miércoles, 14 de septiembre de 2011

CORAZÓN DE ROCK AND ROLL


Como dijo Albert Einstein hay dos formas de entender la vida: una es creer que no existen milagros, la otra es creer que todo es un milagro. Yo pertenezco al grupo de personas que supone lo segundo. Y hablando de milagros, hace unos días ocurrió un hecho que se le parece. Verán, estaba deambulando de noche por la ciudad cuando mis pasos me llevaron hasta un garito cuya existencia desconocía. Fue traspasar el umbral y para mi sorpresa, me tomé con un viejo amigo. Un tipo que trabajaba de camarero en aquel santuario del Rock and Roll, Side Car. Un lugar en el que cada noche, los amantes de esa música nacida en plantaciones y en licorerías ilegales bailábamos descontrolados. Hacía mucho tiempo que nuestros caminos se habían separado, pero fue entrar a su establecimiento y los recuerdos afloraron. La verdad es que no tardó ni dos segundos en servirme mi whiskey favorito. Y eso que ya no lo bebo. Aquel hombre todavía se acordaba de mis gustos como bebedor. Ni que decir tiene que el garito estaba lleno de rockers sedientos, y no solo de alcohol. Por primera vez en años, había encontrado lo que estaba buscando. Nada de música enlatada, de éxitos efímeros de verano. Estaba tan pletórico que casi me fue imposible borrar de mi cara una sonrisa de oreja a oreja. Allí, mi corazón de Rock and Roll latiendo fuerte en compañía de esos últimos valientes.


En fin que tuvimos tiempo de ponernos al día sobre nuestras andanzas. Al escucharle, recordé que aquel hombre me enseñó que beber exige dedicación exclusiva, entre otras pequeñas cosas. Estuvimos de pie charlando sobre la Málaga canalla en la que crecimos. Una ciudad que fue el mejor decorado de las tierras del sur para la mafia del baile. Lugares en los que nuestros sueños parecieron hacerse realidad por unas horas. Madrugadas inolvidables a ritmo de rock. Tiempos en los que fuimos inocentes y en los que creímos amar a mujeres de toda condición. Teddy girls con la falda muy corta y la lengua muy larga. Chicas que antes de embragar tú, desembragaban ellas. Una Málaga llena de creatividad y de bandas alternativas cuyas melodías parece que apenas recuerdan unos fieles. Personas que ya vamos peinando canas en el meridiano de nuestra existencia.


Sí, allí estábamos mi amigo y yo charlando, mientras la banda sonora de nuestras vidas calentaba nuestros corazones; The Kinks, The Clash, Stray Cats hasta que un rocker llamado Gregorio- y que responde al nombre de Johnny- comenzó a pinchar discos en un viejo equipo. Poco a poco y sin prisa los fantasmas de aquellos que se fueron, traspasaron la pared. Parecían querer recuperar el tiempo perdido; Gene Vincent, Eddie Cochran, Buddy Holly y el mismísimo Elvis obrando el milagro. Tal vez sea poco para aquellos años prodigiosos, pero a nosotros nos basta. Al fin y al cabo, es una noche en un bar hablando de los años frenéticos de nuestra juventud. Ni música de diseño, ni sevillanas, ni zarandajas latinas. Sólo Rock and Roll clásico y en vena. La nostalgia va dando paso a una euforia infinita. Incluso algunas parejas se animan a bailar un stroll. Hay otro que prueba a cantar una melodía de Dion and the Belmonts. Y no lo hace mal, por cierto. Así mientras la noche se adentra en la madrugada, un par de tipos acompañados de una chica arriban al local. No les echo más de 19 años. Ellos no lo saben, pero están a punto de cometer el error de sus vidas.


