Introducción a Saoirse
La libertad de expresión no es un concepto abstracto. Se
puede ejercer o no se puede ejercer. Les hablo de un derecho adquirido por la
civilización más importante que haya dado la historia de la humanidad; la
occidental. La nuestra. La misma que está a años luz de distancia de las otras
culturas de la tierra. No ha sido un camino fácil pero, tras siglos viendo como
quemaban a los herejes de la iglesia o mandaban al exilio a los disidentes,
aquí estamos blandiendo el estandarte de la libertad que, como sabe el lector
inteligente, no sale gratis.
Nuestras sociedades
son tan libres y avanzadas que nadie, a no ser que estuviera a punto de
ingresar en un hospital psiquiátrico, las cambiaría para vivir en un país árabe
o en naciones tan cochambrosos como Venezuela o Cuba. Y todo, gracias a que una
vez vencimos a los nazis y a los comunistas para transformar nuestro rincón del
mundo en un lugar mucho más justo y habitable para todos. También fuimos capaces de separar Iglesia y
Estado y las opciones sexuales no pueden
ser motivo de discriminación de acuerdo con las constituciones con las que nos
hemos dotado. Sin embargo, en los últimos años hemos retrocedido mucho a causa
de los dos nuevos fascismos que avanzan desbocados en el siglo XXI; el islamismo
radical y la corrección política.
Vivimos en la época en la que un seguidor de la secta del
profeta Mahoma puede alegar sentirse ofendido por cualquier viñeta en la que
aparezca su profeta o, por el simple tañido de la campana de una iglesia cristiana.
Hoy, por ponerle un ejemplo ilustrativo, quemar una Biblia no es delito en Gran
Bretaña pero si prendemos un Corán caerá sobre nosotros todo el peso de la
legislación. Una excepción cultural ciertamente inaceptable que rompe aquello
de que todos los ciudadanos somos iguales ante la ley.
Curiosamente, los
islamistas ponen el grito en el cielo por una caricatura y callan cuando en Irán
cuelgan a los homosexuales de una grúa o, los días que violan a mujeres en Omán
por aquello de que están muy ligeritas de ropa. Según los islamistas, los
occidentales debemos acatar una ley global sobre la blasfemia aplicando unos
preceptos religiosos que, además de ser ilógicos, no pertenecen a nuestro mundo
y bagaje cultural. Y todo porque consideran sagrados sus dogmas cuando, en
verdad, lo único sagrado que existe es nuestra libertad de expresión que, por
supuesto, está muy por encima de esos aires religiosos que vienen del Medievo.
A veces los islamistas, y todos aquellos que les apoyan en occidente, parecen
de otro planeta y sería estupendo que en verdad lo fueran. En definitiva,
millones de occidentales están siendo catalogados de racistas por contar la
verdad sobre el Islam y sus seguidores, a saber; su religión es incompatible
con los valores de occidente.
Para más Inri, hoy
cualquier idiota que se precie puede sentirse ofendido por un chiste que vaya
supuestamente contra el grupo al que dice pertenecer; irlandeses, polacos,
habitantes de Raticulin, mujeres, pichas-cortas, honrados come-almohadas
,rubias de pechos generosos, machistas, comunistas, conservadores, socialistas,
católicos, islamistas, testículos de Jehová, Mormones, judíos o protestantes.
Lo peor del caso es que ya son miles las sentencias en las que se condena a
personas por haber hecho un comentario en las redes sociales o, por algún poema
que se escape de la corrección política imperante. Para cerrar el círculo vicioso, nos
encontramos con esos occidentales que se llaman liberales y están a favor de la
libertad de expresión siempre que no contravenga sus ideas o manera de ver el
mundo. Un contrasentido que nada tiene que ver con la libertad con mayúsculas.
Incluso hay magistrados que condenan más por su ideología que por los preceptos
legales.
La libertad de expresión es lo que somos y la sátira es el
instrumento que tenemos los poetas, artistas y ciudadanos cabreados para
expresar lo que sentimos por nuestros políticos. Además, como personas libres
deberíamos ser capaces de reírnos de todo lo que consideramos ridículo y eso
incluye, faltaría más, a todo aquel que parece que viene a salvarnos cuando no
necesitamos que nadie nos salve de nada Y si ahora están pensando cómo puede un
poema ser considerado un delito, les voy a relatar la historia del cómico
alemán Böhmermann que leyó un poema sobre el dictador turco Erdogan en un
programa de máxima audiencia de la televisión alemana ZDF. En el soneto lo
describía como un hombre cuyos pasatiempos favoritos son el follar cabras, el
patear kurdos, el machacar cristianos y el ver pornografía infantil. Aquellos
comentarios provocaron la hilaridad del público tudesco y el enfado monumental
del Premier turco. Éste, aprovechando que en Alemania existe una ley del siglo
XIX que establece condenas de cárcel para aquellos que insulten a los
mandatarios extranjeros, inició una causa penal que a punto estuvo de llevar a
la ruina al cómico.
