De los
veinte kilómetros de playas que tiene Benalmádena yo me he decantado por playa
Benalnatura. Un
paraíso para bañarme como Dios me trajo al mundo. De hecho, estas arenas fueron
la primera zona nudista de todo el litoral español. Enclavada en una calita
rodeada de vegetación exuberante, ni la ola del turismo supone un problema para
sumergirte en sus aguas al resguardo de miradas inquisitivas. Esto se explica
porque el acceso a Benalnatura es un poco más complicado que el resto de
playas de este mágico municipio costero. He llegado en un amanecer púrpura con
un oleaje moderado. Huelga decir que, como estoy solo, he tenido suficiente
tiempo para inmortalizar las caricias del mar en esta cala tan presumida que
presume de contar con los cuerpos más bonitos de la Costa del Sol. De
hecho, poco a poco van llegando señoritas que se quitan la ropa con la misma
naturalidad que “un gobierno de progreso” prohíbe cosas a los ciudadanos. En
estas orillas las prendas sobran como las etiquetas. Es curioso, pero mirando
al horizonte infinito que va adquiriendo una coloración rosácea, advierto las
diferencias entre los liberales y los progresistas que, aunque usted no lo
sepa, son dos tipos de tiburón diferente. Los primeros usamos el lenguaje
como herramienta para comunicarnos. Los segundos lo usan como arma arrojadiza
para imponernos su agenda política basada en prohibir todo aquello que no les
gusta; películas, libros, obras de arte, opiniones, vicios como el tabaco o el
alcohol. Además, los liberales creemos firmemente en la libertad de expresión,
y los progres sólo la amparan cuando está en consonancia con lo que ellos
piensan. Los liberales apostamos por vivir y dejar de vivir. Los progres, por
su parte, prohíben todo aquello que no va con su forma de vida. Ellos nacen con
ese don prodigioso de saber lo que le conviene a todo hijo de vecino. Nunca fallan en sus vaticinios. En el fondo
estos mal llamados progresistas son más puritanos que un inglés medio de la
época victoriana. En este momento me
pregunto por lo que estarían pensando estos retrógrados al ver el culo
blanquísimo de la mujer morena que ahora se mete en el agua. Yo diría que son
unas posaderas estupendas que rozan la perfección. Una obra de arte dividida en
dos cachetes igualmente divinos. Como la
soledad es un catalizador ideal para la creatividad, grabo la imagen del pompis
en mi cabeza para componerle unos versos como tributo. Como experto en lenguas muertas y en mujeres
vivas, espero estar a la altura de unas nalgas tan apetitosas. De pronto, otra belleza morena se sumerge en
las aguas con mi sirena. De su
conversación se desprende que ambas son amigas y de Murcia. Sin pensarlo
demasiado, tomo mi cuaderno de notas y vierto estos versos que saben a sal y a
brisa satírica.
Tiene usted señora mía
Un culo apocalíptico
Si me permite la licencia
De tener esta querencia
Es un trasero divino
Dividido en dos cachetes
Que yo como mosquetero
Me quito hasta el sombrero
Dos cachetes de personalidad propia
Dos lados sobresalientes
Que producen agujetas
Y el calentamiento del planeta
Una maravilla de trasero
Que nunca pone pero
Al tema de la coyunda
Y que en Brasil llaman bunda
Es un culo muy murciano
Que quita al sueño
A este singular malagueño
Que quiere tenerlo en la mano
Vio la vida en el Mar menor
Ese culo superior
Que me quita la razón
Y pone alegre al cabezón
A mi vera señora mía
Su culo no pasará hambre
Aunque yo me quede como alambre
Y a usted no la llamen pía
Será símbolo su trasero
De una nueva religión
Que practica la abducción
En singular achicharradero
Estoy convencido de que algunos, al degustarlos, habrán
sentido el deseo de aniquilarme. Bah, ese deseo criminal apenas merita en el
apartado de damnificados de Calle Llorens. Gente que, tras leerme, ansía mi
cuello como Hitler el de los hebreos. Además, yo mismo habría matado a
muchas criaturas. Especialmente a los puritanos incapaces de contemplar con
respeto y admiración la mayor creación del universo; el cuerpo de una mujer. La
maravilla que yo admiro y que hoy, desgraciadamente, se considera, al resaltar
sus cualidades femeninas, una cosificación de la fémina, pero no se cosen la
boca tras pronunciar semejante majadería.
Estoy convencido de que esta gente es un torrente de sandeces que en una
playa nudista, como es la de Benalnatura, saca todos los complejos por
no disponer de cuerpos tan espectaculares como las de las dos murcianas que
ahora se secan al sol. La envidia prende siempre en el corazón de aquellas que
jamás sacaban a bailar los chicos más populares en las fiestas del instituto. Y como nadie las miraba con deseo, pretenden
que la que nacen bellas oculten sus sensuales cuerpos tras un millón de
excusas. El mar, que tiene el color de
nuestro planeta, y esta playa natural y naturista, son el gran centro de
nuestro pensamiento liberal. El componente malagueño que siempre rompió las
vestiduras de un traje hecho a medida de las mentes obtusas que no entienden
que sus líderes políticos, apóstoles del mal, jamás contemplaron un mar bajo
esas nubes níveas que rigen en el cielo en estas mañanas rosáceas que rezuman
libertad. Estas playas, que tienen un
encanto indescifrable, albergan todas las formas del querer. Porque se puede
hacer el amor en cualquier lado para aprobar la asignatura del conocimiento del
cuerpo humano, pero sólo aquel que se ha entregado con toda el alma en estas
calitas se licencia con matrícula de honor en la carrera de la pasión. No sé qué he ganado escribiendo sobre estas
cosas en la playa de Benalnatura, pero, estoy convencido; desnudo, lo
escribo de nuevo, gano mucho.
