Sigo flotando sobre una ola de mar triste. Llevo demasiadas
desilusiones y a veces no tengo ganas de continuar. Escribir es meterse en
problemas, y yo, me he metido en unos cuantos. No es que me queje por ello,
pero es una lucha solitaria y con muy pocas satisfacciones. Es la soledad de un
soldado viejo con demasiadas heridas en el cuerpo. Empecé por una necesidad
vital de contarles mi visión de un mundo que creía haberme pateado, pero no sé
nada y, reconozco, mis ideas no valen ni un pimiento. Muevo la pluma como mi
espada, con oficio y con los mismos reflejos, pero me va fallando el corazón y
ya no arremeto con la misma furia.
Incluso, en ocasiones, prefiero a los enemigos pues éstos al
menos siempre me han tenido un desprecio absoluto. En cambio, los que se
suponen deberían estar a mi lado, suelen dejarme los flancos al descubierto
cuando me acuchillan sin piedad. Muchos me escriben para denunciar casos, y yo,
por supuesto, les agradezco el detalle en el alma, pero siempre en el transcurso de mis investigaciones, me
topo con un silencio de aquellos que podrían derribar al régimen andaluz. Tienen
verdadero pánico a la mafia de la
Junta de Andalucía. En verdad, como decía Aristóteles, sólo
es digno de la libertad quien sabe conquistarla cada día. Y el andaluz está cómodo
mandando mensajes en la red pero cuando se trata de comprometerse, ¡ay amigo!,
entonces el campo de batalla queda desierto y las banderas, que dijeron
defender, quedan tiradas sobre la hierba. Como consecuencia, los carcamales de
Griñán y Valderas morirán en un despacho oficial sin haber dado palo al agua y,
dejando que los suyos se lo lleven crudo. En este sentido, no yerro al afirmar que
no puedo darles la formula del éxito, pero sí la del fracaso; tratar de
complacer a todos. El andaluz, sin saberlo, contenta a todos acudiendo a tópicos en los
que se defiende que toda la clase política es igual, y por ello, no le importa
que los socialistas sigan gobernando. Y a los que les importa, no quieren
arriesgar más de lo necesario.
Yo pertenezco a un tipo diferente de hombre; cuando doy mi
palabra la cumplo. Soy de una estirpe que pelea porque, sencillamente, no nos
enseñaron a hacer otra cosa. Mi rebeldía es una actitud que nace del convencimiento de que Dios, de alguna manera, siempre bendice a los valientes.
Una amiga romana suele decirme; “Sergio, per che stai sempre con il coltello tra
i denti?” Chi bisogna stare sempre cosi? Y aunque trato de explicarle mi punto
de vista regada con la mejor de mis sonrisas, nunca llega a entenderme del
todo. A pesar de ello, he llegado a la conclusión de que el combate me ha
llevado al agotamiento. Además, el trabajo que yo he hecho hasta ahora
correspondía a una pluma más firme, a alguien más respetado y respetable. Por
eso, cuando haya gastado las balas de mi viejo mosquete, me iré con la música a
otra parte y, esta vez, será para siempre.
Coda: Estén atentos que comienza la última batalla.
Sergio Calle Llorens
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