacionalismo entre la comunidad de canguros de Australia o, en ninguna otra especie animal. La anécdota muestra muy a las claras el poco nivel intelectual del notario que dedicó su vida a idealizar un pasado que no entendió jamás.

Como todas las ideologías nacionalistas, todo lo bueno viene de dentro y todo lo malo de fuera. Infante identifica la cara de Belcebú en esos “colonos del norte” que se quedan con las tierras de los andalusíes para crear latifundios, tras la expulsión de los moriscos. El modelo de Infante no es el del siglo XVI o de la sociedad industrial, sino en Al- Andalus. Y en eso modelo mítico fuertemente idealizado defiende la unión de los  antiguos moradores moriscos con los habitantes de la Andalucía del siglo XX. Incluso llegó a hablar de que “hay un andalucismo, como hay un sionismo", y que había que reconstruir Sión. En ese contexto se entiende aquellas proclamas en las que defendía la unión de Andalucía con Marruecos. Lo que no explica Infante es si los moriscos eran tan avanzados y maravillosos, cómo es posible que no hubieran salido de la pobreza durante los siglos posteriores a su expulsión. Además, el lector avezado se habrá dado cuenta de que sus pobres excusas para justificar el atraso andaluz coinciden en lo sustancial con las teorías indigenistas. Esas que presentan una América prehispánica como una arcadia feliz y perfecta hasta que llegaron los pérfidos españoles. Lejos de contentarse con esa extraña afirmación, como si los Mexicas o los Incas no hubieran realizado sacrificio humano alguno, siguen empeñados en demostrarnos que su atraso actual se debe a la conquista iniciada en 1492 y, jamás a los políticas equivocadas de la pandilla de corruptos y patanes que les han gobernado desde que accedieran a la independencia.  En realidad, tratamos a personas cuya ideología parece haber bebido en la fuente de Peter Pan; con ese permanente deseo de vivir como críos toda la vida.

Infante es hoy lo que antaño José Antonio Primo de Rivera, una momia andante que algunos sacan a pasear cuando les conviene. Un tipo cuyos escritos muy pocos han leído y, los que lo han hecho, ocultan parte de su ideario. La razón es simple; edulcorar y simplificar la vida de un sujeto cuyo deseo fue siempre la vuelta a un pasado lleno de teocracias y, de camino, alejar a Andalucía de la verdadera esencia europea basada en el cristianismo y la romanización. Es precisamente en este punto donde recae el mayor desconocimiento de los andaluces, porque la Andalucía de hoy es cristiana religiosa y culturalmente. Empero, el “Padre de la Patria andaluza” le pedía, desde su falso misticismo, que dejara de serlo para abandonar en el proceso el racionalismo europeo en nombre del islamismo.

El pueblo andaluz puede permanecer en la inopia los próximos 300 años. Por mí, como si quieren organizar ofrendas florales a Blas Infante hasta el final de los días pero, por supuesto, los demás tenemos  el mismo derecho a decir, y sin acritud, que era un cretino integral. En cualquier caso, y a pesar de la propaganda oficial, Don Blas sigue siendo un Don nadie para la gran mayoría de la población.

En la última reforma del Estatuto andaluz donde se ensalzaba su figura, entre otras cosas, fueron llamados a consultas 6.045.560  ciudadanos para responder el 18 de febrero de 2007 a la pregunta: ¿Aprueba el Proyecto de Estatuto de Autonomía para Andalucía? Como aquella reforma interesaba menos que las fotos de Falete en bañador, 3.852.063 personas, o lo que es lo mismo el 63,72% del censo, se abstuvo de votar y, sólo 2.193.497 de almas ejercieron su derecho al voto. Entre los votos negativos, está el de un servidor que se suman a los 206.000, un 9,48% de los votantes. Los votos positivos fueron 1.899.60, el 36,28%. También hubo 20.966 votos nulos aquel aciago día. De aquella votación se desprende lo siguiente:

1-) A pesar del bombardeo mediático y del apoyo de todas las fuerzas políticas andaluzas con representación en el parlamento de la taifa, menos de uno de cada tres andaluces votó sí al nuevo estatuto.
2-) En los meses anteriores a la consulta, no se permitió ninguna voz pidiendo el no al Referéndum en los medios del Régimen.
3.) El estatuto andaluz actual fue aprobado por un porcentaje mínimo muy inferior al apoyo masivo que el pueblo andaluz dio al primer texto estatutario.
4-) Con un 63,72% de abstención el texto aprobado carece de legitimidad moral y no debería ser vinculante.

