lunes, 31 de octubre de 2011

LA RECONQUISTA DE MENORCA


La pascua militar se celebra en España el 6 de enero pues fue en la madrugada del día de Reyes cuando los cañones españoles abrían fuego contra San Felipe. A partir de ese momento, El Rey Carlos III instituyó anualmente la celebración, que nos viene a recordar el inicio de otra victoria de las armas españolas sobre los ingleses. Aquel episodio debe enmarcarse en una época en la que la nación española aunaba esfuerzos para recuperar Gibraltar y Menorca- cedidas a Gran Bretaña por el tratado de Utrecht- La primera iba a ser un objetivo inalcanzable, pero la segunda iba a ser recuperada por los españoles gracias a una acción militar comandada por un francés; el duque de Crillón. Recordemos que la corte española había unido su suerte a la de Francia durante el siglo XVIII al comprobar que las reivindicaciones españolas de devolución de las plazas no eran atendidas por los británicos. La apuesta, arriesgada, llevaría a los ingleses a perder sus colonias americanas a manos de unos rebeldes apoyados por sus enemigos: Francia y España. Tal vez a todos nos hubiera ido un poco mejor sin la proverbial arrogancia de los súbditos de su majestad.

El Rey Carlos III estaba decidido a emprender una serie de reformas que cambiaran al país de cabo a rabo. Sin embargo, como en otros casos de la historia de España, el monarca tuvo que enfrentarse a las oscuras fuerzas reaccionarias del interior que se oponían a que sus privilegios fueran alterados. En un principio contó con varios ministros italianos como Esquilache y Grimaldi, que no pudieron culminar las reformas, así que el Rey optó por echar mano de un grupo de personas provenientes del Consejo de Castilla, como Floridablanca, Campomanes o Roda. Este periodo empieza, cuando en febrero de 1777, José Moñino, conde de Floridablanca, se hace cargo de la Secretaría de Estado en sustitución de Grimaldi.

Floridablanca era un hombre muy preparado y de una gran personalidad. Su carácter fuerte contrastaba con el amaneramiento de sus gestos, lo que fue aprovechado por sus rivales políticos para atacarle. Como vemos, en España siempre parece haber sido más importante parecer que ser. Pero el bueno de Moñino iba a ponerse manos a la obra en lo que se refiere a la gobernación de la nación. Lo primero que hizo fue institucionalizar la junta de Estado, lo que significó en la práctica el primer consejo de ministros de la historia de nuestro país. Hasta entonces, todas los ministros despachaban con el Rey de forma independiente y eran prácticamente autónomos. Esto impedía que hubiera una acción global de gobierno. Para evitarlo, el murciano centralizó todo el poder en una especie de primer ministro que mandara sobre todas las secretarías. Floridablanca se convirtió así en una especie de superministro. Despachaba con el Rey sobre los asuntos de todos los ministerios y fomentó la aparición de periódicos. Sin duda aunque sus enemigos lo acusaran de ambicioso, lo cierto es que puso en práctica una verdadera política global de estado para transformar España. Por si fuera poco, iba a centrar parte de sus esfuerzos en la recuperación de la isla balear en manos inglesas.

Animados por las victorias españolas en América de Matías de Gálvez, las de Bernardo en el Misisipí y el ataque de Mobila a punto de ser ejecutado, el todopoderoso ministro pensó que había llegado el momento de la ansiada recuperación de Menorca. Los espías habían contado al murciano sobre la posibilidad de que la población se sublevara, en el caso de un desembarco español. Floridablanca les convenció de que no era el momento adecuado de llevar a cabo una acción, y les conminó a que regresaran a la isla para que esperaran noticias suyas. El Rey ofreció a los menorquines comercio libre con las regencias de África y la conservación de sus antiguos privilegios, el recibo de cien mil pesos de recompensa y un título nobiliario a la persona que se apoderara del fuerte de San Felipe. Huelga decir que la población local ansiaba volver a la soberanía española. Incluso se temía que Catalina II comprase Menorca a los ingleses como apuntaban que era la intención de estos últimos. También había temor en la corte española de que los rusos pusieran también las miras en las posesiones españolas al norte de California.

