La táctica de la
Junta de Andalucía siempre ha sido la misma desde que se
constituyó como ente autónomo; sacan un proyecto para restaurar una zona de la
ciudad de Málaga y, mucho tiempo después, ese plan se queda en un cajón a
orillas del Guadalquivir o, en su defecto, cambian la ley por la vía de
urgencia para alargar el proceso y que las casas se vengan abajo. La reacción local ha variado mucho
a lo largo de los años. En principio se les creía, al final, cualquier anuncio
del gobierno regional se le hace tanto caso como a una frase de Espinete. Para
ilustrarles de lo que digo, voy a hablarles del último caso: las tecnocasas.
Un proyecto ejemplar de rehabilitación de los antiguos
arrabales del Centro Histórico con 300 viviendas protegidas en régimen de
alquileres destinadas a jóvenes emprendedores que dispondrían de espacios para
trabajar en sus pisos. La Junta ,
como no podía ser de otra manera, anunció su plan en 2005 con la intención
puesta en el entorno de Lagunillas. Pasados los años, las casas se vienen abajo
y, se sigue sin construir nada. Al margen del craso error de sustituir casas de
un indudable valor histórico por viviendas de “última generación”, dejar que
las casas se deterioren es un crimen habitual de la Junta en nuestra provincia.
Este tipo de proceder no es nada inusual pues en los años
80, si ustedes recuerdan, se dejó que parte del barrio de la Trinidad cayera por
voluntad de los socialistas. Todo por hundir a Málaga y sus intereses. Incluso,
las viviendas de la guerra de la antigua Yugoslavia fueron restauradas mucho
antes que las malagueñas. No les exagero, y si no me creen, vayan a las hemerotecas.
El caso de las tecnocasas es sangrante pues a los años de
paralización, vienen a sumarse al cambio en el Registro de Demandantes de la Junta aprobado en enero
pasado que llevó al proyecto a un callejón sin salida. La modificación supone
que el acceso a estas casas ya no debe ser para los jóvenes emprendedores, sino
para todo el mundo. Con el cambio, los empresarios ya no podrían vivir en sus
respectivos lugares de trabajo.
Es una estrategia vieja pero efectiva la que desarrolla la Junta en Málaga. Estrategia
que a la larga ha desembocado en una desafección diáfana por ese ente político
que vemos como un lastre para nuestros intereses. Tres décadas después, esos
señoritos andaluces no tienen nada que ofrecernos que no sea un yugo. A nadie
debería extrañar que la única vez a la que a los malagueños nos suena el móvil para
escuchar una buena noticia, se produce cuando el celular se nos cae al suelo y comprobamos
que no se ha roto. Eso, por supuesto, si por allí no pasa un socialista como
María Gámez para robarlo y venderlo en Sevilla.
Sergio Calle Llorens
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