miércoles, 2 de marzo de 2022

¡PUTIN Y LOS TELETUBBIES!

 


 Que la política energética del viejo continente esté influenciada por Greta Thumberg nos lleva a depender de un criminal de guerra como Putin. El mismo personaje que ha financiado a organizaciones ecologistas en Europa para que obviemos la energía nuclear y dependamos del gas ruso. En este momento del partido, los europeos, o buena parte de ellos, entendemos que Winston Churchill tenía razón cuando dijo que un apaciguador es alguien que espera que el cocodrilo se coma a alguien antes que a él.  En la primera parte de la centuria actual, el mundo occidental ha comenzado a vislumbrar que hay que volver a la tensión armamentística porque, como sabían nuestros ancestros, Igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum. Dicho de otra manera pero es lo mismo: si vis pacem para bellum- a los espectadores de Telecinco aclararles que la frase que acaban de leer no es un anuncio de certamen de belleza sino toda una declaración de intenciones- y que ya va siendo hora de triplicar el presupuesto en defensa.

Los campos de la vieja Europa están alfombrados de cadáveres cuyo tarareo compite con la decrepitud de una sociedad que no sabe que la libertad se conquista cada día. Por eso hemos estado a punto de perderlo todo. Hoy es Ucrania y mañana podría ser Finlandia. Pero da igual. El caso es que la agresión de los hijos de Putin nos ha pillado a todos con el paso cambiado. El ruso preparando una invasión y nuestros representantes de la UE enfrascados en discusiones bizantinas que no conducen a nada.

 Ahora que hemos perdido el raro privilegio de la calma ante las bombas del ejército del antiguo agente del KGB, los occidentales nos hemos unido para luchar de nuevo por la libertad. Después de todo nosotros somos la misma gente que marchó sobre Tenochtitlan. Los valientes que regaron con su sangre las playas de Normandía.  El pueblo que fue aplastado bajo los tanques soviéticos en Hungría, pero que se tomó la revancha echando abajo el muro de Berlín.

Por todo ello, la próxima vez que escuchemos a una niña repelente hablar de ecología en un foro internacional, cualquier educador deberá darle un fuerte tirón de oreja para, sin soltársela, llevarla al sitio de donde nunca debió salir: el aula. Asimismo cuando una representante europea recomiende no felicitar las fiestas en vez de la Navidad para no ofender a los musulmanes, una sirena deberá sonar en señal de peligro.  Igualmente, cuando cualquier imbécil, estilo Pedro Sánchez, proponga suprimir el ministerio de defensa, millones le haremos frente porque un guantazo a tiempo siempre es una victoria.   Y el que quiera luchar por los derechos de los homosexuales- que aquí no hay nada más que rascar- que se vaya a Irán o a Marruecos.

Señoras y señores, Vladimiro ha olido nuestra debilidad observando cómo hasta nuestros jugadores de fútbol, al igual que nuestros inútiles líderes, se ponen de rodillas para pedir perdón cada quince minutos. Pero no es tarde para presentar batalla. Ni siquiera hoy que la atmósfera es cada vez más brumosa y las formas futuras flotan en la incertidumbre. Porque todavía hay tiempo para retornar a la tensión, a la mili obligatoria, al espíritu que nos llevó a doblegar a Hitler.

Resistencia, armas, ganas de vencer, centrales nucleares y mucha mala leche para que podamos ver a Mohamed VI, otro tirano, colgado del palo mayor de un barco de la Armada española.  ¡No pongan el grito en el cielo porque si hubiéramos ajusticiado a Abd el-Krim tras la victoria en Alhucemas, no habría habido ni Hassan II ni marcha verde! ¡Como si hubiéramos dado matarile a los piratas que secuestraron a nuestros compatriotas cuando los teníamos a tiro tras pagar el rescate, no habríamos sufrido más extorsiones! Pero claro, estas son las consecuencias de aceptar la alianza de civilizaciones del nefasto Zapatero como animal de compañía. ¿Qué será la próximo? ¿Unas chochocharlas a los soldados de Putin?

La libertad tiene un precio y nada sale gratis. Que nadie le vuelva a engañar. Oiga este secreto: el mundo es un lugar terrible y lleno de peligros. Para salir indemne no podemos llevar un ejército de teletubbies a combatir esperando que nuestros enemigos se rindan. Hay que ir a degüello porque al final al campo de la libertad no se le pueden poner puertas. Kiev, aunque termine cayendo, será la tumba de Putin. Y nosotros, amantes de la libertad, bailaremos sobre ella.

Sergio Calle Llorens

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