No había por tanto tiempo que perder y era difícil contener a los instigadores de la sublevación. Poco a poco llegaban a Floridablanca los informes sobre el estado de la guarnición inglesa de la isla balear, compuesta por 2000 soldados. El plan español consistía en el uso de un gran fuerza naval para asegurar la superioridad en caso de invasión; un ejército formado por 7000 hombres bien armados y entrenados, que tomarían los puntos estratégicos de la isla. La operación iba a estar comandada por Crillón. Así en los mismos días en los que otra flota española partía de la Habana al mando de Bernardo de Gálvez para humillar a la pérfida Albión en la conquista de Pensacola la operación se puso en marcha.


Lo más lógico habría sido montar la operación en algún punto del mediterráneo español, pero eso habría alertado a los ingleses de las verdaderas intenciones de los españoles, así que se eligió la bahía de Cádiz para hacerles crear que se preparaba un nuevo ataque a Gibraltar o contra Jamaica. Los ingleses picaron el anzuelo y el día 19 de julio todo estaba listo para salir. Ese mismo día la armada celebraba la toma de Pensacola. Solemnemente Crillón subió a bordo del navío San Pascual. Cuatro días más tarde la expedición se adentró en el mare nostrum. Las autoridades informaron de ello a los capitanes generales de Cataluña y Mallorca, donde el propio Crillón podría contar con 6000 hombres más para su misión, todos veteranos soldados curtidos en mil batallas. Empezaba ciertamente los prolegómenos de la batalla.



Menorca



Los españoles contaban con unos 7000 hombres, 46 buques y varios navíos de guerra, entre ellos el San Pascual y el Atlante. La escuadra de Luís de Córdoba estaba compuesta de 50 navíos de línea más otros buques de guerra de menor calado. La Armada arribó al puerto de Cartagena e 6 de Agosto. Tras unos día en la ciudad cartagenera, la expedición puso rumbo a su destino: Menorca. Era el 19 de agosto cuando las primeras tropas españolas comenzaron a desembarcar. El lugar elegido fue la cala de la Mesquida, al norte de Mahón, tomando después la capital y tomando la ciudadela después de derrotar a las fuerzas inglesas que la defendían. Ese mismo día también tomaron varias embarcaciones de guerra a los ingleses. Estos abrumados centraron las posibilidades de salir indemnes del trance refugiándose en el Castillo de San Felipe. Se iniciaba así el sitio del castillo donde se había refugiado Murray con sus hombres, unos 2400 hombres. La plaza aunque era difícil de tomar, no era inexpugnable como demostrarían los hombres de Crillón.

Al poco de comenzar el sitio llegaron noticias de la llegada de nuevos refuerzos franceses. A pesar de ello, Crillón intentó vencer la resistencia inglesa sin derramar una gota de sangre, e inicio conversaciones en ese sentido. Agasajó al inglés y poco a poco fue creciendo cierta camaradería entre los dos. También envió una carta a la joven y bella esposa de Murray, de la que estaba locamente enamorado y que vivía en Italia, para que convenciera a su marido. El francés envió copias de estas misivas a Floridablanca, que le animó a que continuara con el intento, aunque dudaba del éxito del mismo.


Sin embargo cuando Crillón le hizo una oferta de 500.000 pesos al defensor del Castillo de San Felipe para que se rindiera, éste se enfureció y le contestó que a partir de ese momento, el único contacto entre ambos sería en el campo de batalla. Ya no había marcha atrás, y los nuestros comenzaron a preparar el asalto construyendo baterías y caminos. En esos momentos comenzaron a llegar más refuerzos desde Tolon, Barcelona y otros puertos. Crillón contaba ahora con unos 15000 hombres en la navidad de 1781. En la madrugada del día de Reyes llegó un nuevo convoy con 111 cañones y 33 morteros para derribar el castillo de San Felipe. Era de noche y las sombras reinaban en la isla, cuando un fuerte estruendo rompió la noche. Eran las baterías españolas que abrían fuego de forma simultánea. Comenzaban los españoles a martillear las defensas inglesas durante días mientras los defensores trataban de contener tanta furia. Los ingleses estaban sorprendidos por la furia y el arrojo con el que combatían los hombres de Crillón. Pero había algunas cuentas pendientes con los de Murray y estaban a punto de saldarlas todas.

