jueves, 20 de octubre de 2011

DIVORCIO ANDALUZ


Cuando se cumple el trigésimo aniversario del referéndum del primer Estatuto de Autonomía, cabe preguntarse si ha merecido la pena tanto esfuezo. Quiero decir, permítanme, si en estos treinta años Andalucía ha avanzado y si lo ha hecho en la dirección correcta. Para responder a estos interrogantes, hay que huir como alma que corre el diablo de la propaganda electoral y de los voceros del régimen. Es obvio, de cualquier forma, que las tierras del sur en nada se parecen a aquellas que estaban de cara al sol. Pero si con Franco íbamos a paso de tortuga, ahora marchamos a ritmo de caracol. En educación, seguimos estando a la cola de Europa. En sanidad, Málaga cuenta con el menor ratio de camas de España y los únicos hospitales públicos se construyeron en tiempos del dictador. Incluso hoy, como ayer, los andaluces siguen emigrando a tierras donde el trabajo bien hecho es la regla y no la excepción. Seguimos siendo, para pasmo del personal, un decorado de cartón piedra en el que los turistas se retratan y toman paella acompañada de la rica sangría. Con nuestras coplas, los trajes de flamenco y los mismos principios culturales del franquismo. Estamos, más que les pese, en la última reserva espiritual de Pepe Gotera y Otilio con sus chapuzas a domicilio.


Probablemente la diferencia entre aquellos años grises del pasado y los actuales radica en el mayor número de bocas a mantener. La autonomía de Vandalia ha supuesto un desembarco de los descamisados en los despachos oficiales. Piltrafillas y palanganeros que se han ido colocando en observatorios, consejerías, mancomunidades, y cadenas autonómicas. Antes, ya ven, era el carnet de la Falange que abría puertas, hoy el del PSOE. Es el mismo nodo a treinta años vista. Cambian los rostros, no los apellidos. Mudan la piel, no sus fechorías. Del sindicato vertical a sindicalistas que siempre están en horizontal. Del currículum de los tunos al tuneo curricular. Alegría y alergia al trabajo bien hecho. Del todo cambiado para que nada cambie. Los señoritos andaluces repeinados con mando en plaza. La turba inculta y tan feliz de haberse conocido. Y todo a fuego lento, sin percatarse de que son ellos los que se cuecen en la sartén de Andalucía. Así, con un pasado y un presento tan oscuro jamás tendremos un futuro brillante. De hecho,esta autonomía no ha servido ni para unir a sus integrantes. Tras años de convivencia, hemos aprendido a despreciarnos. Tal vez porque las ocho provincias son celosas y no han entendido la poligamia en la que una de las esposas siempre obtiene las atenciones y los regalos del marido. Tal vez, el único cambio positivo en Andalucía es que ahora gozamos de la institución del divorcio. Así que yo pienso divorciarme de Andalucía y por la vía rápida. No me importa que se queden con todo con tal de largarme de una vez de este puñetero infierno. ¿O van a seguir ejerciendo hacia mi persona la mal llamada violencia de género?


Sergio Calle Llorens

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