Todo el asunto de Blas Infante me recuerda a aquella jornada en la que según contaba el Conde de Clonard, en 1597 las tropas españolas tomaron la ciudad de Amiens merced a una treta urdida por el gallardo Capitán Hernán de Tello de Portocarrero, que vistió de labradores a 16 de sus soldados que dominaban perfectamente la lengua de Moliere. Esos soldados penetraron en la ciudad provistos de sacos de nueces. Apenas penetraron en la ciudad, uno de los soldados dejó caer voluntariamente uno de esos sacos, lo que movió a los soldados franceses a recoger las nueces del suelo. Esta situación permitió a los españoles sacar sus armas de la carreta de heno y así reducir a las tropas locales para permitir el ingreso de una columna invasora. Posteriormente, los franceses recobraron la plaza, pero la astucia de los nuestros dio lugar al dicho “mucho ruido y pocas nueces”. Exactamente como las chalauras propuestas por Blas Infante y sus descendientes.


Sergio Calle Llorens

9 comentarios:

  1. ¡Sí señór! Un gran malagueño. Callado cual puta cuando se conmemoraba la matanza de 1937, sólo te faltó glorificar a Queipo de Llano. Poco le ha faltado para profanar los restos de Blas Infante... Esta Málaga fascistoide. Me da la impresión de que has intentado currar muchas veces para Junta, Y NO HUBO MANERA. Rencor...

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    1. Se lo explico;

      1- No encontrará en ninguno de mis escritos alusiones favorables al fascismo. Es más, debido a mis críticas furibundas contra esa ideología, he recibido innumerables amenazas. También comentarle que tuve a familiares en la famosa Espantá de Málaga. Sin embargo, mi idea de la guerra civil es que fue un conflicto entre cabrones contra hijos de puta.

      2- Creo que no ha entendido nada del artículo pero se lo repito, que a alguien le maten no le da la razón al asesinado sino que se la quitan al asesino. Eso sí, Blas Infante era un cretino integral.

      3- Escribe usted falta y mezcla el tuteo con el usted de forma constante. Intente formarse algo más, especialmente a la hora de decir barbaridades.

      4- Aunque le parezca mentira, somos muchos los que no aspiramos a trabajar en la Junta. Y es que hay vida fuera del patético mundo oficial andaluz.

      5- Quiero comunicarle que no volveré a publicar comentarios que no vengan, al menos, firmados con nombre y apellidos.

      Saludos

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    2. Con permiso: Blas Infante era un enfermo mental que, hoy día, habría sido tratado con ansiolíticos y antidepresivos en cualquier ambulatorio de barrio; y probablemente nos habría ahorrado la cantidad de memeces que escribió para gloria de los prenazionalistas melancólicos andaluces, que por fortuna son pocos y ridículos.

      Blas Infante fue hijo de su época, dominada en Andalucía (y otras zonas de España) por el caciquismo contra el que luchaban los próceres parlamentarios del momento. Pero en vez de concentrar su protesta y su pretendida lucha en favor del pueblo, se refugió, saltando de un miedo a otro, en estupideces panislamistas y melancolías de una Al Andalus que jamás existió (tal y como él la soñaba).

      En resumen: un perfecto cretino, como bien dice Llorens en este magnífico artículo. Y, ojo: profanar la memoria de Blas Infante no es hablar con claridad y despejar la tiniebla de idiotez que oscurece la vida de los andaluces desde hace décadas; profanar la memoria de este memo infinito es pretender que los pobres niños andaluces, cada año y sin saber muy bien por qué, lo glorifiquen en sus colegios, institutos y conservatorios, caiga quien caiga y por encima de las coordenadas mínimas de la Inteligencia.

