jueves, 27 de octubre de 2011

LA INVASIÓN DE CORNUALLES


Tal vez el alma española sea lo más parecido a un vaso de vino tinto, de alma oscura y pensamientos sombríos, tal vez seamos luminosos como aquel sol que no se ponía en el Imperio, o una combinación de ambas cosas. Sea como fuere, la vieja piel de toro ha dado hombres y mujeres duros de pelar, que para bien o para mal han llevado ese sol oscuro desde el oriente hasta el ocaso. Uno de ellos, fue Carlos de Amésquita que protagonizó una aventura digna de ser recordada, la invasión de Inglaterra. Una hazaña al alcance de muy pocos, hazaña que se produce en el contexto de la guerra entre España e Inglaterra que va de 1585 al 1604, conflicto que se saldó a favor de nuestro país. Porque aunque son muchos los españoles que conocen el desastre de la felicísima armada, son muy pocos los que saben que la guerra entre las dos naciones se cerró con el tratado de Londres de 1604- muy favorable para España-.


El acuerdo de paz firmado en la capital londinense ponía fin a un conflicto de 20 años. Con la excepción de las dos victorias inglesas en los momentos claves de la guerra- La Armada invencible y el ataque de Drake- los sucesivos enfrentamientos se saldaron con victorias españolas. En 1589 la armada inglesa fue vencida en las costas de Portugal. Las diferentes tropas enviadas por la reina Isabel I a luchas contra los tercios españoles en Francia y Flandes, fueron derrotadas sin paliativos. Además la flota de Indias seguía cumpliendo su misión, sin que los ingleses pudieran asaltarla, ya que España había mandado los refuerzos que decantarían la balanza del lado español. Para más vergüenza inglesa, la expedición de John Hawkings y Drake a Puerto Rico había terminado en desastre y con la muerte de ambos. Sin duda un duro golpe para la pérfida Albión. El ataque a las Azores también concluyó en derrota inglesa. Por lo que tras la muerte de Isabel I en 1603, su sucesor Jacobo I se vio obligado a tomar una postura menos beligerante para con nuestro país, que por cierto, había podido mantener y defender su vasto imperio, a pesar de estar en guerra con el imperio otomano, y de sufrir los ataques de Inglaterra, Francia y las provincias rebeldes de Flandes. Lo que dice mucho a favor de las armas españolas. El tratado de Londres de 1604 permitió a Felipe III poner fin a un conflicto que sangraba a España en hombres y recursos.


Términos del Tratado


1- Inglaterra renunciaba a prestar ningún tipo de ayuda a los rebeldes en los Países Bajos. Además abría el Canal de la Mancha al tráfico marítimo español y prohibía a sus súbditos llevar mercancías de España a Holanda o viceversa. Prometía suspender la piratería en el océano atlántico.
2- España renunciaba a nombrar un rey católico para la corona inglesa, a cambio de una actitud tolerante inglesa para el catolicismo en aquellas tierras.

Como podemos ver la base del acuerdo era la renuncia de Inglaterra a luchar o a prestar ayuda a los rebeldes Holandeses. Sin duda, las malas cosechas, las enfermedades habían conducido a las dos naciones a firmar el tratado, pero sin duda España había ganado la guerra a los ingleses. Se instauraba un periodo de paz para los dos reinos hasta 1624. Pero en aquel tiempo de guerra, unos españoles iban a poner, no una pica en Flandes, sino en la mismísima Inglaterra.


Carlos de Amésquita y Juan de Águila


Un historiador inglés dijo que desde 1066 en el que los Normandos invadieron Inglaterra, ninguna fuerza extranjera ha podido desembarcar en sus islas, pero la afirmación es completamente falsa. Hay que recordar que en 1595 Juan del Águila decidió organizar una expedición de castigo contra Inglaterra. La misma fue encomendada a Carlos de Amésquita, quien al mando de tres compañías de arcabuceros puso rumbo a la pérfida Albión a bordo de cuatro galeras: La Capitana, La Patrona, La Peregrina y La Bazana. Eran estos hombres de armas tomar. Recordemos como Juan de
Águila había tenido una carrera militar impresionante. Sirvió en Italia como soldado de los tercios con 24 años. Participó en el contingente que se envió para socorrer a Malta, atacada por los otomanos. Participó en la conquista del Peñón de la Gomera. Incendió le ayuntamiento en el famoso saqueo de Amberes. En 1567 lo encontramos en Flandes con el Tercio de Sicilia. Estuvo combatiendo en la batalla de Mook donde los rebeldes protestantes fueron ampliamente derrotados. Fue gobernador del castillo de Tornhout. Protagonizó el llamado milagro de Empel donde en una operación audaz los españoles supieron sacar partido a las adversas condiciones meteorológicas.


