En verdad mis ideas no valen un pimiento y,
por si no lo sabían, no me tomo la vida demasiado en serio, consciente de que
no saldré vivo de ella. Me gustaría que el mundo fuera un lugar mucho mejor
cuando yo me haya marchado pero, he de confesar que no estoy del todo seguro. Con
los años he ido aprendiendo a sondear el alma de los hombres, sus zonas sombrías
y sus puntos luminosos. Eso me he hecho jugar con alguna ventaja. Soy un hombre
de pocas convicciones pero las que tengo las defiendo a muerte. Desde que
comencé a escribir, he vivido todo tipo de situaciones; algunas muy
desagradables y otras, en cambio, me han alimentado el espíritu. Mis escritos
han dado a muchos malentendidos que, si ustedes me lo permiten, quiero aclarar
por si alguien tuviese a bien pasar por éstas modestas líneas con la intención
de comprenderme.
Políticamente soy liberal, una ideología
basada en la certeza de que los otros pueden tener razón y ser uno el
equivocado. Soy de la opinión de que no hay libertad para nadie cuando no la
hay para quien piensa diferente. De ahí que huya de ideologías franquistas,
fascistas o comunistas. Mi lema en relación al mundo de la política es el
siguiente; no entres nunca voluntariamente en una habitación o en un país cuya
puerta no se abra nunca desde el interior. Por eso aborrezco la dictadura de
los hermanos Castro, carcamales que hasta que estiren la pata disfrutarán de la
vida mientras el pueblo se muere de hambre.
En temas de religión, soy un completo
descreído aunque, a veces, siento que existe otra realidad que no logro llegar
a entender. En cuestiones del más allá pienso si tras la muerte vienen a por
mí, al menda que no le despierten.
No creo demasiado en el ser humano y, mucho
menos, en realidades nacionales inventadas pero si me dieran a elegir, quisiera
ser español otra vez. Será mi lado masoquista, supongo, pues pertenecer a esa nacionalidad
y tener lucidez es una maldición bíblica.
Artísticamente tengo la manía de Italia, del
gótico y de la literatura de terror. Odio las cosas enmarañadas y poco
precisas. Escribo tratando buscar el adjetivo correcto para describir lo que
veo, o lo que pienso. Raramente lo consigo como ustedes pueden comprobar.
Personalmente prefiero la noche que es oscura
e incomprensible. Mi gusto por la oscuridad me viene de mi querencia por el
silencio. No quiero decir que esté en contra de que la gente hable, pero sí de
que lo haga sin un mínimo de reflexión. La visión del mediterráneo de noche
iluminado por la luna, o de un bosque espeso cubierto de rayos de plata me
producen un placer indescriptible.
Para mi compañía, prefiero la gente con gran
sentido del humor y que, por encima de todo, pueda enseñarme algo. Y, por
supuesto, si es mujer mucho mejor. Soy un gran admirador de las mujeres en el
sentido provenzal más amplio. No soy demasiado enamoradizo pero no hay nada
como un amor platónico como el que sentía Dante por Beatriz para escribir un
poema desesperado.
No me siento muy cómodo bajo el sol andaluz
que nos ha traído fanatismo e intolerancia y, con ello, una gran alergia a los
libros. Durante un tiempo defendí en varios foros la tierra que me vio nacer
hasta que, como saben, me echaron de todos. En realidad, hicieron bien.
Un resumen de mi persona me llevaría una
década y tiempo es lo que no tengo. El que me queda lo dedico para tratar de
encontrar el lugar en el que encaje. Me siento como una pieza de un gigantesco
rompecabezas que no quiere aceptarme. Mi vida a veces es como la región de los
callejones sin salida, un paseo por los callejones a ninguna parte. Eso sí,
aunque no sé qué hago aquí, me bebo la vida a sorbitos pues soy consciente de
que muero cada día. Mis días tienen un leve encantamiento suave. Sigo en
permanente búsqueda sin hallar nada. Uno de mis características es que nunca me
olvido de sonreír aunque me esté muriendo por dentro. Esta actitud es de una
grandiosidad cósmica e inconsciente pues todo hijo de vecino termina contándome
sus penas y yo, aunque no lo parezca, sienta como el tiempo se me resbala entre las manos. No son
poco los días en los que unos y otros me llaman para participar en diferentes
proyectos, para apuntarme a causas
varias sin detenerse un minuto a preguntarme por mi estado de ánimo. En esos
momentos, desconecto por completo e imagino como un rayo de luna perdido se
tiende sobre la cama de mi playa de madrugada. En realidad, la gente que
conozco carece de tono contestatario y acuden a mí cuan soldado peligroso y
encolerizado. Si quieren conocer la verdad, les diré que lejos de estas
páginas, soy un tipo de lo más calmado y razonable. Empecé a escribir como
terapia para no perder la cordura y creo que no me ha salido mal la cosa del
todo
Recientemente llegué a la conclusión de que
soy un ser más virtual que real. Era uno de esos días llenos de melancolía
cuando advertí que en más de un mes, el teléfono no había sonado ni una sola
vez. Me sumergí en una depresión profunda hasta que advertí que el teléfono
llevaba más de un más desconectado. Subsané el error para comprobar un mes más
tarde que el aparato seguía sin recibir llamada alguna. Me marché a pasear y,
por un momento, me imaginé en ese universo Dickensiano más dramático. Parecía
estar caminando por Fleet Street viviendo un viejo drama. Me encontré con una
amiga actriz con la que tomé unas cervezas junto al mediterráneo. Se quejaba de
que pasado los 30 no había papeles para mujeres de su edad. Le dije que esperara
a los 50 para ver el papel que desempeñaba. Mi comentario le resultó tan
divertido que me invitó a cenar. Pasamos una velada muy agradable y mientras
más fracasos le contaba, aquella mujer mejor se lo pasaba. Hacía tiempo que
alguien me hablaba directamente sin la mediación de una pantalla. Creo que
pensé que en el pasado, todo era mucho más fácil. Yo, incluido.
Sergio Calle Llorens
Te desnudas... Es una buena terapia.
ResponderEliminarSoy lo que escribo, no hay trampa ni cartón: saludos
EliminarEstimado amigo, todos nos sentimos alguna vez, piezas de un rompecabezas y no sabemos dónde ubicarnos.
ResponderEliminarLa permanente búsqueda es signo de estar más vivos que nunca, muertos están los que se acomodan y no se preguntan un ¿Por qué? Que importa locura o cordura, si a todos se nos cerrará el telón de este teatro real o virtual, ¡¡ qué más da!!!
Saludos y que te vaya bien.
Muchas gracias por el consejo. Saludos
EliminarHola amigo: Yo tampoco jamás me olvido de sonreír y a veces me muero por dentro como tú.
ResponderEliminarPor eso amo la soledad, el mar, la poesía, las noches de luna clara.
Todo aquello en lo que puedo fundir mi alma, alma inquieta y llena de incertidumbres, que no encuentra respuestas, y no sabe hacia dónde va, pero que sabe que tiene que navegar sola en esa búsqueda de la nada, esa nada que me atormenta y a la vez me regocija. Siento que quizás soy el sueño de alguien, ¡que en realidad no existo! Pero que tengo que seguir en esos callejones que no llevan a ninguna parte, pero en los que quiero caminar eternamente.
Saludos