Murray trató en vano de levantar la moral de su tropa y les dijo que pronto, muy pronto llegarían refuerzos, a sabiendas de que nunca llegarían para socorrerles. El día 15 un desertor escapó del Castillo e informó a los españoles de las pérdidas inglesas y de lo dañado que estaba todo en el interior de la fortificación. Los ingleses trataron de resistir todo lo que pudieron, pero estaban muy debilitados y tenían muchas bajas. De pronto se desató un fuego en el castillo y los fuerzas españolas iniciaron el asalto. Por fin, el 4 de febrero una bandera blanca emergió de las ruinas del castillo. Los ingleses se rendían y Menorca pasaba una vez más, como no podía ser de otra manera. Una vez más las armas españolas rendían a las británicas.


Consecuencias


La victoria española en Menorca dio prestigio a la monarquía hispana, que unida a las victorias en América en la guerra contra Inglaterra dejaban un saldo muy favorable para los intereses de España. La noticia de la victoria fue celebrada por las cortes de Madrid, Versalles y Viena. Carlos III ordenó mantener las baterías y fortificar los puertos de Menorca. También mandó demoler el castillo de San Felipe. Se ponía fin a la dominación británica de la isla, que estos volvieron a ocuparla algunos años más tarde, hasta que fueron obligados a retirarse definitivamente.


Sergio Calle Llorens

1 comentario:

  1. son los hechos de armas dignos de ser recordados. Si bien no está mal ser conscientes de la decadencia española en el campo de batalla desde la primera derrota en como abierto en Rocroi (1643) ¿porqué no vamos a tener presentes los éxitos?

    En primer lugar son hechos históricos y como tal la guerra desnuda los conflictos históricos con gran claridad. En segundo porque la historia rara vez es maniquea.

    Sin embargo el mito (en este caso la superioridad británica) retiene siempre gran parte de verdad. El mito no es mentira, es otra forma de contar las cosas como dice el profesor Genaro Chic García.

    España en el siglo XVIII ya era potencia de segunda, claramente a remolque de la guerra general entre franceses e ingleses por el equilibrio de Europa occidental. Las reformas borbónicas, bien planteadas, fueron insuficientes para sacar de la penuria interna (crisis de subsistencias, bancarrotas, inflación, mortalidad catastrófica...) nuestro país. Es cierto que en exterior la guerra con Inglaterra (muy desgastada también por el enfrentamiento con los franceses) obtuvo buenos resultados, pero en el ámbito europeo fue el mismo desastre que desde un siglo antes, armada destruida por los ingleses en el estrecho de Mesina incluida, lo que realmente impidió la recuperación del Peñón.

    País, dicho sea de paso que no era Nación, sino la mera posesión de reyes inútiles que cambiaban territorios como el que cambia de muebles su casa. Carlos III (el mejor de ellos) introdujo reformas muy válidas pero que carecieron todas de profundidad por no atacar el régimen caduco del Antiguo Régimen. Por ejemplo siguió mandando la Mesta, el libre comercio fue atacado muy tímidamente y de forma muy lenta, etc.

    LA ilustración en España fue débil y no alcanzó casi ninguno de sus objetivos. La consecuencia fue que en menos de medio siglo el imperio americano se disolvió, la presencia en europa nunca se recuperó y lo mismo le pasó a los ultra absolutistas franceses. Los ingleses, altivos, arrogantes y piratas, también fueron más adaptables. Por eso les ha ido como les ha ido a y nosotros y franceses sufrimos el siglo XIX que fue.

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