Ser el primero en algo no significa necesariamente ser el
mejor en esa nueva actividad. Miremos a los ingleses, creadores del balompié, pero
incapaces de salir de su kick and run. De hecho llevan sin campeonar desde 1966.
Tornemos nuestros ojos hacia el Recreativo
de Huelva que más que decano parece el becario más torpe de la clase.
Contemplemos al Real Jaén, primer club de esa provincia, cuya aportación al mundo de la
pelota es similar a la de los dirigentes de Podemos
en un congreso de mentes brillantes.
Algunos de mis amigos creyeron ser los primeros en la
creación de técnicas de ligoteo que convierten, y en todos los casos, a mujeres
tan frías como el mármol en volcanes capaces de hacer arder un millón de penes. Mis compañeros, como los onubenses, se equivocaron. Buena prueba de ello es que luego
llegamos otros para perfeccionar esos métodos que, para sorpresa de muchas,
siguen vigentes y no precisamente en un plano onírico
.
Personalmente no he sido nunca el último en nada, ya lo
creo que no, pero soy el primero que se opone a que mi tierra sea
controlada desde el Palacio de San Telmo. No solo por mi cartografía sentimental
que siempre amarra en el noray de un Puerto mediterráneo, sino por mi absoluto convencimiento de que Andalucía es
un invento maquiavélico para chupar la sangre a las ciudades mercantilistas
como Málaga. En este punto, estoy seguro de no ser ni el primero ni el último
en haber convertido la disidencia en el motor de mi existencia. No es la
primera vez que lo escribo, ni será la última.
¡Seguimos tras ocho meses de obligada ausencia!
Sergio Calle Llorens
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