El mediterráneo
lo engloba todo. Es una nuestra primera mirada. A través de la canción triste del mar, los que hemos tenido la
suerte de haber nacido junto a la patria saluda, nos proyectamos al mundo. Fue
junto a este mar sabio y antiguo donde nacieron los mejores filósofos. Fue
aquí, gracias a los judíos, donde se creó el monoteísmo en una época en la que
miles de Dioses luchaban entre sí. Nuestra arquitectura es mediterránea. La
lengua franca del Mare Nostrum la usaban los pescadores de Melilla, de Málaga,
Valencia, Mallorca, Tarragona, Malzalquivir, Orán durante el siglo de oro. Una
modalidad lingüística y muy orientada a su profesión. Una lengua que permitía
una comunicación rudimentaria suficientemente efectiva entre marineros de todo
el mediterráneo. Incluía elementos léxicos del español, el italiano, el árabe,
el griego, el catalán y el turco. Vean un ejemplo; “Fazer forte agua cielo”
para llueve mucho. En la región oriental del mediterráneo predominaba una
lengua franca de mayor impronta italiana, mientras que en la occidental
presentaba más marcas españolas. Sin embargo, hay una memoria colectiva común
que nos hace saber que somos mestizos y pertenecemos a un tronco común.
Sabemos, por tener esas olas besando nuestras playas, que nuestra
cultura es de ida y vuelta. Lo nuestros es un fruto de un mestizaje, No somos
puros y nos enorgullecemos por ello. El concepto nórdico o germánico de raza no
es entendible en estas orillas. Si los indigenismos y americanismos le dieron
al español un aire acriollado en el nuevo continente, los intercambios
culturales que se dieron en estas tierras mojadas por la mar, colocaron a
nuestro pensamiento en un plano superior.
Sergio Calle Llorens
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