La playa
de las Yucas es
pequeña y es uno de los sitios predilectos del municipio para practicar buceo.
También suelen venir muchos a practicar el nudismo, aunque hoy apenas hay
gente. En realidad, esta cala está
separada, como la de La Viborilla, por rocas y se accede fácilmente porque
está situada en la carretera de la costa. Tiene unos veinte metros de ancho y
cuatrocientos de largo. Mi idea es nadar
hasta la playa de Torrequebrada que debe su nombre al casino que se
encuentra muy cerquita. Dicen que la clave
para ganar una pequeña fortuna en el establecimiento es acudir con una los
bolsillos llenos de monedas. Ellos juegan a ganarla y yo a hacerles ver que me
importa.
El
problema es que en las Yucas hay cangrejeras y escarpines y, sin el calzado adecuado, mis
pies pueden sufrir de lo lindo. Allí he practicado el snorkel en ocasiones.
Tras pensarlo dos veces, acudo al lugar en coche para disfrutar de sus aguas
cristalinas y límpidas. Una vez en la
orilla me dejo llevar por la visión de la playa, de una barca y del mar que me
recibe con los brazos abiertos. Estoy bocarriba en las aguas aturquesadas
contemplando un cielo azulísimo.
Entiendo que este paseo por calas recónditas me hace huir de los temores
que me acosan como las lechuzas a los ratones de campo. En mi alma anida un
sentimiento libertario de puro agradecimiento por haber nacido en estas orillas
mediterráneas alejadas del fanatismo de los que ni quieren cambiar de opinión,
ni pueden cambiar de tema. Al sumergirme completamente para iniciar mi actividad
subacuática, veo pasar un banco de peces y, justo en el fondo, detecto unas
conchas de los colores que adornan estas playas bajo la dulce luz del
crepúsculo. La vida, a veces, puede ser maravillosa.
Creo que la
mayoría no conoce la importancia que tiene la torre vigía cristiana conocida
como Torre de Benalmádena por la existencia de un muelle en esta cala desde
época romana. Torremuelle fue un importante fondeadero en la antigüedad,
como han demostrado los restos subacuáticos y Villa Mauritania que se encuentra
en las inmediaciones. En este clave de gran importancia, dada la facilidad para
atracar de barcos por la cercanía del Castillo de la localidad. En la Playa
de Torremuelle tomo varias instantáneas. Creo que las guías turísticas
suelen recomendar la visita a esta torre, que se asienta en un espacio
circular, en el mes de julio. Yo, siempre tan desobediente, acudo aquí cuando
menos se lo esperan las autoridades que, como saben, siempre están dispuestas a
cobrar un nuevo impuesto al confiado contribuyente.
Después de un agradable
paseo, deshago mis pasos hasta Playa Bonita. Una pequeña calita de aguas
calmadas gracias al rompeolas que la protege. Me siento un rato a empaparme del
azul cobalto que va dejándose atrapar por un turquesa en las zonas de las
rocas. Al alzar un poco la testa, veo
por el rabillo del ojo a varias gaviotas que mantienen un combate en el aire
por una pesca reciente. Estas aves son maquiavélicas y no conocen épocas de
peces flacos. De hecho, tienen muy claro que a estas orillas o te muestras
combativo o no llenarán el buche. Pasar hambre no es una opción para el ave
palmípeda marina de plumaje gris en la espada, y blanco en el resto del cuerpo,
de pico amarillo, algo curvo en la punta. Súbitamente la pelea adquiere un
carácter épico; se escuchan unos mugidos sordos-las gaviotas no necesitan abrir
el pico para chillar- que van en aumento y anuncian la tragedia; el pez se les
escapa y, para la desgracia de las combatientes, cae al mar donde otra
compañera da cuenta del botín. Ahora Playa Bonita se llena de gritos
amenazantes. Una letanía aguda y estirada. Es el sonido que llega del aire. La quintaesencia
del mar que nos evoca todo tipo de recuerdos a los mediterráneos. Un grito que
yo traduzco a nuestra peculiar jerga de hombres del mar: Los tiempos duros
hacen hombres duros. Los hombres duros hacen tiempos dulces. Los tiempos dulces
hacen hombres débiles. Los hombres débiles hacen tiempos duros. Por ello, la
conclusión es evidente; evite siempre a los hombres débiles. Lo que uno puede aprender de estas especies
marinas no viene en ninguna guía de turismo y, menos, en los pobres diarios de
tirada comarcal.
Finalmente
llego entre dos luces a un restaurante con vistas a Playa del Bil- Bil. No
estoy lejos de ese imponente castillo en el que se celebran eventos culturales
durante los meses de verano. Se dice que el responsable de la programación musical del Castillo ha
sido detenido en varias ocasiones por los infumables espectáculos con los que
tortura a los lugareños y forasteros. Para olvidarme del asunto, y también para
retomar fuerzas, me tomo una lubina bien condimentada que acompaño con un vino
blanco de uva atintada. La vida puede ser maravillosa.
Sergio Calle
Llorens