El enorme gasto
engendrado por la ostentación, la prodigalidad, el parasitismo y el
dispendio causado por la continua fiesta andaluza ha convertido a
Andalucía en un cadáver que, por alguna extraña razón, sigue en
pie. Para callar a las voces críticas con el muerto, la Junta cuenta
con dos herramientas viejas y eficaces; la publicidad institucional y
un ejército de plumillas que cobra a cargo de los presupuestos.
Ninguno de ellos escribirá sobre el coste de las empresas públicas
andaluzas. Ni siquiera se atreverán a mencionar lo que cobran los
asesores de Valderas. Ese comunista que en plena campaña electoral,
manifestó a Griñán que debido a los fraudes de los ERE, tenía dos
opciones; dimitir o cesar a su consejera Martínez Aguado. Ahora,
cuando gobierna a su lado, el pájaro bermejo esconde su código
ético bajo las alas del gobierno andaluz.
Tal vez el silencio de la
prensa importe poco si tenemos en cuenta que debido al nivel
educativo andaluz, el nivel de lectura de nuestros estudiantes apenas
llega para entender las dos terceras partes del catálogo de Ikea. A
éstos les basta dos consignas fáciles para manifestarse en la
calle, siempre y cuando la protesta vaya contra la derecha que, dicho
sea de paso, se ha empeñado en convertir a Sevilla con la ley de
capitalidad, en la única urbe sureña a la que llegarán inversiones
de forma segura. A los chicos de la gaviota les debe parecer poco las
tres décadas de centralismo sevillano socialista, y planean,
imagino, bombardear Málaga cada tres años. De esta forma tan
liviana, los populares se asegurarán que la capital de la Costa del
Sol no ose seguir en la senda de su rebeldía. Y no, no me valen las
protestas del alcalde malagueño y de los suyos, porque por cada
hombre leal para con Málaga que pertenece a su partido, me he topado
con cien hombres cuyo único interés es la satisfacción de sus
apetencias políticas. El único logro del PP en los últimos años
en estas tierras consiste en la inauguración del Palacio de la
Aduana, pero no como museo, sino como caseta de feria.
Por tanto, estoy
convencido de que estamos en manos de una pandilla de caraduras sin
escrúpulos, a la derecha y a la siniestra. Por una lado, tenemos a
la Junta para la que sólo hay algo más peligroso que la calumnia;
la verdad. Por el otro, a los ayuntamientos malagueños gobernados
por los populares de cuyas mentes no salió jamás idea brillante
alguna. Su estrategia es tan lamentable como aquella usada por la
progresía que hace responsable a Franco de todas las taras de los
tiempos actuales. El problema, queridos amigos, reside en el hecho de
que Málaga perdió su libertad a manos de Andalucía. Nada más y
nada menos. El resultado es que en la provincia hay 192.000 parados y
el Servicio andaluz de desempleo, apenas tiene 92 ofertas de trabajo.
Para esto, no hacía falta formar una autonomía, bastaba con
dispararnos un tiro en la cabeza.
Sergio Calle Llorens
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