      Yo, por mi parte, y como profesor malpagado que soy (y aunque ganara lo mismo que cualquier ex político metido a ejecutivo de las hidroeléctricas), me niego todos los 28 de febrero a celebrar ni el Día de Andalucía (sic) ni el besamanos al cretino de Infante. Aduzco, para ello, mi objeción de conciencia ciudadana y mis dosis de cociente mental, que para mi desgracia y desde pequeño no me ha traído más que problemas y alguna que otra ínfima satisfacción personal.

      Así que, lo dicho: enhorabuena, señor Llorens, por su certero artículo. Decir de Infante que era un cretino no es insultarlo, sino definirlo.

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    3. Muchas gracias. El problema es que en las escuelas a los estudiantes les cuentan una historia que jamás se dio. Un poco como en Cataluña aunque, obviamente, esa diarrea mental no ha llegado a diminarnos del todo. Un abrazo senor Maestre.

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  2. Da gusto leerte. Da gusto por lo bien que escribe y porque se atreve a decir las verdades del barquero de una Andalucía impostada y falsa cuyo padre era igual de falso. Me gusta como has tratado el tema exponiendo las vergüenzas de un personaje tan patético como Infante, que lo mataran como dice, no le da la razón en sus patéticos planteamientos ideológicos.

    Le doy un 10 rotundo y sincero.

    Francisco Bejarano.

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  3. Me he permitido añadir un texto escrito por mi paisano Juan Eslava Galán sobre Blas Infante y su ideología. Espero que no le moleste. Un gran trabajo el suyo, Sergio Calle Llorens. Gracias

    Lucía Callejón


    La guerra de Irak despierta en cierto sector de la progresía andaluza el mito de la edad dorada del Islam andalusí, un gobierno culto y tolerante que gobierna una tierra fértil donde conviven en armonía moros, cristianos y judíos hasta que llegan los brutos cristianos y lo arrasan todo.

    Se puede disculpar que los románticos abrazaran esos tópicos cuando los estudios históricos estaban en mantillas. El idealista Blas Infante, por ejemplo, desprecia a Fernando III, al que apoda “El Bizco”, porque “entró en Andalucía y nos despeñó en Despeñaperros, nos quitó nuestras tierras, nuestra cultura”. A nosotros, es decir, a los andaluces. Ahora sabemos que, en efecto, les quitó las tierras a los moros (como ellos antes se las habían quitado a los visigodos) y asentó en esas tierras pobladores venidos del norte. Los actuales andaluces descendemos de estos colonos cristianos, no de los moros que se fueron y que jamás se mezclaron. Por eso los andaluces de hoy somos cristianos y tenemos apellidos procedentes de Galicia, de León, de Vascongadas o de Cuenca.

    Prestigiosos arabistas e historiadores se han manifestado ya sobre estos asuntos. Serafín Fanjul ha señalado que los invasores islámicos que conquistaron España en el siglo VIII eran “bárbaros hasta la médula y a medio islamizar” y que la hegemonía política y militar que impusieron durante el califato “no significa por fuerza peso cultural paralelo”, que “la importación cultural y literaria de Oriente no implica gran creatividad local de los poetastros y poetas menores de los siglos VIII y IX”, lo que cataloga Al Andalus como un país menor en el Islam de la época.

    Por su parte, el catedrático de historia medieval Manuel González Jiménez ha señalado la falsedad del mito de la convivencia de las tres culturas. En la Córdoba del siglo X la sociedad no era plural, como ha veces se afirma, ni existía verdadera libertad de culto, puesto que los cristianos y los judíos pagaban impuestos por serlo. También ha señalado que “entre 1225 y 1266 la casi totalidad de la población musulmana de Andalucía fue expulsada o se exilió voluntariamente, lo que Ibn Jaldún llama la gran emigración. A finales del siglo XV sólo quedaban en Andalucía unas 320 familias musulmanas”. O sea, muchas menos que ahora.

    En los confusos tiempos que corren es conveniente que algunas cosas queden claras.

