Más de
ochocientas mil visitas a este blog y yo con estos pelos de Mocker. Algunos
años ya dándole a la tecla. Un tiempo que ha dejado algunos huecos insustituibles
en la mesa, algunas alegrías y hasta sangrantes sinsabores. El oficio de junta
letras tiene sus riesgos y el caminar por el apasionante mundo de la crítica
casi me cuesta la cárcel. Como le decía Stendhal
a Merimée escribir no es apuntar, escribir es tirar. El escritor tira con
adjetivos. Tirar bien, acertar el golpe justo, equivale a encontrar el adjetivo
preciso. Yo he apuntado y he disparado
en el corazón de una sociedad que apoyaba la corrupción de la mafia del sur. He
pagado un precio altísimo por recelar de las certezas demasiado autonómicas al
tiempo que menospreciaba a los borregos. Sigo pensando que lo más parecido a
un fascista no es un conservador sino un comunista. Sigo sintiendo que el
fanatismo es para los rebaños y el igualitarismo, el socialismo, el ecologismo
a ultranza y el islam son formas de este tipo de pensamiento radical.
En este tiempo he constatado que las
autonomías significan poder aplicar el latrocinio institucionalizado con la
excusa del patriotismo local que está asociado, y en todos los casos, a la
cursilería más espantosa y delirante. Si las primaveras árabes terminan
siempre en crudos inviernos islamistas, la secta del capullo sigue en su
primavera de adueñarse de lo que no es suyo. Más de una década para constatar
que el mal líder no es el que toma malas decisiones sino el que no toma
decisiones en absoluto. Yo tomé la decisión de empuñar la pluma y defenderme de
un mundo marcadamente hostil. Lo hice con la vana esperanza de reconciliar al
lector consigo mismo e invitarlo a ser lo que es y no lo que se espera que sea.
Sin duda, he fracasado, pero ha sido francamente divertido. El tiempo, juez
implacable, colocará a cada uno en su sitio.
Sergio Calle Llorens
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