domingo, 7 de octubre de 2012

¡LA LUNA!


La luna ejerce un embrujo especial sobre los seres humanos. No es un simple astro, es una Diosa con la cara lavada de plata que se alza en el cielo. No hubo pueblo en la historia de la humanidad que no buscara su rostro en las alturas. Los que sentimos querencia por Noctiluca, pensamos que las cosas más vulgares tocadas por un halo de luna, parecen flotar en la irrealidad y el ensueño. La luna todo lo embellece y, nosotros, los lunáticos, apreciamos como con el paso de la noche, las zonas de sombra y luz varían constantemente en un juego mágico.

Desgraciadamente somos pocos a los que todavía nos gusta pasear por pueblos desiertos o bosques cuando el resto de la humanidad duerme. Lugares que brillan con la luz ajena de la luna. Inlcuso calles arregladas sin ninguna gracia, parecen adquirir la dimensión de El Dorado cuando la Diosa, les regala sus rayos de luz. Suelo dar paseos interminables a altas horas de la madrugada con mi cámara de fotos y mi alma repleta de emoción. En esos momentos, el silencio de la foresta parece ser acompañado por el hechizo del viejo astro. Los viejos irlandeses solían arrodillarse mirando a la luna y recitaban una plegaria al señor, lo que indicaba un vestigio de culto precristiano. Sin embargo, sólo estaban permitidos eufemismos para dirigirse a la luna. Hoy en día, en gaélico irlandés usamos la palabra gealach (resplandor) cuando nos referimos a nuestra vieja amiga. Como comparación, en griego, la Diosa luna era también llamada Febe (resplandor). Otra palabra del irlandés antiguo para luna era ré y está, también sobrevive en manés, usaba como una parte de la combinación junto con la palabra shollys, luz para formar rehollys, luz de luna. ¡Que expresión tan bella!

Recuerdo cuando de pequeño miraba a la luna sobrecogido cuando ésta iluminaba la vieja alcazaba malagueña. El viento de levante danzaba, las llamas de la noche saltaban y mi padre me recitaba los versos de aquel poeta persa Omar Khayyan cuya poesía fue la expresión de su propia vida. Unos poemas que no estaban destinados a publicarse pero que lo han convertido en uno de los poetas más relevantes de todos los tiempos.

Puesto que ignoras lo que te reserva el mañana,
esfuérzate por ser feliz hoy.
Coge un cántaro de vino, siéntate a la luz de la luna y bebe pensando
en que mañana quizás la luna te busque en vano

Querido Rabayyat en cuyos versos esconden un amor sin reservas a la corta existencia. ¡Minchia! He leído esta cuarteta infinidad de veces, he bebido el vino y pensado en el tiempo en el que “largo será el tiempo que dormiré sin mujer”, y como la luna me buscará en el jardín en vano. Por eso suelo aprovechar cada noche para buscar a mi amiga en la boveda celestial. Doy gracias a Diós por permitirme pasar un día más en su compañía. No importa que mis dedos no puedan tocarla, porque el amor a la luna es, como los besos que no damos, lo más apasionante del mundo. Decía Oscar Wilde que un soñador es aquel que puede encontrar su camino por la luz de la luna, y su castigo es vera al amanecer antes del resto del mundo. Yo sueño despierto a su vera. Cuando me deja huerfano de su presencia, la añoro. Pero cuando aparece y me lanza sus rayos sobre las ruinas de la Isla de los Naufragios, una sonrisa se me dibuja en el alma.

Now came still Evening on, and Twlight grey
Had in her sobre livery all things clad

Allí sentado en lo que fue un castillo envuelto en la niebla a la que los irlandeses llaman néal busco que la luna me guíe de nuevo en mi andar nocturno. Suelo recitar unos versos en parla catalana; “Voro la Lira d'òr fan la sardana sis atxes resplendents en los zenit, brillants de la corona que Ariana deixa en los cel suspessa perqué en son front la rumbejás la nit”.

Una vez que mi voz ha roto el pacto de silencio con la noche, unos rayitos de plata iluminan la mar. Es un momento detenido en el tiempo que volverá a repetirse en mi ausencia. Suspiro hondo y me siento el hombre más afortunado del mundo. El mundo duerme y yo sigo soñando  con los arcanos del universo.

I arise today 
Through the strength of heaven: 
Light of sun, 
Radiance of moon, 
Slendour of fire, 
Speed of lightning, 
Swiftness of wind, 
Depth of sea, 
Stability of earth, 
Firmness of rock.

Sergio Calle Llorens











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