Cada vez que el gobierno regional socialista, en compañía de
los de IU, anuncia una nueva medida se producen relámpagos acompañados de
toda la celestial pirotecnia. El metro
de Sevilla, por poner un ejemplo de cierta idiocia, fue analizado por expertos
que concluyeron que de producirse un accidente, todos los pasajeros morirían. Y
es que en la capital de la taifa todo, absolutamente todo, se hace a lo grande.
Si han de morir que la palmen todos por igual. También su tranvía es la monda,
pues tiene el trayecto más corto del mundo. Y todo, para que el alcalde
socialista que lo inauguró pudiera afirmar que el metro ya había sido
inaugurado a tiempo. Al invento lo llamó metro centro. Todavía resuenan las
carcajadas. Alejados del Guadalquivir, en tierras mediterráneas, ocurre todo lo
contrario. El trayecto del tranvía de Vélez Málaga fue diseñado, por otra
criatura socialista, para cubrir las necesidades de un centro comercial. Hubo
que cerrarlo por deficitario y, a día de hoy, andan en conversaciones para
venderlo a una ciudad australiana. En cambio, el metro de Málaga quiere ser
trucado por un tranvía en su último tramo. Como los malagueños se niegan, el
dinero que había destinado para el suburbano será utilizado en las líneas 2 y 3
del metro sevillano. A este paso, no creo que vaya a quedar boquerones que no
odien el invento andaluz, aunque algunos se equivoquen culpando a Sevilla.
En la taifa sureña se prefiere lo sucio conocido que lo
limpio por conocer. Así va todo. Lo increíble es que no contentos con destruir
empleo, con la precaria educación y sus proyectos de badulaques, quieran
obligarnos a vestir de una manera, y a pensar exactamente lo que ellos le viene
en gana. Un caso ilustrativo es el de la Coordinadora del
Instituto Andaluz de la Mujer
de Huelva, Rosario Ballester que ha relacionado directamente el maltrato a las
mujeres con la lectura de un libro titulado Leer a Grey de la escritora E. L
James. Fue en una conferencia en la que también afirmó, sin que se le cayera la
cara fea que tiene de vergüenza, que el uso de tacones es “un síntoma propio de
la violencia machista”. Eso sí, no especificó en qué sentido. Lo más probable
es que ella leyera de pasada alguna crítica “progresista” para hacerse la
entendida cuando, por supuesto, todos saben que Doña Rosario jamás pasó de la Cartilla Palau. Esta mujer,
como un gran sector de las féminas socialistas, tiene una tara mental. Son un
zote contra las buenas maneras y la inteligencia. Jamás entenderán que la
pobreza, en cualquiera de sus formas, es incompatible con la sensualidad que
produce la libertad. Aquí lo único que hay que prohibir es la autonomía
andaluza, o al menos que faciliten una oficina donde los honrados ciudadanos
podamos darnos de baja definitivamente de la taifa.
Sergio Calle Llorens