Cada vez que
el Real Madrid pierde, nadie puede negarlo, la justicia, los valores
occidentales y la humanidad ganan por goleada. Ayer también hubo goles que se
clavaron en el corazón de los blancos tras caer derrotados en otra final con el
Barcelona. La previa ya venía
cargada de tensión. El resultado es que Real Madrid TV apunta y Rüdiger
dispara a la cabeza del colegiado. Al jugador alemán, que parece que lleva
dentro a un peligroso psicópata, ya no le basta con hacer el gesto de cortar el
cuello a la afición contraria cuan yihadista cualquiera, y le tiró un objeto al
árbitro que le birló dos penaltis en la final a los azulgranas. El personal se pregunta qué hubiera pasado si
no llegan a sujetarlo sus compañeros. A otro que tuvieron que agarrar fue a Jude
Bellingham. El inglés, que sigue sin hablar ni una palabra en español, se
comunica con un fuck off por aquí y un fuck off por allá, normalmente
sin consecuencias negativas sancionadoras.
Todo esto ocurre porque hemos normalizado las evidentes
ventajas del club blanco sobre los demás. Ya nadie cuestiona que todos,
absolutamente todos, desde el presidente de la liga, de la Federación española
de fútbol, el jefe de la ACB, hasta la
mujer que hace las designaciones arbitrales del balompié femenino, sean seguidores
del Real Madrid. Y aquí no pasa nada porque los medios de comunicación, madridistas,
en su gran mayoría, ríen las gracietas de Freddy Krüdiger y sus compinches. Todos sabemos
por experiencia qué si el tudesco jugase en otro equipo, las sanciones por
conducta antideportiva serían ejemplares. También conocemos la razón por la que
las camisas de fuerza son blancas.
A resultas de todo esto, Freddy Krüdiger no debería ser sancionado con doce partidos sin jugar como pide la inmensa mayoría que sufre los atracos indiscriminados del Real Trampas. Lo justo y razonable sería encerrarlo en un lugar acorde a sus serios problemas mentales. ¿Qué les parece a ustedes el manicomio Arkham? Con lo bien que estaría allí en compañía de Tomás Roncero. Este podría ser un final bello de película. Y hablando de cine, la escena en la que Krüdiger es agarrado por sus compañeros me ha recordado a la de Al Capone siendo sujetado por agentes de la ley en Los Intocables de Eliot Ness. Una puta maravilla.
Sergio Calle
Llorens

