martes, 3 de mayo de 2011

FRIT DANMARK

Tomo el Metro en Vanlose de la línea 1 del metro de Copenhague que llega puntual como acostumbra. El suburbano me lleva hasta Norreport. Desde allí camino hacia Osterport, mi destino. El viento me golpea la cara pero pese a ello, el paseo es agradable. Finalmente llego al museo danés de la resistencia que fue inaugurado en 1957, aunque la última apertura tuvo lugar en 1995. Mi guía habla en danés que es como el sueco pero con una patata en la boca. Les puedo asegurar que aunque mi mujer es danesa, llevo años peleándome con esa lengua. De momento, el combate ha terminado en tablas. Pero les hablaba del museo que cuenta la historia de la resistencia danesa durante la ocupación que tuvo lugar entre 1940-1945.




A estas alturas, ustedes estarán imaginando a miles de daneses luchando en grandes batallas. Y va a ser que no, porque Dinamarca se rindió a los nazis que ocuparon pacíficamente el país. De hecho, durante su estancia todo fue bastante bien para las tropas de Hitler. A lo sumo, varios descarrilamientos de trenes y acciones por el estilo protagonizadas por la resistencia. Todas de bajo nivel. Eso no quita para que algunos de los saboteadores fueran fusilados por los nazis. Algo que se recuerda en la capital del reino en el parque de la memoria de Ryvangen. Un lugar que merece la pena ser visitado. En fin que las víctimas de la represión nazi no alcanzaron a más de 200 personas, más que nada porque los alemanes usaron el pequeño país nórdico para descansar, restañar heridas y agotar las existencias de la cerveza Carlsberg. Vaya que resistencia hubo poca. Nada extraño si tenemos en cuenta lo diminuto del país y su orografía. Por no tener, no tienen ni montes donde esconderse. Además los daneses son un pueblo bastante pragmático, y de haberse enfrentado con Hitler, los hubieran aniquilado fácilmente. Así que pusieron el culo y se dejaron hacer.



De cualquier forma, atiendo amablemente las explicaciones del guía que se llama Bjorn. Asiento a todo lo que me dice y hago alguna pregunta sobre el momento histórico que cubre el museo. Responde con un fuerte acento de Copenhague, y lo hace aplicando el principio en el que se basa la sociedad danesa; el Janteloven. Un sistema por el cual nunca debemos actuar por encima del colectivo o pensar que somos mejores que los demás. En Dinamarca, la excepción y la diferencia son ciertamente mal vistas. Algún día les hablaré detalladamente de ello. Cuando termina, me aclara que la resistencia danesa en aquellos años fue más o menos como la española en la guerra de la independencia. Sonrió y afilo el colmillo: “ En España los niños, las mujeres y hasta los ancianos se volvieron contra los invasores. Caían sobre ellos como una jauría de lobos, sin dar cuartel y sin esperarlo. En el primer día de la guerra, ya habían muerto más españoles que daneses en cinco años de ocupación”. Bjorn , es consciente de que le acabo de dar un abrazo de oso, que es lo que significa su nombre. Me replica diciendo que ellos son un país muy pequeño. Claro, pero entonces no hacía falta crear un museo para hablar de algo que nunca pasó. Al final, supongo, los pueblos recuerdan lo que nunca existió. Y no hay nada más bello que recrear los acontecimientos históricos a nuestro antojo. Me imagino la cantidad de museos que serían capaces de abrir los daneses si tuvieran una historia como la española. Por supuesto, no le digo nada a mi guía del que me despido tras darle la enhorabuena por tan brillante exposición y por la calidad del museo. No quiero ser descortés, pero ay rediós, el danés hace un comentario algo socarrón sobre la historia de España. Callo. Entonces me pregunta dónde he aprendido danés: “En la cama, claro, como los soldados nazis durante la ocupación”. Touché, Mon amie. Tocado y hundido.


Sergio Calle Llorens

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