El caso es que básicamente el señor Werner afirma que “la ética española no está a la altura de
la ética occidental. Solo un siete por ciento de nacionales habla inglés de
forma fluida, a pesar de que vivimos del turismo. Somos cortoplacistas. No
tenemos cultura financiera. Nadie asume responsabilidades y, por último, nuestros servicios públicos son desastrosos.” A todo ello, por supuesto, voy a dar respuesta
en este artículo.
Manda huevos que el autor hable de ética cuando, por
ponerles un ejemplo ilustrativo, en Holanda
tienen un largo historial de falta moralidad que va desde el tráfico de
esclavos- fueron sin duda alguna los peores del mundo- hasta la falta de aplomo de las tropas holandesas,
al parecer aquel día el kilo de gallina cotizaba al alza, para impedir los
asesinatos en masa en la ciudad bosnia
de Srebrenica. Por cierto, he tenido algunos jefes en mi vida y los peores,
con diferencia, los holandeses. Y tampoco se puede olvidar que en el país de Don Vincent hay un partido político que
apoya la pedofilia. Así que lecciones de
moral las justas.
Por otra parte, estoy de acuerdo en que en España nadie asume responsabilidades
y que, entre otros defectos notables, la
mayoría confunde la presencia en el trabajo con la productividad. También coincido en
que es vergonzante que solo un escaso porcentaje de la población hable idiomas. Yo domingo cinco y no entiendo
las dificultades de mis compatriotas para aprender parlas extranjeras. Les
hablo de lenguas como el inglés o e francés porque el holandés es un dialecto
del alemán con menos proyección internacional que el Real Jaén. Pero en todos sitios cuecen habas y el país del autor del citado libro no es una
excepción a la regla.
En verdad, tras haber leído los ataques moribundos de este
botarate, llego a varias conclusiones. La primera es que el tipo, a pesar de
haber vivido diecisiete años entre nosotros, no parece dominar bien el español que, más que le pese a algunos, hablamos más de quinientas millones de almas. Y es que
hay que ser extremadamente torpe, tras casi vivir dos décadas aquí, para no
poder dar la entrevista en el idioma que habla la gente que él odia. La segunda es que El Confidencial ha hecho de tonto útil en esta historia. Lo digo
porque me juego mi testículo izquierdo, ya que esto va de tocar los cojones, a que ningún medio holandés le daría tanta
atención mediática a las afirmaciones furibundamente xenófobas de un español residente
en ese país. Y menos si éstas han sido recogidas en un libro tan extenso. En último lugar, pero no menos importante,
pienso que Vincent debería aprender,
además de modales, que la lengua se usa para mucho más que hablar. Tal vez así la próxima novia española que tenga no le abandone como Susanna. Aquella mujer que se cansó de las paupérrimas técnicas
amatorias del holandés errado.
¡Las lenguas, queridos amigos, se aprenden en la cama!
Sergio Calle Llorens