María Gámez ha vuelto a demostrar que si tuviera otro cerebro no pensaría con el que tiene. Ahora se hace la picha un lío con el asunto del metro que impulsa, de ahí lo del ritmo lento, la Junta de Andalucía. El asunto es simple; el gobierno de la república bananera, con sede en Sevilla, llegó a un acuerdo con el alcalde de Málaga para hacer el último tramo soterrado a su llegada al centro. Tras la victoria del PP en las urnas, el PSOE andaluz tuvo que pactar con los palanganeros de IU para conservar el poder. Por caprichos del destino, los de ideología bermeja se hicieron con la consejería de transportes. El resto es de sobra conocido. Cambio de planes y el metro, por pelotas, debe ir en superficie.
Obviamente la decisión de la ínclita consejera pilló a todo el personal con el paso cambiado. Sin embargo, el alcalde muy pronto le va sacando rendimiento al asunto, sabiendo que tiene a una ciudad que lo apoya mayoritariamente. El debate se reduce a lo siguiente; o de la Torre se pliega, o el metro no llega la Malagueta. Fue entonces cuando la hija del farero con menos luces que un barco pirata exigió al alcalde que estudiara la nueva propuesta del metro. Sin embargo, ella ni la analizó pues no tiene talento para ello y, esperó, como siempre, a que le llegaran las instrucciones pertinentes de Sevilla.
Durante los años que la calamidad de Gámez fue delegada de la Junta en Málaga, se limitó a decir sí bwana a todo lo que le llegaba desde la capital de Andalucía; el camelo del tercer hospital, el robo de la cuenca mediterránea, el tren litoral fantasma, la no inclusión de Málaga por el corredor ferroviario mediterráneo, el intento de llevarse el museo Carmen Thyssen a Sevilla donde, por cierto, tuvo un papel preponderante en la traición a Málaga como demostré en uno de mis trabajos de investigación. Luego vinieron las elecciones locales donde obtuvo el peor resultado del PSOE en la ciudad, no llegando a ganar en ningún distrito. Ni siquiera le valió el uso fraudulento de la sede del gobierno andaluz en Málaga convertida en oficina electoral para evtar el descalabro. Su hermano, que tuvo trabajando en la delegación para su campaña aún siendo funcionario, se llevó una de las mayores decepciones de su vida. Hasta hace tres cuartos de hora ha estado de baja po depresión. Tal fue el esperpento de la campaña electoral de calamidad Gámez que, incluso ,algunas voces críticas de su partido afirmaban que había sido diseñada por el PP.
En la capital de la Costa del Sol se votó una moción instando a la Junta a respetar los acuerdos de llevar el metro soterrado a su paso por el centro. María se abstuvo con sus escasos concejales. Ella, ni a favor del metro en superficie, ni en contra. Simplemente guardó silencio. Ya hasta sus compañeros de partido la critican por tan extraño comportamiento. Dicen que ir de la mano de María Gámez es como ir en el mismo avión que los Kennedy.Trae mala suerte. Su fama de gafe, sus formas chulescas, su escasa preparación y su docilidad a la hora de plegarse a los intereses dictados desde Sevilla, la hacían ideal para el puesto que desempeña. Empero, ahora no sabe que decir, ni que hacer. La verdad es que no es del todo culpa suya. Lleva desde los tiempos de la facultad teniendo a gente que piensa por ella. Ahora todo el mundo constata que era una marioneta con menos autonomía que la Doña Rogelia de Maricarmen y sus muñecos.
El silencio de calamidad Gámez sobre el metro contrasta con su locuacidad en las redes sociales donde critica a Esperanza Aguirre por haber firmado por una empresa de cazatalentos donde, por cierto, nunca sería bienvenida. Su futuro político, en cualquier caso, está condenado a muerte. Más allá del asunto del metro y de sus traiciones a Málaga, quedará para el análisis de generaciones futuras el estudio de las políticas chapuceras de la secta del capullo de estos últimos lustros. La hija del farero encarna a la perfección ese político bobalicón de pensamiento zangolotino enemigo de los intereses de los malagueños. Esos que pensamos que Málaga nació para ser princesa porque zorras como Gámez sobran.
Sergio Calle Llorens
Soy escritor, investigador, guionista, profesor de idiomas y muchas cosas más que no caben aquí. También tengo una sección en Espacio en Blanco de RNE. El mundo se divide en dos categorías, los que tienen el revolver cargado, y los que cavan, tú cavas.
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