Una hoja de servicios realmente llamativa, que motivo que Juan de Águila fuese presentado a Felipe II con estas palabras: “Señor conozca V.M. a un hombre que nació sin miedo”. Porque no había nada que se le resistiese al valiente de Juan de Águila, ya fuese en toma de castillo, de ciudad, o derrotando a un ejército anglo-francés en 1594, después de haber desembarcado en Cabaret y construir el fuerte “Le pointe des Espagnols en la península de Crozon y justo después de este episodio triste para las armas de Francia, Inglaterra y Holanda, el capitán español decidió dar una lección a Inglaterra por su ayuda a Enrique IV de Francia- Estamos ante la guerra de los tres Enriques que enfrentó al rey Enrique II, al duque de Guisa y a Enrique de Navarra por la corona de Francia- Para lograr lo que pretendía eligió para la misión a Amésquita, un marino español cuya hazaña pasamos a relatar.


La expedición española llegó a Permach para aprovisionarse. El 31 de julio de aquel 1595 sus naves se adentraron de nuevo en el mar para llegar a Inglaterra el 2 de agosto. Esta vez, el tiempo no les jugó una mala pasada a los nuestros. Sin más dilación, los soldados fueron desembarcando en la bahía de Mount, Cornualles. Las milicias inglesas que eran muy numerosas no podían salir de su asombro al ver aparecer a los españoles. Su misión era repeler cualquier intento de invasión de los hombres de Felipe II. Sin embargo, y a pesar de ser superiores en número, abandonaron las armas y huyeron. Probablemente eran conscientes de la superioridad de la infantería de los españoles, que dicho sea de paso siempre los había derrotado. Ante tal guisa, que los de Amésquita tenían todo el campo libre para cumplir su misión de castigo. En apenas dos días, los españoles saquearon y incendiaron Mousehole, Newlyn, Paul Y Penzance. También tuvieron tiempo de desmontar la artillería inglesa de sus fuertes para llevarla después a sus barcos. Mientras algunos grupos de ingleses que organizaron un contraataque fueron fácilmente derrotados por los aguerridos soldados hispanos acostumbrados a las fatigas del combate. Al final de la jornada, los españoles realizaron un acto de fuerte contenido simbólico, al celebrar una misa católica en territorio inglés, prometiendo construir una iglesia en el mismo lugar cuando Inglaterra fuera derrotada. Aunque las crónicas han pasado por alto este hecho, la aventura española provocó un pánico intenso en las autoridades y en la propia reina. Sabían que si llegaba a producirse una invasión en toda regla, ni San Jorge iba a librarles de la furia de los hombres del sur.


Finalmente después de cumplir todos los objetivos previstos para la campaña de castigo a Inglaterra, los españoles embarcaron de nuevo y pusieron rumbo a España. Ya en alta mar, arrojaron a todos los prisioneros ingleses por la borda y se toparon con una embarcación de la Royal Navy. El combate fue breve, pero suficiente para que los ingleses vieran a su nave hundida tras ser alcanzada por la artillería enemiga. Después del combate naval los españoles tuvieron que esquivar una flota comandada por Drake. A pesar del éxito fueron interceptados por una flota holandesa compuesta por 46 barcos. Tuvieron que huir de la flota que trataba de darles alcance, no sin antes hundirles dos buques de guerra. Amézquita había perdido 20 hombres en los combates con los holandeses, pero había llevado a su expedición de castigo a Inglaterra sana y salva. Ésta entró victoriosa en Blavet. España había demostrado a los ingleses que la invasión era más que plausible. Durante los siguientes años, los ingleses triplicaron el número de patrullas e intensificaron las defensas en sus costas. Tal era el miedo que sentían de los españoles, que un cronista de la época dejó escrito que si no fuera por el mar, la corona inglesa estaría blandida por manos españolas. Es justo destacar, la valentía y el carácter aguerrido de aquellos españolitos que pudieron invadir Inglaterra con éxito y provocar un auténtico pánico. Por cierto, no fue la única vez que nuestros compatriotas habían completado la hazaña de poner pie en la Pérfida Albión.


Sergio Calle Llorens

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