martes, 10 de mayo de 2011

LA COLONIZACIÓN DE AMÉRICA

El descubrimiento y posterior conquista de las Américas, puede ser considerado como una de las epopeyas más grandes de la historia de la humanidad, protagonizada por unos seis millones de españoles que surcaron las aguas atlánticas durante siglos en busca de un dorado que la madre patria les negaba. Una gesta que ayudaría a que España se convirtiera en la primera potencia mundial durante trescientos años. Sé que escribir sobre el tema, y más al incluir en mi lista de héroes a los conquistadores, puede herir ciertas susceptibilidades. Por ello, me gustaría hacer ciertas puntualizaciones al respecto. Para empezar, la colonización española no fue muy diferente a la de otros países europeos. La diferencia esencial, a mi entender, radica en el hecho de que la nuestra regó los nuevos territorios de cultura, idioma y civilización, además de masacres, que también las hubo. Sin duda, el hecho de que todavía haya muchos que critiquen la intervención española en el nuevo mundo, se debe muy probablemente al desconocimiento más absoluto de aquellos episodios pretéritos. Además la leyenda negra ha atacado a lo largo de los siglos el componente hispánico de América, en un intento de minimizar por un lado, la presencia española en aquellas tierras, y por otro atacar a la nación española en su conjunto. Recordemos que en muchas naciones europeas se habló durante siglos de la depravación natural de los españoles, fruto del mestizaje, cuya cultura y mentalidad están contaminadas por elementos judíos y árabes. Por si fuera poco, los españoles se contaminaron aún más al mezclar su sangre, con la de los pueblos indígenas, a los que consideraban subespecies humanas, y que según la propaganda que vertían, vivían en un estado paradisíaco hasta que llegaron los españoles. Pero en qué quedamos. Si eran una subespecie humana, cómo podían vivir en una sociedad perfecta cercana al jardín del Edén. Esta contradicción sólo puede explicarse por el intento ya comentado en líneas anteriores, de erosionar el poder de la nación española en el mundo, desde posiciones provenientes de la cultura europea de base protestante, convencida de su superioridad, frente a los mediterráneos del sur. Por todo ello, han tratado de ningunear todo lo que huele a hispano, saltándose por las bravas lo bueno que España hizo en el nuevo mundo, donde por cierto se fundó la primera universidad en 1538- mucho antes que en la mayoría de países europeos- y donde incluso se inició un debate sobre los derechos de los indígenas, al ser considerados por los monarcas españoles, súbditos de la corona española.




El problema radicó desde el principio en el hecho de que la legislación española era de difícil aplicación en los vastos territorios conquistados. Hay que tener en cuenta de que debido a las grandes distancias era imposible
verificar si las leyes que trataban de proteger a sus indios, se aplicaban con rigor o no. Lo que dio lugar a numerosos abusos por parte de los nuevos colonos. Pero si hoy día, comparamos los territorios de la corona española con los de las colonias británicas, veremos que allí donde estuvieron los anglos, los indios fueron exterminados. Algo que no ocurrió en los territorios bajo soberanía española. De hecho, a finales del siglo XX, muchas tribus indias norteamericanas recuperaron sus territorios ancestrales, gracias a los tratados firmados por la corona española, antes de ceder la soberanía de esas tierras, ya que en esos documentos se dejaba muy a las claras que las naciones indias no podían ser desalojadas de la tierra de sus ancestros. Además, a muchos lectores les sorprenderá conocer que según su propia confesión, Hitler se inspiró en el exterminio llevado a cabo por los anglos en América, como base para llevar a cabo la solución final contra los judíos. Es decir, el exterminio de una raza con fines de expansión económica y territorial, basada en la idea de pertenecer a una raza superior. Esta es la historia basada en hechos irrefutables, y sin embargo en muchos países pervive la idea contraria. Sin duda, el descubrimiento, la conquista y la colonización de América, despertaron la envidia y la codicia en otras naciones europeas, que ansiaban adueñarse de lo que las naciones ibéricas disfrutaban hasta entonces. De esa lucha por arrebatarle a España la posición dominante en el mundo, surgen las opiniones negativas sobre la colonización española. Pero como dijo Walter Raleigh lo que viaja por el mundo no es la realidad, sino la opinión. Una opinión negativa de la acción de España en su conjunto, que todavía sigue vigente en numerosas partes del mundo. Por lo tanto, no es de extraño la difusión del término Latinoamérica creado por los franceses Chevalier y Poucel como denominación frente a nuestra Hispanoamérica. Un intento más, como no podía ser de otra manera, de ningunear la importancia de España en el nuevo mundo, donde los españoles de entonces cometieron muchos errores, pero también, justo es reconocerlo, tuvieron muchos aciertos al regar con su sangre, su lengua y su cultura las nuevas tierras, y creando de paso un híbrido maravilloso entre la madre España y sus hijos mestizos. Avergonzarse por ello es un acto necio e injustificable, tanto como echarle la culpa a nuestro país de los problemas del presente, a las secuelas de la colonización hispana, en vez de culpar a sus actuales gobernantes corruptos e incompetentes. Pobres argumentos, sin duda, entre los indigenistas y las fuerzas de la ultraizquierda europea.



Para nosotros, la colonización debe ser, como no podía ser de otra manera, un motivo de orgullo. Y no podemos juzgar a esos hombres y mujeres del siglo XV con la mentalidad y moral propia del siglo XXI. Hoy día, nos corresponde a nosotros, españoles e hispanoamericanos defender ese legado para mirar al mañana con la esperanza de que esta centuria sea, por fin, la de la hispanidad. Finalmente me gustaría añadir que las descalificaciones globales de nuestro país por parte de las naciones del centro y norte de Europa se basan en un componente doctrinal de superioridad, que no lo es tanto, si tenemos en cuenta que si España era un país sádico y estúpido, cabe preguntarse ¿cómo es posible que nuestra nación fuera la primera potencia mundial durante tres siglos? ¿Cómo serían entonces los otros pueblos de Europa?


Sergio Calle Llorens

No hay comentarios:

Publicar un comentario