Billy
Joel pertenece a esa estirpe extraña y escasa de músicos cuya obra no envejece,
sino que madura con nosotros. Basta escuchar los primeros compases de For the
Longest Time o Uptown Girl para que el tiempo retroceda, para
que uno vuelva a ser aquel adolescente que no entendía el mundo pero sentía que
alguien, en algún rincón de Nueva York, sí lo entendía por él.
Billy
Joel nació en 1949 en el Bronx, pero su música, como él mismo, siempre pareció mirar hacia
otro sitio: hacia los bares pequeños donde sonaba un piano desafinado, hacia
las avenidas llenas de humo y rock de Long Island, hacia las historias mínimas
de gente corriente que amaba, perdía, soñaba. Su voz no era perfecta, pero era
sincera. Y eso fue más que suficiente para crear un legado.
En los años
ochenta, cuando el pop se llenaba de sintetizadores y moda efervescente, Billy
Joel hacía algo muy distinto: se sentaba frente a un piano y hablaba de lo que
duele, de lo que se añora, de lo que se ama aunque no dure. For the
Longest Time no es solo una canción a capella; es una carta que nunca se
envió. Still Rock and Roll to Me no es solo un guiño irónico al paso del
tiempo, sino una declaración de principios: que la música, cuando es
honesta, nunca pasa de moda.
Pero fue
con Uptown Girl cuando muchos comprendimos lo que era la melancolía
luminosa. Aquella historia imposible —el chico de barrio enamorado de la chica
perfecta— nos
hablaba de nuestras propias ilusiones, de esos amores que soñamos, que rozamos,
que a veces perdimos y que otras veces ni siquiera nos atrevimos a intentar.
Hay algo en el ritmo alegre de la canción que contrasta con una cierta tristeza
de fondo, como si la felicidad también pudiera doler cuando sabemos que es
fugaz.
Billy Joel
dejó de grabar discos de estudio en 1993. Podría decirse que se retiró antes de
tiempo, pero quizá simplemente entendió que ya había dicho todo lo importante.
Desde entonces, ha seguido tocando en directo, llenando estadios como quien
llena un templo. Porque para muchos —y tal vez tú seas uno de ellos— sus
canciones no son solo canciones. Son refugios.
Hoy,
mientras el mundo gira con una velocidad vertiginosa, mientras todo parece
efímero y ruidoso, hay quienes aún volvemos a The Stranger, a Vienna,
a Scenes from an Italian Restaurant, buscando ese pellizco en el corazón
que nos recuerde que una vez fuimos otros, y que Billy Joel ya lo sabía.
Quizá por
eso su piano sigue sonando, invisible pero constante, en alguna parte de
nuestra memoria.
Sergio Calle
Llorens
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