Pantalones cagados, zapatillas sin cordones, camisetitas rosas de diseño y gorras para tapar sus greñas. La chica, en cambio, está de buen ver y viste con un vestido ajustado. Piden tres copas con desprecio y en voz alta dicen que si pueden cambiar la música. Se hace el silencio sólo roto cuando la chica comienza a reírse de las pintas de los rockeros. Mi amigo que lleva tiempo en el negocio y se sabe manejar bien en las distancias cortas hace como si no hubiera oído la impertinencia. En esto, un tipo al que todos llaman “The Quiet Man” pregunta qué le pasa a la música. El muchacho le replica que es una mierda y que le cambie, si es que tienen otra cosa. Y claro, los que allí estábamos nos sentimos ofendidos. Vale, somos más viejos que antaño, pero también más perros; ¿no te gusta Elvis?- le pregunta extrañado Johnny que se relame de gusto. No, es una mierda- aquella salida de tono abre la caja de los truenos. Porque uno puede mentarte a la madre pero despreciar a Elvis, es harina de otro costal. Veo que el hombre tranquilo se levanta de su banquete y se dirige en busca del niñato. Me temo lo peor porque el amigo de Gregorio, un tal Juan que hace boxeo en sus ratos libres, también se pone a la altura de los muchachos. Los perroflautas siguen sin ser conscientes de con quien se juegan los cuartos. En un último intento, mi amigo les manda adonde vive Chaves; es decir a la mierda, pero los chicos siguen ahí, desafiantes. -¿Qué cantante te gusta? Pregunta el tipo callado- Rhianna, por ejemplo. Ahora somos nosotros los que reímos con ganas. Impertérritos, los representantes de la generación de soplapollas más grande en la historia de España aguantan el tipo, hasta que de sus boquitas comienzan a lanzar insultos. Sé que debo hacer algo para detener aquello, pero ya es demasiado tarde. Entonces Juan lanza un derechazo a la cara al de las greñas rubias y otro a su estómago. La chica grita, y su amigo queda petrificado al verle la sangre correr. El hombre tranquilo se lanza en su búsqueda para pintarle el careto. Pero ahora no lo dudo y me interpongo, tomo al rapaz del cuello y le grito: ¿Sabes cual es la diferencia entre Rhianna y Elvis?- el chico que a esas alturas ha empezado a entender de que va el asunto y las consecuencias que pueda traer, niega con la cabeza- pues que Elvis sigue vivo ¿Y vosotros queréis seguir estándolo? Pues corred. Y eso hicieron, sin volver la vista atrás, con el rabo entre las piernas, alguno con menos dientes y con el orgullo por los suelos. A esas alturas no sé como van a tomar que les haya birlado la pieza a última hora, pero el anuncio de mi amigo disipa cualquier duda: “Invita la casa”. Y es que hay noches, cuando menos te lo esperas, los milagros ocurren. Pues que sigan, ocurriendo digo, mientras nuestros corazones laten a ritmo de Rock and Roll. Amen.


Coda: La santísima Trinidad de los Rockers está formada por Elvis- el padre, Buddy Holly el hijo y Eddie Cochran como espíritu santo. A ver si se enteran de una puñetera vez.


Sergio Calle Llorens

2 comentarios:

  1. Rocker: Me has emocionado amigo Sergio. Que tiempos aquellos de Nueva Pulsación, del Side Car, del Filo. Leer esto me ha producido una gran nostalgia. Mi mujer dice que a veces sigo casado con el pasado, pero es que cómo leches no puedo recordar aquella época gloriosa de mi vida. Málaga era un hervidero de tribus urbanas con ganas de pasarlo bien. En Málaga había muchas concentraciones Mods también y rockers como nosotros que apurábamos cualquier momento para bailar a ritmo de buen Rock and Roll. Que pena que ya sólo quedemos los valientes. Una única corrección a tu escrito, antes que Mr Holly, muchos preferimos a Gene Vincent como uno de los componentes de la Santísima Trinidad rockera. Bueno enhorabuena por tu blog pero a ver si te dejas caer con algunas cosas más dedicadas al rock y a aquellos años canallas.

    Rock and Roll hasta la muerte.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias hermano. A ver si puedo escribir más sobre aquellos años y el Rock and Roll. Por cierto, acepto de buen gana lo de Gene Vincent.

    ResponderEliminar