sábado, 19 de octubre de 2013

LENGUAS

Soy un gran amante de las lenguas. En casa, además del español, se pueden escuchar el danés y el inglés. Escuchar a mis hijos discutir en varias lenguas me produce gran satisfacción. Creo que es una ventaja criar a los niños en diferentes idiomas. Una manera de prepararles para el mundo globalizado y competitivo en el que tendrán que lidiar. No hay nada malo en ser bilingüe o trilingüe. Todo lo contrario. Yo mismo, a la hora del crepúsculo acudo a buscar a un amigo para tener conversaciones en catalán y, hay días en los que la parla de Shakespeare domina mi maldita. Otras jornadas me sumerjo en la literatura italiana y llamo a los amigos transalpinos del pretérito. Mi españolidad, por cierto, no se resiente aunque cada vez me sienta más ciudadano del mundo.

Empero, el anuncio de RENFE de exigir hablar todas las lenguas españolas en las líneas ha desatado cierta sorna en la sociedad. Unos califican la medida de inaceptable. Suelen ser gentes de derecha tramontana que no han aceptado nunca la realidad lingüística de España. Ojo, digo lingüística y no nacional, porque en mi opinión, en Cataluña, por poner un ejemplo, no hay dos culturas, sino una misma en dos idiomas distintos. Además, la medida sólo se aplicaría en los tramos ferroviarios donde se habla otro idioma cooficial.  De tal manera que los empleados de RENFE a su paso por Málaga, no tienen que hablar vasco como los tarados de Twitter apuntaban. Dicho lo cual, me gustaría añadir que me parece ciertamente sorprendente que se le pida a un trabajador dominar el vasco cuando el mismísimo Ibarretxe fue incapaz de aprenderlo nunca. En mi opinión, bastaría con la presencia de algunos trabajadores con el dominio de esa lengua autonómica para salvar el asunto. Entre otras cosas, porque tenemos una lengua común que, al margen de que hablen 500 millones de almas en todo el mundo,  todos conocemos. Ya puestos, podrían mandarnos los pinganillos que se ponen Griñán y los suyos en el senado para la traducción simultánea.

Entre el radicalismo de derechas que aboga por exterminar las lenguas autonómicas y, la ultraizquierda y su odio a todo lo español, hay una tercera vía que apueste por el bilingüismo práctico y sin complejos. Esa tercera vía se encuentra en Ciutadans con su líder, Albert Rivera, a la cabeza. Esa formación defiende aquello que millones de españoles realizamos en la práctica; hablar diferentes parlas de forma natural.

La tercera vía, en cambio, también debería apostar para que el Presidente de un gobierno o una taifa autonómica hablaran idiomas. Ya que se lo exigimos a los camareros de las líneas del AVE, no estaría mal ser consecuentes y hacer lo propio con las habilidades lingüísticas de sus señorías. Sería una bonita forma de desembarazarnos de personajes como Susana Díáz y Manolito Chaves.

Sergio Calle Llorens





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