El caso, como no
podía ser de otra manera, puso a prueba los límites de expresión de ese país.
Erdogan incluso llegó a contar con la colaboración de la Canciller alemana,
Ángela Merkel, que afirmó que el poema tenía intención de ofender. Dicho de
otra manera, lo que era una simple exploración de la libertad artística de un
comediante se transformó en una caza de brujas. El pobre hombre tuvo que
abandonar por un tiempo razonable la televisión. A su vuelta, con más de media
Germania atenta a la caja tonta, se negó a declarar sobre el caso y solo dijo
que jamás haría chistes sobre Adolf Hitler porque de tener un buen abogado
podrían denunciarle. Afortunadamente, el alemán encontró apoyo en la vieja
Inglaterra cuando Douglas Murray en The Spectator organizó un concurso
internacional de poesía satírica sobre Erdogan. En las bases se establecía
claramente que el poema ganador del certamen tendría que ser realmente
ofensivo. Ganó, y contra todo pronóstico, el ex alcalde de Londres Boris
Johnson con el siguiente poema;
There
was a long fella of Ankara
Who was a
terrific wankerer
Till he sowed
his wild oats
With the help of
a goat
But he didn´t
stop to thankera
Pueden ustedes imaginar la alegría que sintió el germano
cuando supo del apoyo de otros occidentales. Poco consuelo, tal vez, si tenemos
en cuanto que todos estos procesos contra artistas no encierran solo un deseo
de encontrarnos culpables, sino de hacernos imposible el ejercicio de la
libertad de expresión. Al margen de que el proceso puede llevar una multa
millonaria que acabe, y de una vez por todas, con nuestra voz crítica. En verdad hay cosas muchas más graves que
llamar folla-cabras a un folla-cabras
pero, con la ayuda del islamismo radical que quiere imponernos una exención
cultural a nuestra forma de expresión, ha comenzado una era difícil para todos.
Y no solo por culpa de los musulmanes sino por esa corrección política que
supone un nuevo puritanismo que desemboca en una dictadura insufrible. Si
occidente sigue por esta senda tan peligrosa, llegará el día en el que los
textos satíricos de Quevedo o incluso algunos pasajes de Shakespeare sean
eliminados de los planes de estudios. Y con ellos, cualquier comentario que
pueda suponer una ofensa para el mentecato de turno. Por ello, los ciudadanos
libres tenemos que reaccionar y, de eso va este libro.
Saoirse, que significa libertad en gaélico irlandés, es una
colección de poemas libertarios que se encuentran a millones de kilómetros de
distancia de la corrección política dominante. Alguno ya ha sido incluido en una
colección de poesía contemporánea española de Chiado editorial. Versos que
suponen un ataque a mis fobias y alguna alabanza a mis filias. En estos
páginas, por tanto, despliego mi Santísima Trinidad que engloba; libertad de
pensamiento, de expresión y de identidad. Algunos versos son, bien está en
reconocerlos, hirientes. Pocos endecasílabos simpáticos pero todos,
absolutamente todos, suponen un intento de sacarles una sonrisa o una muela por
el dolor que provocan. En definitiva,
Saoirse es un canto a la libertad. Una versión de rock ofensivo a través de
unas composiciones que vienen a despertar al mundo occidental en general y,
a la vieja Europa en particular tan dormida
cuando ha sido ella, Princesa entre las Princesas, la que transformó el mundo.
La guerra contra los
fascismos del siglo XXI, queridos amigos libertarios, no está ni mucho menos
perdida. Los ciudadanos libres, insisto, tenemos derecho a mofarnos y a
ridiculizar a nuestros políticos o a quien nos venga en gana y nadie, ni
siquiera un político en horas bajas, va a venir a taparnos la boca porque por la
libertad, como decía el héroe español Don Quijote, se puede y se debe aventurar
la vida. Recuerden que anteayer fueron
las viñetas danesas, ayer un poema sobre Erdogan, hoy es un chiste
malintencionado sobre un político andaluz corrupto y estúpido. Si seguimos por
este desfiladero peligroso, mañana
nuestras hijas llevarán burka para no ofender a las nietas del profeta.
En conclusión; Saoirse
es sinónimo de libertad de expresión; la suya, la nuestra, la mía por la que
hemos de dar batalla ahora que todavía podemos.
Finalmente quiero hacerle la siguiente advertencia; usted no debería
leer este libro si es de esos que se ofenden con facilidad. El que avisa, como
ya sabe, no es traidor y los poemas no
dejan títere con cabeza. Por eso le recomendaría darse una vuelta por el índice
antes de comenzar a leer la recopilación de poemas que pongo en su mano. Luego
no admito reclamaciones.
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Sergio Calle Llorens