Con un cielo perlado los hombres de trono
colocamos nuestros cuerpos bajo los varales de sus santos titulares. Son los más
grandes de España, y los más pesados. Aún así, cada año los malacitanos
acudimos en masa a pasearlos por las calles de la vieja ciudad en la época en
la que beber de sus fuentes nos hace más sabios. Al compás de una marcha
procesional, mecemos a un Cristo o a una Virgen bajo el embrujo de la tarde. El
secreto es dejar el barco a la merced de la ola mediterránea. Viento de
poniente o un levante travieso se convierten, a veces, en aliados incomparables
de un paso único e incomparable
Sí, cada año, repetimos un ritual mágico que resplandece en
la noche como el faro que guía a nuestras embarcaciones a nuestro puerto;
leyendas de Mena y de Zamarrilla, presos liberados, palomas al viento, Cautivo
de túnica blanca, Esperanza redentora, Estudiantes con su eterno himno y un
cuplé nacido en Málaga como canción redentora de legionarios. Luceros de vida que apenas dejan oír la canción triste del mar. Aquella balada
secreta en honor a todos aquellos que nos dejaron y se convirtieron en sombras.
Desde la Trinidad ,
pasando por el barrio de la
Victoria hasta llegar a los Percheles. Málaga por una vez se
pone de acuerdo en el amor a unas tradiciones marinas que se pierden en la
noche de los tiempos.
La gran mayoría nos colocamos bajo esos varales siendo unos
muchachos a los que nos podían los nervios y la tradición. En ellos, hemos
sufrido, hemos amado, hemos sentido la emoción de callejear por Málaga con la esperanza
de poder volver cada año y retrasar, si se puede, la fecha del adiós. De ese día
fatídico en el que nuestros hombros y riñones no soporten ya el peso de esos
barcos que suenan como aquellos viejos galeones con el que los españoles
conquistamos el mundo.
Como hombros de trono aguardamos la llegada de ese día
marcado en el calendario con letras de oro. Es la jornada en la que lo das todo
por no defraudar a los tuyos, ya sea en un atardecer de un anaranjado profundo
o bajo una lluvia fina que te obliga a encerrarte en la iglesia. Falta una
semana, faltan tres días, faltan unas horas y cuando te colocas bajo el varal y
el capataz de trono da los toques de campana, tu cuerpo se tensa y, por fin, la
impaciencia desaparece.
Escribo estas líneas cuando la mar ha entrado en ese
silencio oleoso que me acaricia mi alma mediterránea. Es de noche y a mi mente
vienen recuerdos de una tarde londinense en la que el trabajo no me dejó
volver. En aquellos momentos de zozobra, cerraba los ojos para contener las lágrimas
e imaginaba a mi Cristo de Azotes y Columna de las Fusionadas procesionando por
la Alameda de
la ciudad del paraíso. Llegaban a mi mente la proa del trono abandonando las
entrañas del viejo barrio de San Juan, y me era imposible contener las lágrimas
de sal. Nunca más he vuelto a perderme una cita y volveré, si Dios me lo
permite, puntual al encuentro con el Cristo redentor.
Decía que empezamos siendo muchachos para haber terminado
peinando canas en la noche malagueña. Abandonar ahora sería como una puñalada
en el corazón y, como saben, los hombres de trono tratamos de retrasar lo
inevitable; el momento del relevo en el que otra generación pida paso y camine
bajo los varales que siguen besando nuestros hombros. Hasta entonces, seguiremos
manteniendo viva la pasión por la mejor semana santa de España. A cada toque de
campana, levantaremos a pulso a nuestros titulares, marcharemos entonando
viejos himnos y reventaremos nuestros cuerpos hasta que el capataz del barco de orden de parar. Y lo haremos, como
hemos hecho siempre: con el convencimiento de que esos tronos son Málaga y
queremos morir por ella. Huele a salitre, huele a incienso y en la bóveda
celestial se vislumbran unas estrellas que parecen perlas. Los hombres de trono
volvemos a respirar dichosos porque el momento ha llegado.
Valgan estas modestas líneas como homenajes a los hombres de
trono
Sergio Calle Llorens
"Nunca más he vuelto a perderme una cita y volveré, si Dios me lo permite, puntual al encuentro con el Cristo redentor."
ResponderEliminarEsa es la clave, Sergio: Redentor, Salvador, Señor. Qué Él te guíe y te guarde, a ti y a todos los hombres de trono de Málaga. Que a todos nos acompañe, que nunca se canse de nuestras infidelidades.
Ave Crux, Spes Unica.
Amén, amigo mío. Sin su guía no somos nada.
EliminarUn abrazo
Se me han saltado las lágrimas leyendo este artículo, creo que estamos ante el nacimiento de un escritor en ciernes que dará mucho de que hablar. Impresionante es poco lo que se puede decir de tus líneas, la Málaga cofrade te lo agradece de corazón.
ResponderEliminarJuan Alsina
Impresionante es poco, es sencillamente espectacular. Guau.
ResponderEliminarBelén- tu más fiel admiradora