El Málaga
C.F de Manolo Gaspar rezuma tanta amargura como un
artículo de Pablo Bujalance. A día de hoy el equipo transmite menos que Quique
de Verano Azul. No es extraño teniendo en cuanta las decisiones del director deportivo que llevan
al club a arrastrarse por los campos de España. Derrota tras derrota, ridículo
tras ridículo, goleada tras goleada, el paleño, cuyo único mérito vital es el aprendizaje del arte de los espetos de sardinas, continúa caminando por el peligroso acantilado de la incompetencia.
A pesar de
todo lo anterior, hay un sector del malaguismo que le muestra su apoyo incondicional
a diario. Gente que se encuentra en lo más bajo de la cadena evolutiva. Personajes
que desconocen que fue Pellicer, y no Manolito, el que salvó al
club con los fichajes a coste cero. Para agradecérselo, le puso de patitas en la calle y,
tan solo como Bernardo de Gálvez en la bahía de Pensacola, se
trajo al zote de JAL y a la nadería de Natxo González que venía
de fracasar en el Bolívar. Cualquier entrenador le vale. Cualquiera que
no le haga sombra. Cualquiera que no tenga capacidad para sustituirle.
Es obvio que
Gaspar no defiende al Málaga sino su puesto de trabajo. Es
evidente que en una empresa privada ya le habrían puesto de patitas en la
calle, pero el club está intervenido mientras navega en el azaroso mar de la
competición sin nadie al frente de la nave. Ni siquiera hay un marinero que
alerte que la embarcación blanquiazul se está acercando demasiado a las Rocas
del Diablo. Porque el administrador judicial no vale ni de grumete y la
jueza, que sólo debe dirimir a quien pertenece al club, sigue con el plan
ideado por la mano negra que mece la cuna para hundir al Málaga en el fondo
del mar. Y miren que basta sumergirse en dos dedos de agua del Mediterráneo
para adquirir dos dedos de frente, pero ni por esas.
El Málaga
huele a muerto. El
Málaga parece ya un pecio y esta pandilla de pánfilos seguirá esperando a
que su señoría llame a Al Thani a declarar o a que Manolo Gaspar
acierte en la contratación de su sexagésimo octavo entrenador.
¡Cosas
veredes, amigo Sancho!
Sergio Calle
Llorens