sábado, 19 de octubre de 2013

TODOS LOS NEGRITOS

Entre ustedes y yo, a la gran mayoría de europeos le trae sin cuidado que miles de africanos perezcan en las costas del mediterráneo. Y, sin son magrebíes, las muertes son recibidas con una completa indiferencia. La UE disimula mandando dinero a Roma para que se las apañe. Italia, en cambio, muestra que es un estado fallido al no poder poner freno a la avalancha humana. La inutilidad se une a la desesperación que, como la fe, mueve montañas.

 La joven nación ha pasado de la Primera Guerra Mundial a la Segunda y, tras los conflictos, al espacio económico europeo. En ninguna etapa ha podido Italia desembarazarse del poder oscuro que lleva siglos mandando en esas tierras. Tampoco Europa es un compendio de virtudes a la hora de asistir a los más necesitados. Creó el problema judío al  intentar exterminarlos, cayó ante la barbarie nazi y no hizo nada por ayudar a los que caían ante la bota criminal comunista. Miró para otro lado en el conflicto de la extinta Yugoslavia y, como casi siempre, tuvo que echar mano de los valientes soldados americanos para poner fin al conflicto. Europa, en definitiva, es una vieja chocha que ilumina menos que una bombilla de 25.

El hombre occidental en general y, el europeo en particular, pierde la salud para ganar dinero, después pierde el dinero para ganar la salud y por pensar ansiosamente en el futuro, no disfruta ni el presente ni el futuro. A pesar de ello, los africanos, hartos de guerra y destrucción, buscan llenarse el estómago dos veces al día y, ya que no tienen presente, al menos que tengan futuro. Con su llegada al viejo continente, esperan encontrar su Dorado. Sin embargo, el africano en la mente del europeo queda muy bien siendo discriminado por el pérfido yankee. Fuera de ahí, se convierte en un tipo desagradable que grita mucho y que pide demasiado. A la pregunta de si eres racista, el europeo contesta con un rotundo no, siempre y cuando las autoridades tengan a bien mantener alejada a los de piel oscura. Tampoco le gusta al europeo demasiado el moro que padece, según la opinión mayoritaria, las taras propias de la secta de Mahoma.

Mandar dinero para meter los cadáveres de los africanos bajo la manta, es lo único que sabe hacer la UE. En verdad, es una novedad pues no sabe recibirlos, no cuenta que hay sitio para todos, no puede asimilarlos y, tampoco los quiere tener corriendo libres por las calles de Berlín y Copenhague. Así que los morenitos del sur se apañen con los dineritos de los jubilados del norte y, que Durao Barroso siga con sus ridículos discursos que quedan muy bien entre los tarados de Twitter. Ya habrá tiempo para que los nórdicos se solivianten con las imágenes de los finados en las playas del sur donde se bañan en vacaciones. Y es que estos africanos tienen la poquísima vergüenza de ir a morirse en la orilla que pisan sus blancos pies.

La gran verdad es que para el europeo, racista impenitente, el judío sólo es aceptado en una cámara de gas y, el africano apenas queda guapo en un libro de Karen Blixen; sirviendo, diciendo sí bwana  y siendo devorado por los leones que se sientan a mirar el crepúsculo en la tumba de Denys Finch Hatton.

Sergio Calle Llorens


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