lunes, 3 de octubre de 2011

LA CONJURA DE LOS NECIOS


Una foto es un momento detenido en el tiempo. Un instante único en la encrucijada de la existencia vital. Un segundo recogido por el testigo de la cámara a la que acudir cuando la memoria falla. Con toda seguridad podríamos volver a repetir esa instantánea con los mismos protagonistas, y el documento gráfico no sería el mismo. Al fin y al cabo las personas estamos sujetas a los avatares de la vida. Sin embargo, hay una fotografía que independientemente de quienes sean sus intérpretes, siempre es la misma; la de la conjura de los necios. No, no les hablo de la novela de John Kennedy Toole publicada póstumamente en 1980 y galardonada con el premio Pullitzer 1981, sino de la España autonómica que nos ha llevado al desastre.


El primero de nuestros necios es un cargo de confianza de IU que sentaba sus posaderas en la dirección de Cultura, Juventud y Cooperación local de la Diputación de Granada, quien con un sueldo bruto anual de 53.000 euros, no tenía para vivir y cobraba a las arcas provinciales tickets de aparcamiento, peajes de autopistas e incluso una bolsa de Doritos por importe de 1,75 euros. El granuja bermejo y crepuscular ha demostrado que en la casta política a la que pertenece, todos son chorizos, pero él lleva ganzúa. Es obvio que para que este caradura triunfe en el latrocinio institucionalizado debe contar- como así parece- con la lealtad recíproca de su banda de atracadores. En definitiva, como dijo Armey Rick, “hay tres grupos de personas que gastan el dinero ajeno: Los hijos, los ladrones y los políticos”. El comunista ha demostrado con creces pertenecer a los tres conjuntos. Sobre todo al de los hijos de perra.


Napoleón afirmó que al igual que hay ladrones a los que no se castiga, hay otros que nos roban lo más preciado que tenemos: El tiempo. En eso es experto el calvete de Rubalcaba y su congreso socialista. Gente que después de ocho años interpretando la marcha fúnebre de Chopin, quiere el papel de cambiadores de la fortuna hispana. Pero las campanas doblan por la confederación de la rosa. Porque fue una calamidad lo del Estatuto de Cataluña, la negociación con ETA, el esperpento de la desmemoria histórica, e incluso su necedad a la hora de reconocer los signos de la crisis económica. A pesar de todo, producen cierta ternura esos vejestorios sacados del baúl de los recuerdos de la corrupción; Alfredo, Felipe González y Chaves. Tan sólo falta el dúo Barrionuevo- Vera y como escenario las puertas de de la prisión de Guadalajara. Nos hablan de cambio y nos hacen perder el tiempo. Y eso es justo lo que no tenemos. Es diáfano, sin embargo, que muchos todavía se traguen la instantánea como un retrato de las juventudes socialistas, cuando más bien corresponde a la publicidad de un geriátrico. Ay los necios.


Platón tampoco andaba descaminado cuando dijo que la justicia no es otra cosa que el provecho del poderoso. Y en la España actual no hay nada con más poder que el lobby feminista. Ese que ha marcado a los hombres a fuego la letra C, de criminales. Los que tenemos colita, somos culpables por el simple hecho de tenerla. Es la ley de violencia de género la que sentó las bases para que al juez Serrano se le pida una inhabilitación de diez años por haber atendido los deseos de un rapaz que quería salir de paje en una procesión, por lo que no dudó en ampliarle a su “criminal padre” las horas de visita. Lo que sorprende aquí, no es sólo el esperpento judicial o el odio que sienten por nosotros los hombres esas mujeres, sino el silencio de la masa temerosa ante la tiranía totalitaria de esas burras que viven a cuerpo de rey, sin haber sido capaces de tomar medidas para proteger a las mujeres maltratadas.


Y así con esta conjura de los necios y su forma de gobernarse y gobernarnos, la foto siempre es la misma. Cambian, en algunos casos, los rostros de las personas, pero la idiocia es la misma. Ya no es una fotografía que recoge un momento detenido en el tiempo, sino el tiempo detenido por esos descerebrados para mantener al pueblo en la ignorancia. Por eso no me extrañó demasiado encontrarles la semana pasada mirando al cielo. Pretendían localizar a ese satélite de la NASA que iba a estrellarse contra nosotros. No sabían, porque no les daba la gana, que la posibilidad de que nos cayera encima no sólo no era de 1 entre 3200, sino que no existía simplemente. Habían preferido tragarse los anuncios hechos por la prensa sensacionalista. Los que contemplaban el cielo entusiasmados son los mismos majarones que presumen de serlo, y que se dejan convencer por otros más majarones que ellos. Por eso, queridos amigos, háganme caso; no hagan planes, sobre todo para el futuro, pues los necios y su conjura están siempre al acecho para desbaratarlos.


Sergio Calle Llorens

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