domingo, 20 de enero de 2013

EL MUNDO


Sin las revelaciones del periódico del señor Ramírez, España sería hoy un sitio peor; la guerra sucia de los GAL del PSOE, Filesa, Naseiro, Roldán y los fondos reservados, los ERE, el caso Gürtel, el clan Pujol y, ahora una trama de corrupción del PP han sido portada a lo largo de los años en el mejor medio de comunicación de este país. Pensaba en ello cuando contemplé a un millar de personas acudiendo a la sede del PP en la calle Génova de la capital del reino portando ejemplares del diario El Mundo por el asunto de la trama Bárcenas. Un escándalo que, sin ningún género de dudas, debe haber dejado una inmensa sensación de orgullo en su director del que, seguro, se podrá criticar muchas cosas pero nunca su independencia. Si hoy Ramírez y su equipo de valientes no existieran, habría que inventarlos.

En la acera de enfrente, El País critica por la mañana la reforma laboral del gobierno de Rajoy y, por la tarde la utiliza para hacer un ERE entre sus trabajadores. Son las PRISAS de los sinvergüenzas como Cebrián. A día de hoy equiparar a El Mundo con El País, es como realizar un análisis comparativo entre la alta cocina de El Buli con la de McDonalds. Y eso es así, porque durante décadas, el diario oficial de la progresía española ha callado por decreto la corrupción andaluza presente en el ADN del socialismo sureño. Por su parte, Ramírez y Victoria Prego trabajaban para demostrar aquella máxima que dice que el periodismo o es independiente o una farsa tan grande como el grupo Prisa.

Si Pedro Jota debe pesar hoy dos toneladas más que la semana pasada, sus lectores no le vamos a la zaga. Durante la última década hemos tenido que soportar insultos, comentarios vejatorios y chistes sobre “El Inmundo”, ese periódico que la torpe masa atocinada mostraba en la sede del PP para pedir explicaciones y dimisiones. Habría que recordarles ahora que muchos nos iniciamos en la lectura del diario para conocer los que sus supuestos periodistas no publicaban, a veces por falta de talento, otras por ausencia de decencia.

Un ciudadano debe de estar informado para poder votar. Y en El Mundo, uno encuentra las columnas anticlericales de Gala, los monumentos literarios de Raúl del Pozo, la luz de David Gistau, el ultraliberalismo del independentista Sostres y las revelaciones del caso Chaves de Francisco Rosell que, aún siendo verdad, fue llevado a juicio por los socialistas. Esta gente nos enriquece con sus diferentes formas de entender el mundo y, la política. Por eso, los lectores de El Mundo estamos más capacitados que los demás a la hora de elegir representantes públicos. Estoy de acuerdo con que un idiota tenga las mismas oportunidades en la vida, pero nunca que tenga la misma influencia en las urnas porque es claramente perjudicial. No hay que incidir el voto en esa masa atocinada que sólo lee El País o ve Canal Sur que, en la mayoría de los casos, no está dispuesta a contribuir a la construcción de la sociedad.

Con las revelaciones de El Mundo sus periodistas se licencian con todos los honores y ganan la batalla de la credibilidad ante los antropoides que juntan líneas. Sí, pensaba en ello cuando la turba vociferaba en Sevilla boicoteando la conferencia del ministro Wert, o portando el diario que habitualmente leo con sumo placer. Me dí cuenta de nuestra inmensa superioridad moral e intelectual sobre esa España que si no gobiernan los suyos, quiere ver a medio país en la cárcel o a dos metros bajo tierra. Y eso si que es inmundo.

Sergio Calle Llorens


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