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    1. Muchas gracias por dejar comentario. Dice bien; lo realmente increíble es que está realidad que Eslava Galán recoge no se ve por ningún lado en los textos escolares andaluces. Un despropósito total. Necesitamos voces sabias que rompan con la oscuridad que representa Andalucía y sus mitos.

      Un fuerte abrazo.

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  4. Y ya que estamos le dejo un artículo en el que Juan Eslava Galán reivindica las raíces romanas de Andalucía en detrimento de las romanas y deja a Blas Infante en muy mal lugar:

    uan Eslava Galán asume sin ningún problema una frase que pronuncia en su último libro uno de sus protagonistas: «Lo que les debemos a los moros se ha exagerado notablemente», dice Donoso, un personaje que guarda bastante parecido físico con el escritor jiennense. Sobre él descarga el propio Eslava Galán mucha de las cosas que piensa, y las suelta en 'Ciudades de la Bética'(Fundación Lara), un ensayo que reivindica las raíces romanas de Andalucía en detrimento de las musulmanas. «Está perfectamente comprobado que descendemos de los cristianos del norte, no tenemos sangre musulmana», sentencia el autor.

    A su juicio, la creencia de que la mayor herencia de la que bebe Andalucía es la musulmana se inicia con la llegada de los primeros viajeros románticos, «que, como saben que para encontrar las raíces romanas les bastaba con ir a Italia, vienen buscando la huella de Oriente». «Lo de los musulmanes es un tópico que hemos aceptado estúpidamente, y encima hemos hecho que se convierta en una imagen de Andalucía», aseveró.

    Además, el autor no se muerde la lengua, y señala a Blas Infante como uno de los encargados de propagar de forma errónea lo que hoy se sigue entendiendo como una certeza: «El padre de la patria andaluza cayó en ridiculeces como la de vestirse de moro, recorrió Marruecos buscando el pasado andalusí y se extasiaba cuando veía allí algo parecido a la Alhambra, porque desconocía que la Alhambra es una creación exportada de Al-Andalus a Marruecos, y no al revés».

    A la hora de justificar lo que él entiende como un predominio de las raíces romanas que sigue vigente, el escritor aseguró que «Andalucía llegó a ser la región más culturizada del Imperio Romano, y por eso hay que intentar que tenga una continuidad». «Aquí nacieron dos de las cuatro grandes figuras romanas, Adriano y Trajano, y filósofos como Séneca o tratadistas como Columela», recalcó Eslava Galán.

    Asimismo, el autor explicó que uno de los grandes motivos, por los que ha escrito este libro, es que en aquella época el territorio andaluz era muy parecido al de ahora, «ya que sólo quedaría fuera un trozo de Almería, y dentro había una parte de la provincia de Badajoz».

    En esta línea, Eslava Galán reiteró que este libro está escrito con el convencimiento de que «lo primero siempre será mirar al futuro, aunque no se deben perder de vista las raíces». De ahí que haya intentado que el relato de su acercamiento a los vestigios arqueológicos de aquel período se haya materializado de la forma más divertida posible, porque no quiere «dar el coñazo con la historia». «Creo que el secreto para que la historia llegue a la gente está en contar las cosas que ocurrieron hace 2.000 años como si hubieran ocurrido ayer y, viceversa, contar lo que ocurrió ayer como si hubieran pasado 2.000 años; al menos, es lo que suelo hacer cuando escribo de la antigüedad o de la historia reciente», apostilló.

    Al oírle, no extraña los saltos que, con absoluta naturalidad, se producen del pasado al presente en esta narración que parte del reencuentro de dos viejos amigos, ya jubilados y aficionados a la arqueología, que se deciden a recorrer las antiguas ciudades de la Bética, sin renunciar al placer de sus tabernas o prostíbulos, en busca de la confirmación de lo viva que sigue Roma en numerosas costumbres.

    Así, en este itinerario por lo que queda de Itálica, Ronda la Vieja, Carmona, Écija o Linares, lo mismo se emplean latinajos que se le llama ‘Guarralquivir’ al río. O, incluso, los protagonistas se disponen a montarse en una cuádriga cuando, en realidad, están subiendo al Ford Fiesta blanco en el que hacen este viaje que abraza presente y pasado.

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