jueves, 9 de agosto de 2012

EUFEMISMOS

Vivimos tiempos tan extraños que a los enterredores les llaman técnicos funerarios y a los barrenderos expertos sanitarios. Sin duda, la época en la que nos ha tocado vivir es el paraíso de los amantes de los eufemismos absurdos. Para más INRI, si uno no se suma a la locura colectiva de usar estas denominaciones, se nos acusa de antiguos o de algo peor. El otro día sin ir más lejos, estaba en casa con la única compañía de mi respiración profunda, cuando, otra vez, una pareja de testículos de Jehova vino a darme la barrila con el fin del mundo. Como soy hombre de recursos lez enchufé la manguera para recrearles el diluvio de Noé. Todo un detalle por mi parte. Empero, antes de correr despavoridos me lanzaron los siguientes calificativos: satánico, fornicador y pecador. Me reconozco en los dos últimos, pero al diablo sólo lo conozco, y de vista, corriendo por los pasillos del palacio de San Telmo.

 Con lo fácil que hubiera sido llamarme cobarde, sin más. Después del incidente religioso, un hipotecado, antes vecino, empezó a pinchar música con una potencia que sólo se consigue en cabo cañaveral o en un plató de Tele Cinco. Era un grupo andaluz con menos talento para la música que Rajoy para bajar los impuestos. El asunto terminó con un nuevo manguerazo. No teman, es amigo, aunque con poco gusto musical. Decidí alejarme de mi peligroso domicilio. Habría andado 100 pasos cuando una amiga, antes amante, intentó convencerme para que asistiera a una manifestación contra los recortes. Estuve a punto de preguntarle, como en la canción, dónde estaba ella en el 73, pero preferí interrogarla por su hermana, otrora experta en cosquillas.

 Bajé a la playa a tomar una cerveza con un ingeniero de quirófanos, antes electricista, que intentó venderme las bondades del yoga con una camiseta del oso Yogui. Después vimos a una pandilla de cobardes, otrora corredores, por el paseo marítimo. Iban sudorosos pero seguros de que, si no les estalla el corazón en la próxima década, alargarán su vida, por lo menos, un siglo y medio. Curiosa forma de suicidarse.

 Un término que me gusta es el de tocólogo, antes ginecólogo. Esos afortunados que bucean en las huchas de las damas y, misteriosamente, las encuentran repletas de monedas. Cuando, qué les voy a contar, cuando cualquier contacto con la zona genital femenina, antes llamada coño, hace aflojar la bolsa a los varones. Yo, de pequeño, desconocedor de esta valiosa información, pedí muy seriamaente a mi señor padre que me apuntara en la escuela de confesores de mujeres rubias. Mi progenitor me dijo que había mucho diferencia entre un cura, y lo que yo era; un sátiro de cojones. Afortunadamente, el tiempo me ha demostrado que ambos términos no son excluyentes.

 Recordando el episodio me entró hambre, y fui en compañía del ingeniero de quirófano a que un manipulador de alimentos, antes cocinero, nos preparara unas raciones de boquerones. En el bar entró un agente inmobiliario, otrora vendedor de propiedades, con una aflautadora de miembros, antes guarrillas,. La tarde fue agotadora. ¿Qué pasa en España para que todos se avergüencen de lo que son? ¿Por qué inventar tantos términos? ¿Por qué esa manía de que no les llamemos por sus verdaderos nombres. Es como si alguien se llamara Alejandro sólo respondiese a la voz de conquistador. Seamos serios, una pilingui es una pilingui, Manuel Chaves es un inútil, María Gámez es el eslabón perdido entre el hombre y el mono y el alcalde de Marinaleda es un subnormal profundo. Permítanme, por tanto, un consejo para la próxima vez que un odontólogo, antes dentista, se dedique a perforarles la boca con un aparato diseñado para derribar a un elefante, escupan, primero el agua, y luego el término que mejor les viene a esa profesión; Hijos de la Gran Bretaña. Háganme caso, insisto, dejen los eufemismos para los cantamañanas.

 Coda: Para dar ejemplo, puedo afirmar que la transición española tuvo a un hijo al que llamaron democracia, y ésta a su vez tuvo un aborto al que bautizaron como España autonómica. ¡Amigos, las cosas por su nombre!

 Sergio Calle Llorens

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