lunes, 2 de mayo de 2011

ROCIEROS

Al doblar la esquina el mes de mayo, una banda ingente de subnormales profundos se dirige a la aldea del Rocío a adorar a la blanca paloma. Para ello, se han vestido con el uniforme oficial de señorito andaluz, y caminan por el coto de Doñana cuan elefantes africanos arrasándolo todo. Su paso constituye un auténtico atentado ecológico que ningún dirigente se atreve a prohibir por temor al coste electoral que eso supondría. Huelga decir que no entiendo muy bien que alguien pueda viajar desde tan lejos a adorar a una virgen, cuyo rostro guarda cierto parecido con el de la novia cadáver- con la de Vírgenes guapas que hay en España- Supongo que la verdadera razón que esconde tanto fervor se debe a la querencia rociera por su particular santísima trinidad. A saber: “Amor al polvo del camino, pasión por los polvos sexuales y fidelidad por los polvos blancos que se meten por la nariz”. En otras palabras, el rocío es una fiesta inmensa, una bacanal descomunal, una orgía impresionante. No es extraño, por tanto, que los rocieros a los que entrevista la tele se justifiquen diciendo: “Hay que vivirlo”, “no se puede contar con palabras”- si están ciegos- pero yo sí lo voy a contar con palabras. Así que vuelvo a jurar por mis santos cojones y mi ardiente prepucio que si algún día me encuentro en la disyuntiva de tener que salvar a un rociero o a un lince ibérico, no dudaré ni un instante y haré todo lo que esté en mi mano para salvar al felino. Tengo la honda convicción que al hacerlo, el cielo sabrá recompensarme.

PD: Les recomiendo encarecidamente el libro “El polvo del camino”. El libro por el que su autora, Eva Díez Pérez recibió en su momento cristianas amenazas de muerte.

Sergio Calle Llorens

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